Santa Bernardita Soubirous

Hechos 7, 51 – 8, 1
Salmo 30, 3-4. 6-8. 17. 21

En aquel tiempo la gente preguntó a Jesús:
¿Qué signos haces para que veamos y creamos en ti? ¿Qué obra realizas? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura: ‘Les dio de comer el pan bajado del cielo’.
Jesús respondió: Les aseguro que no es Moisés el que les dio el pan del cielo; mi Padre les da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que desciende del cielo y da Vida al mundo.
Ellos le dijeron: Señor, danos siempre de ese pan.
Jesús les respondió: Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed.

Además del hambre físico, el hombre lleva en sí otra hambre, un hambre que no puede ser saciado con el alimento ordinario. Es hambre de vida, hambre de amor, hambre de eternidad. Y el signo del maná —como toda la experiencia del éxodo— contenía en sí también esta dimensión: era figura de un alimento que satisface esta profunda hambre que hay en el hombre. Jesús nos da este alimento, es más, es Él mismo el pan vivo que da la vida al mundo. Su Cuerpo es el verdadero alimento bajo la especie del pan; su Sangre es la verdadera bebida bajo la especie del vino. No es un simple alimento con el cual saciar nuestro cuerpo, como el maná; el Cuerpo de Cristo es el pan de los últimos tiempos, capaz de dar vida, y vida eterna, porque la esencia de este pan es el Amor.

En la Eucaristía se comunica el amor del Señor por nosotros: un amor tan grande que nos nutre de sí mismo; un amor gratuito, siempre a disposición de toda persona hambrienta y necesitada de regenerar las propias fuerzas. Vivir la experiencia de la fe significa dejarse alimentar por el Señor y construir la propia existencia no sobre los bienes materiales, sino sobre la realidad que no perece: los dones de Dios, su Palabra y su Cuerpo.» (Papa Francisco, 19 de junio de 2014).

La Eucaristía es la cena de la familia de Jesús, que a lo largo y ancho de la tierra se reúne para escuchar su Palabra y alimentarse con su Cuerpo. Jesús es el Pan de Vida de nuestras familias, Él quiere estar siempre presente alimentándonos con su amor, sosteniéndonos con su fe, ayudándonos a caminar con su esperanza, para que en todas las circunstancias podamos experimentar que es el verdadero Pan del cielo. (Papa. Francisco, 22 de septiembre de 2015).


MÁXIMA
“Yo soy el Pan de Vida”


Todos los días, hacen a Dios esta oración, al recitar el padre nuestro: ‘danos hoy nuestro pan de cada día’. Pero ¿qué es este pan? ¿Es sólo el pan material con el que alimentamos nuestros cuerpos? No, es, también, el verdadero pan de vida, que sostiene el alma en medio de las pruebas de este mundo, es decir la santa Eucaristía. (Sermón sobre la comunión frecuente)

Comenzaste a hacerte pan en Belén,
sol pequeñito en esta noche.
Aprendiste en Nazaret de ellos dos
el gesto manso de la entrega.

Pibe que en Jerusalén
te entregaste de una vez,
a las cosas de tu Padre.
Debe tu cuerpo crecer
para poderse ofrecer
como pan a nuestro hambre.

Mi Cuerpo es esto,
mi Sangre es esta,
que por ustedes doy.
Coman y vivan, crean y vivan
que para siempre soy.
Soy yo, soy yo.

Se multiplicó tu amor, se partió.
Todos saciados aún sobraba.
Se mostró tu intimidad: Eres pan
que sólo vive por donarse.

Noches de Jerusalén
Cristo-Pan, entrégate.
Eres tú nuestro cordero,
cena, huerto, beso y cruz.
Y tu entrega, Pan-Jesús,
fue más fuerte que el madero.