4º Domingo de Pascua – Domingo del Buen Pastor

Rezamos por los Asistentes generales reelectos por el Capítulo


Hechos 4, 8-12
Salmo 117, 1.8-9.21-23.26.28-29
1 Juan 3, 1-2

En aquel tiempo Jesús dijo: Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por las ovejas.
El asalariado, en cambio, que no es el pastor y al que no pertenecen las ovejas, cuando ve venir al lobo, las abandona y huye y el lobo las arrebata y la dispersa. Como es asalariado, no se preocupa por las ovejas.
Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí –como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre– y doy mi vida por las ovejas.
Tengo, además, otras ovejas que no son de este corral y a las que debo también conducir: ellas oirán mi voz, y así habrá un solo Rebaño y un solo Pastor.
El Padre me ama porque yo doy mi vida para recobrarla. Nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo. Tengo el poder de darla y de recobrarla: este es el mandato que recibí de mi Padre».

En el 4to domingo de Pascua la Iglesia celebra el domingo del Buen Pastor, el domingo de oración por las vocaciones.

Una pregunta que cae de lleno es qué entiendes, entiendo, entendemos por vocación. ¿Es algo dado, es estático, tiene que ver con mis cualidades o es una irrupción de Dios en mi vida que me provoca una llamarada interior que no puedo apagar, aunque quiera? Llamó a los que quiso (cf Mc 3, 13) Toda vocación nace de una pro-vocación de la realidad (Dios no llama en el aire). Provocación de la realidad, porque me sacude, me cachetea y no me deja igual; me invita a generar una respuesta poniendo los pies y las manos en movimiento. Toda vocación supone un llamado (de Dios) y una respuesta (la tuya). Dios llama, porque ama.

Etimológicamente la palabra vocación, significa llamar. El primer llamado es a la vida y el 2º es a ‘reproducir en nosotros la imagen del Hijo’ y luego cada uno va descubriendo las provocaciones de Dios en la realidad y de qué manera encarnar ese llamado en la cotidianeidad. Eso sí, todos estamos llamados a dejar que el Espíritu vaya tallando, poco a poco, en nosotros la imagen de Jesús. No es tanto lo que debemos hacer como, dejarnos hacer. Rezo no para hacer esto o aquello, sino para hacer la voluntad de Dios, dejándome educar por el Espíritu.

Este pasaje tiene de trasfondo la historia de un hombre nacido ciego (9:1-34). Jesús sanó al ciego y precipitó la controversia con los fariseos. Luego Jesús, el buen Pastor, se contrasta a sí mismo con el pastor asalariado, cuya única preocupación es su propio bienestar. Estas imágenes negativas (aquéllos que rehúsan ver, ladrones, bandidos, desconocidos, contratados) son metáforas que hablan de los fariseos. Sus acciones son egoístas, y no tienen nada que ver con el amor a Dios o a las personas. El hombre, que antes era ciego, ahora ve claramente y ve que Jesús es el buen pastor, no los fariseos.

Los padres del ciego actuaron como un pastor asalariado. Vieron venir al lobo y huyeron (10,12). Al encontrarse en peligro, abandonaron al hijo a su suerte, por miedo a los judíos (pregúntenle a él, ya es grande, Jn 9, 21 y 23). Se sacan la responsabilidad. No les dio el cuero para jugarse por su hijo.

Jesús enmarca su relación con las ovejas desde dos aspectos. El primero referido a la defensa de la vida de estas (el buen pastor da la vida por ellas) y el segundo al mutuo reconocimiento entre pastor y ovejas (el Pastor conoce a sus ovejas y ellas lo conocen). Recordemos que conocer para los judíos no es una acción intelectual sino más bien experiencial, implica una relación, encuentro, tiempo compartido.

Para Jesús las ovejas saben percibir muy bien quién es el buen pastor. Los fariseos no aceptaban esto. Ellos despreciaban a las ovejas y las llamaban ‘pueblo maldito e ignorante’ (Jn 7,49; 9,34). Pensaban tener la justa al discernir las cosas de Dios y por eso mismo son ciegos. Creen reconocer a Dios poniéndose al margen del pueblo, de las llamadas de la realidad, y nada más lejos del proyecto de Dios. No hay camino a Dios que no pase por el reconocimiento de los otros. Cuando los ninguneo, ninguneo a Dios.

Juan María en esta línea dirá de las hermanas: “Su escuela es un templo en el que ejercen una de las más augustas funciones del sacerdocio, la de enseñar. (…) hablan en nombre de Jesucristo, ocupan su lugar y por consiguiente, no hay nada de común entre ustedes y esos mercenarios para quienes una escuela es un taller de lectura, de escritura o de cálculo y que fabrican instrucción como un carpintero hace muebles…”.

