Le recomiendo encarecidamente que no te alejes fácilmente de la santa comunión: usted tiene tanta más necesidad de recibirla cuando más expuesto está a las tentaciones y a los peligros; tenga gran confianza en las bondades de Dios y en su infinita misericordia.
Aunque mis ojos no te pueden verte puedo sentir, sé que estás aquí.Aunque mis manos, no pueden tocartu rostro, Señor, sé que estás aquí,¡Oh oh!Mi corazón puede sentir tu presencia.Tú estás aquí, tú estás aquí.Puedo sentir tu majestad.Tú estás aquí, tú estás aquí.Mi corazón puede mirar tu hermosura.Tú estás aquí, tú estás aquí.Puedo sentir tu gran amor.Tú estás aquí, tú estás aquí.
Antífona 1:Ten confianza y no te asustes si te llegan otras pruebas.
Salmo 30Suplica confiada de un afligido
A ti, Señor, me acojo: no quede yo nunca defraudado; tú, que eres justo, ponme a salvo, inclina tu oído hacia mí; ven aprisa a librarme, sé la roca de mi refugio, un baluarte donde me salve, tú que eres mi roca y mi baluarte; por tu nombre dirígeme y guíame: sácame de la red que me han tendido, porque tú eres mi amparo. A tus manos encomiendo mi espíritu: Tú, el Dios leal, me librarás
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2:No se desaliente, antes por el contrario, más que nunca ponga su confianza en Dios solo.
Salmo 55Confianza en la palabra de Dios
Misericordia, Dios mío, que me hostigan, me atacan y me acosan todo el día; todo el día me hostigan mis enemigos, me atacan en masa. Levántate en el día terrible, yo confío en ti. En Dios, cuya promesa alabo, en Dios confío y no temo: ¿qué podrá hacerme un mortal? Todos los días discuten y planean pensando sólo en mi daño; buscan un sitio para espiarme, acechan mis pasos y atentan contra mi vida. Anota en tu libro mi vida errante, recoge mis lágrimas en tu orbe, Dios mío. Que retrocedan mis enemigos cuando te invoco, y así sabré que eres mi Dios. En Dios, cuya promesa alabo, en el Señor, cuya promesa alabo, en Dios confío y no temo; ¿qué podrá hacerme un hombre? Te debo, Dios mío, los votos que hice, los cumpliré con acción de gracias; porque libraste mi alma de la muerte, mis pies de la caída; para que camine en presencia de Dios a la luz de la vida.
Como me habías anunciado tu regreso de forma definitiva, estaba muy apenado por ello, pues nada en el mundo podía contrariarme más; pero veo que el Señor no ha permitido que cometas semejante falta: es una gracia de la que le estoy muy agradecido. Te reitero la orden de que permanezcas en tu puesto: no te desalientes, comprendo tu situación, sé que es muy penosa, y por consiguiente voy a tomar las medidas para tratar de aliviarla; pero para ello hace falta algo más de tiempo, y si tú precipitas las cosas se van a complicar cada vez más.Permanece tranquilo, ten confianza y no tomes decisiones precipitadas: debes comprender que a la distancia a que estamos no puedo remediar de inmediato las cosas que marchan mal. Pero como estoy informado de ello, lo voy a intentar seriamente, pero tú debes dejarlo sin reservas en mis manos. Dios bendecirá tu confianza y más adelante podrás felicitarte de haber permanecido en el orden de la Providencia.” (Al H. Ambrosio, 17 de junio de 1842)
Antífona:Ante las tentaciones, ten una gran confianza en la Santísima Virgen y acude a menudo a ella.
Maravillas hizo en mí;mi alma canta de gozopues al ver mi pequeñezse detuvieron sus ojos.Y el que es Santo y Poderosohoy aguarda por mi sí.Mi alma canta de gozo.Maravillas hizo en mí.Maravillas hizo en mí;del alma brota mi canto.El Señor me ha amadomás que a los lirios del campo.Por el Espíritu Santo,Él habita hoy en mí.No cese nunca mi canto.Maravillas hizo en mí.
A cada intención respondemos:
En ti confiamos, Señor.
-. Frente a las tentaciones de desánimo.
-. Cuando el dolor nos oprime y la fuerza no es la misma.
-. Ante las incertidumbres del caminar.
-. Frente a las limitaciones que experimentamos y nos cuestan asumir.
-. Cuando no recibimos el reconocimiento que esperábamos.
-. Ante las situaciones de desaliento.
Ten confianza en el Señor y sírvele con más alegría; considera como tentaciones muy peligrosas todos los pensamientos de desaliento que te vienen y que te producen tanto daño: nunca te entretengas en ellos voluntariamente, por el contrario, haz un sencillo acto de resignación a la voluntad de Dios y échate en su regazo, como un niño pequeño asustado lo hace en los brazos de su padre. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.