Hechos 11, 19-26Salmo 86, 1-7
Se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación.Era invierno, y Jesús se paseaba por el Templo, en el Pórtico de Salomón.Los Judíos lo rodearon y le preguntaron:¿Hasta cuándo nos tendrás en suspenso? Si eres el Mesías, dilo abiertamente.Jesús les respondió: Ya se lo dije, pero ustedes no lo creen.Las obras que hago en nombre de mi Padre dan testimonio de mí, pero ustedes no creen, porque no son de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy VIDA eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos.Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre.El Padre y yo somos una sola cosa.
Cristo, descendiente del rey David, es el «hermano» alrededor del cual se constituye el pueblo, que cuida de su pueblo, de todos nosotros, a precio de su vida. En él somos uno; un único pueblo unido a él, compartimos un solo camino, un solo destino. Sólo en él, en él como centro, encontramos la identidad como pueblo.Cristo es el centro de la historia de la humanidad, y también el centro de la historia de todo hombre. A él podemos referir las alegrías y las esperanzas, las tristezas y las angustias que entretejen nuestra vida. Cuando Jesús es el centro, incluso los momentos más oscuros de nuestra existencia se iluminan, y nos da esperanza. (Papa Francisco, 24 de noviembre de 2013). El mundo de hoy también nos cuestiona a nosotros. La sociedad nos pide señales sobre la veracidad de nuestra fe y en ocasiones sentimos que nuestras palabras se quedan cortas ante estos interrogantes. No podemos desanimarnos, pues también cuestionaron a Nuestro Señor. El Evangelio de hoy nos enseña que la mejor respuesta que podemos ofrecer son nuestras obras modeladas por el Evangelio. Con nuestras palabras, podemos ayudar a una persona a descubrir que nuestra fe es la verdadera, pero eso no basta. Con nuestro testimonio de vida cristiana auténtica y con la gracia de Dios, podemos tocar los corazones de muchas personas que no creen y que están esperando una «señal», una respuesta convincente para creer. El amor sincero a nuestro prójimo será siempre nuestro mejor argumento.
MÁXIMAYo les doy vida eterna, dice Jesús
El corazón del hombre es un abismo; ¿quién penetrará hasta el fondo de su corrupción? ¡Sólo vos Señor, y si no estás en el mío, entra en él como un rey lleno de dulzura, aunque me haya separado de ti, fuente de agua viva que brota de la vida eterna! (Memorial 59)
Esta mañana enderezo mi espalda,abro mi rostro, respiro la aurora;escojo la vida.Esta mañana acojo mis golpes,acallo mis límites,disuelvo mis miedos;escojo la vida.Esta mañana miro a los ojos,abrazo una espalda,doy mi palabra;escojo la vida.Esta mañana remanso la paz,alimento el futuro,comparto alegrías;escojo la vida.Esta mañana te busco en la muerte,te alzo del fango,te cargo tan frágil;escojo la vida.Esta mañana te escucho en silencio,te dejo llenarme,te sigo de cerca;escojo la vida.
Mensaje del Papa a los menesianos
«Queridos hermanos, ustedes trabajan en regiones del mundo donde se manifiestan la pobreza, el desempleo de los jóvenes, las crisis sociales de todo tipo. Los invito pues a ser padres para aquellos hacia los que han sido enviados, padres que reflejen el rostro cariñoso y compasivo de Dios. En un mundo en continuo cambio, ustedes se ponen generosamente al servicio de los jóvenes, a la vez atentos a sus aspiraciones y en constante referencia a Cristo, regla suprema de su vida. Su vocación los incita a ir allá donde los otros no van, a la periferia, hacia las personas que conforman la categoría de los rechazados, de los heridos de la vida y de las víctimas. Que su presencia sea una fuente de esperanza para muchos. En su espíritu de fraternidad y de acogida ellos sabrán reconocer otro rostro de nuestra humanidad desfigurada por las guerras, la diferencia y el descarte de los débiles. Esos niños, esos jóvenes, esas personas también tienen sueños, pero sueños rotos hoy a causa de muchos factores. ¡Ojalá puedan ustedes ayudarlos a revivir sus sueños, a creer en ellos y a realizarlos!» (Parte del mensaje del Papa)