Lunes de la 3ª semana de Pascua

Hechos 6, 8-15
Salmo 118, 23-24. 26-27. 29-30

Después de la multiplicación de los panes, al día siguiente, la multitud que se había quedado en la otra orilla vio que Jesús no había subido con sus discípulos en la única barca que había allí, sino que ellos habían partido solos.
Mientras tanto, unas barcas de Tiberíades atracaron cerca del lugar donde habían comido el pan, después que el Señor pronunció la acción de gracias.
Cuando la multitud se dio cuenta de que Jesús y sus discípulos no estaban allí, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaúm en busca de Jesús.
Al encontrarlo en la otra orilla, le preguntaron: Maestro, ¿cuándo llegaste?
Jesús les respondió: Les aseguro que ustedes me buscan, no porque vieron signos, sino porque han comido pan hasta saciarse. Trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre; porque es él a quien Dios, el Padre, marcó con su sello.
Ellos le preguntaron: ¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios?
Jesús les respondió: La obra de Dios es que ustedes crean en aquél que él ha enviado.


La primera preocupación que siempre han tenido, y siguen teniendo todos los seres humanos es la preocupación de la vida, por tener una vida sana y segura. Ahora bien, la sanidad y la seguridad de la vida supone alimentación y salud. Los dos grandes temas que aparecen en los evangelios, son la salud de los enfermos y la comida de los que carecen de los alimentos, no como una limosna para llenar el estómago, sino como comensalía para compartir la mesa.

Por eso si hablamos de la comida, no como mera solución al hambre de cada uno, sino una llamada a compartir la mesa con los demás, esa es la auténtica actitud a la que nos invita Jesús. Aquella gente no comprendió el significado de la multiplicación de panes. En aquel gesto, el único milagro, que se convierte en gracia, es el de compartir. La gente solo piensa en el pan del momento, sin pensar en las causas que generan ese hambre y desigualdad insultante en nuestro mundo.

Se suele decir que esta hambre del mundo no se resuelve por falta de voluntad política para poner fin. No es eso. El problema radica en la falta de fe, es decir en la falta de una motivación superior, de una voluntad, y una fuerza superior, que nos haga sensibles a la solidaridad y a compartir nuestra mesa con todos. La solución está en que todos tengamos fe en Jesús, que la memoria subversiva de Jesús nos despierte el deseo de vivir a su modo.


MÁXIMA
Ser cristianos es vivir como Jesús


Pero no dejemos de entrar en detalles y de comparar los sentimientos de Jesús con los nuestros, nuestra conducta con la suya. En todas sus obras, Jesucristo no ha buscado más que la gloria de su Padre; en las nuestras, ¿no buscamos, ordinariamente, y sobre todo, nuestra propia satisfacción personal, lo que nos enorgullece, lo que nos conviene? (Retiro en Saint-Méen)

Los lirios del campo y las aves del cielo
No se preocupan
porque están en mis manos.
Tené confianza en mí,
acá estoy junto a vos.
Amá lo que sos y tus circunstancias.
Estoy con vos, con tu cruz en mi espalda.
Todo terminará bien.
Yo hago nuevas todas las cosas.

Yo vengo a traerte vida,
vida en abundancia, en abundancia.
Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida,
Vida en abundancia, en abundancia.

No hice al hombre para que esté solo.
Caminen juntos como hermanos,
sopórtense mutuamente,
ámense unos a otros.

La felicidad de la vida eterna
empieza conmigo en la tierra.
Sentite vivo,
la fiesta del Reino comienza acá.