Jesús invita a tener presente dos criterios en la dinámica del pastoreo: (a) Prestar mucha atención a la reacción de las ovejas, pues ellas reconocen la voz del pastor y (b) a las actitudes de aquel que se dice pastor, para ver si le interesa verdaderamente la vida de las ovejas y si es capaz de dar la vida por ellas.
Hay ovejas que aún no han oído su voz y por eso no todas son de este redil, dice Jesús, abriendo así el horizonte. Como buen pastor, quiere llegar a constituir un solo rebaño y un solo pastor. El desafío de la unidad en la diversidad sigue presente como hace dos mil años.

Jesús con los suyos: Jesús conoce a sus ovejas, y porque las conoce las llama por su nombre. Conoce a sus ovejas como el Padre lo conoce a Él. También sus ovejas lo conocen y reconocen su voz. Como Pastor da la vida por ellas. Nadie se la quita, la da porque quiere. No escapa ante la presencia de lobo. No es un mercenario. Le importan las ovejas y no la paga por cuidar de ellas. No defiende su interés personal, sino la vida de sus ovejas. Anhela un único rebaño y un único pastor. Que todos sean uno para que el mundo crea. Vino a servir y no a ser servido.


Oh, Dios mío, acaba tu obra; salva a estos niños que te son tan queridos. Tú los has rescatado con el precio de tu sangre; de buena gana daremos la última gota de la nuestra para salvarlos. Pobres niños, los amaremos tanto más cuanto mayores sean los peligros que los amenazan. Contaremos una a una estar tiernas ovejas que has puesto bajo nuestra custodia y las defenderemos de los ataques, sin cesar renovados, a los que están expuestos. Oh, Dios mío, protégelos, protégenos a todos; no esperamos nada de los hombres; en Ti sólo está nuestra esperanza; no será confundida.” (A. 309)

El que no entra por la puerta no es pastor,
salta la cerca el bandido o el ladrón.
Las ovejas en su aprisco
sólo atienden a la voz de su pastor.
Del extraño las ovejas huirán;
el pastor por nombre a todas llamará
y afuera él irá delante
y su voz escucharán y seguirán.

Y yo soy quien da la vida por salvar a sus ovejas.
Al hablar me reconocen y yo las conozco a ellas,
porque yo soy su Pastor, el Buen Pastor.
y nadie nunca podrá arrebatarlas de mi mano.
Yo soy uno con el Padre y él me las ha encomendado,
porque yo soy su Pastor, el Buen Pastor.

Todo el que antes a ellas vino fue un ladrón
a quien sólo su salario le importó.
Llegó el lobo haciendo estragos
y el bandido a mi rebaño abandonó.
Tengo ovejas que no son de este redil,
pero al escuchar mi voz querrán venir,
formando un solo rebaño
con un único pastor a quien seguir.

Y yo soy quien da la vida por salvar a sus ovejas.
Soy su puerta a verdes prados, adonde me siguen ellas.
Porque yo soy su Pastor, el Buen Pastor.
Así el padre lo ha querido, cuando mi vida haya dado,
obtendrán la vida eterna y yo la habré recuperado,
porque yo soy su Pastor, el Buen Pastor.
Y yo soy quien da la vida por salvar a sus ovejas.
Al hablar me reconocen y yo las conozco a ellas,
porque yo soy su Pastor, el Buen Pastor.
y nadie nunca podrá arrebatarlas de mi mano.
Yo soy uno con el Padre y él me las ha encomendado,
porque yo soy su Pastor, el Buen Pastor.

Amanece, se levanta el sol.
Muy temprano comienza la entrega de amor.
Conduces a todos al valle mejor.
Eres fiel y paciente, eres el Buen Pastor.
A lo lejos escucho tu voz,
por mi nombre me llamas
pues sabes quién soy.
Conoces mis pasos, mi peregrinar.
Por prados y valles me llevas a andar.

Contigo nada me falta,
Buen Pastor.
Vas conmigo, contigo yo voy.
Contigo nada mi falta,
Buen Pastor
pues conoces mi nombre y mi voz.
Y aunque camine y me pierda
vendrás a mi encuentro.
En tus hombros me cargarás.
Me dirás: Te amo más que a las demás.

A lo lejos, te veo venir.
Quisiera seguirte, vivir solo en ti.
Te entrego mis miedos, te entrego mi voz.
Conduce mi vida hacia tu corazón.