San Estanislao

Hechos 5, 27-33
Salmo 33, 2. 9. 17-20

Jesús dijo a sus discípulos: El que viene de lo alto está por encima de todos. El que es de la tierra pertenece a la tierra y habla de la tierra. El que vino del cielo da testimonio de lo que ha visto y oído, pero nadie recibe su testimonio. El que recibe su testimonio certifica que Dios es veraz.
El que Dios envió dice las palabras de Dios, porque Dios le da el Espíritu sin medida.
El Padre ama al Hijo y ha puesto todo en sus manos.
El que cree en el Hijo tiene Vida eterna. El que se niega a creer en el Hijo no verá la Vida, sino que la ira de Dios pesa sobre él.

Ya en esta vida nosotros participamos de la resurrección de Cristo. Si es verdad que Jesús nos resucitará al final de los tiempos, es también verdad que, en un aspecto, ya estamos resucitados con Él. ¡La Vida Eterna comienza ya en este momento! Comienza durante toda la vida hacia aquel momento de la resurrección final ¡Ya estamos resucitados! De hecho, mediante el Bautismo, estamos insertos en la muerte y resurrección de Cristo y participamos de una vida nueva, es decir la vida del Resucitado.
Por tanto, en la espera de este último día, tenemos en nosotros una semilla de resurrección, como anticipo de la resurrección plena que recibiremos en herencia. Por eso también el cuerpo de cada uno es resonancia de eternidad; por tanto, ha de ser respetado siempre; y sobre todo debe ser respetada y amada la vida de todos los que sufren, para que sientan la cercanía del Reino de Dios, de esa condición de vida eterna hacia la que caminamos.
Este pensamiento nos da esperanza. Estamos en camino hacia la resurrección. Esta es nuestra alegría: un día encontrar a Jesús, encontrar a Jesús todos juntos. Todos juntos, no aquí en la Plaza, en otra parte, pero alegres con Jesús. Y este es nuestro destino. (Papa Francisco, 4-12-13)

“La vida eterna no es una ilusión, no es una fuga del mundo, sino una poderosa realidad que nos llama y compromete a perseverar en la fe y en el amor.” (Homilía de S.S. Francisco, 30 de noviembre de 2015).


MÁXIMA
La vida eterna es nuestra meta


No estamos en la tierra más que para conocerlo, amarlo y servirlo como Él merece ser amado, con todo nuestro corazón, con todas nuestras fuerzas, para poder adquirir así la vida eterna. Amémoslo, seamos totalmente para Él en el tiempo y Él será todo para nosotros en la eternidad” (Reflexión sobre el fin del hombre)

Nuestros corazones insaciables son
hasta que conocen a su Salvador.
Tal y como somos nos amó.
Hoy nos acercamos sin temor.

Él es el agua que al beber
nunca más tendremos sed
¡Jesucristo basta!
Mi castigo recibió
y su herencia me entregó.
¡Jesucristo basta!

Fuimos alcanzados por su gran amor.
Con brazos abiertos nos recibe hoy.
Tal y como somos nos amó.
Hoy nos acercamos sin temor.

Ahora hay un futuro y esperanza fiel.
En su amor confiamos, hay descanso en Él.