Nuestra Señora del Valle – San Sabas Reyes Salazar


Liturgia de la horas: Rezamos con el tema IGLESIA


Hechos 6, 1-7
Salmo 33, 1-2. 4-5. 18-19


Evangelio: Juan 6, 16-21

Al atardecer, sus discípulos bajaron a la orilla del mar y se embarcaron, para dirigirse a Cafarnaúm, que está en la otra orilla.
Ya era de noche y Jesús aún no se había reunido con ellos.
El mar estaba agitado, porque soplaba un fuerte viento.
Cuando habían remado unos cinco kilómetros, vieron a Jesús acercarse a la barca caminando sobre el agua, y tuvieron miedo.
Él les dijo: Soy yo, no teman.
Ellos quisieron subirlo a la barca, pero esta tocó tierra en seguida en el lugar adonde iban.


Jesús se encuentra en la montaña, los discípulos en el mar y el pueblo en tierra. Se cuenta que la gente, que comió abundantemente, quería coronarlo rey. Esa posibilidad no entra en el horizonte de Jesús. Obliga a sus discípulos a embarcar inmediatamente y a ir al otro lado del lago (Mc 6,45). Quería evitar que ellos se contaminaran con la ideología dominante, señal que el “fermento de Herodes y de los fariseos”, era muy fuerte (cf. Mc 8,15). Jesús, él mismo, se enfrenta con la tentación y la supera por medio de la oración en la Montaña.

Este texto evoca la situación de los cristianos en el imperio romano. En la época en que Juan escribe, el barquito de las comunidades se enfrentaba a un viento contrario, tanto de parte de algunos judíos convertidos que querían reducir el misterio de Jesús a profecías y figuras del Antiguo Testamento, como de parte de algunos paganos convertidos que pensaban que era posible una alianza entre Jesús y las costumbres disolutas paganas. Además los jefes judíos los habían expulsado de sus sinagogas después de la destrucción del templo y los romanos ya habían comenzado con las persecuciones. Vivían en medio de la noche, con el viento contrario y el mar agitado y ¡Jesús parecía ausente! Por eso el evangelista les recuerda que Jesús está siempre, que no tengan miedo, que la noche y el viento pasarán y llegarán a la otra orilla.
Hoy también, entre las olas de nuestro mundo agitado, la tabla de salvación es Jesús. No queramos remarla solos; su presencia trae la paz y nos lleva al puerto deseado. Aunque nos azoten los vientos y no veamos más que oscuridad, tengamos la certeza que el Señor está y que no nos abandonará.


La misión de las Antillas ha sido la más agitada; sus sufrimientos han sido grandes, pero ya ves que a pesar de todo la obra marcha, y hoy mejor que nunca. Tengamos, pues, confianza y no nos inquietemos por algunos golpes de viento.” (Al H. Gerardo, 29 de abril de 1843)

El pueblo gime de dolor.
Ven y sálvanos.
A Dios levanta su clamor.
Ven y sálvanos.

Oye, Padre, el grito de tu pueblo.
Oye, Cristo, ven y sálvanos.

El pueblo está en esclavitud.
Ven y sálvanos.
El pueblo clama libertad.
Ven y sálvanos.

El pueblo empieza a caminar.
Ven y sálvanos.
Vencida queda la opresión.
Ven y sálvanos.

La marcha es dura, ciega el sol.
Ven y sálvanos.
Se acerca ya la redención.
Ven y sálvanos.