San Fidel de Sigmaringen


Hechos 12, 24- 13, 5
Salmo 66, 2-3. 5-6. 8

En aquel tiempo, Jesús gritó diciendo:El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me ha enviado.
Y el que me ve a mí, ve al que me ha enviado.
Yo he venido al mundo como luz, y así, el que cree en mí no quedará en tinieblas.

Al que oiga mis palabras y no las cumpla, yo no lo juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. El que me rechaza y no acepta mis palabras tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he pronunciado, esa lo juzgará en el último día.
Porque yo no he hablado por cuenta mía; el Padre que me envió es quien me ha ordenado lo que he de decir y cómo he de hablar. Y sé que su mandato es vida eterna. Por tanto, lo que yo hablo, lo hablo como me ha encargado el Padre.

Muchas veces nos encontramos con dificultades en nuestro caminar diario: no salen los planes tal y cómo habíamos previsto, no encontramos la comprensión merecida entre los que nos rodean. Tenemos la sensación que al otro lado del túnel no hay ninguna luz, porque no vemos un futuro esperanzador.

Nos gustaría siempre tener esa confianza y paz interior que nos permitan mirar la realidad de otra manera. Claro que tenemos derecho a protestar y a desahogarnos, pero no que nos derrumbe, porque no estamos solos. Sintamos siempre la presencia amorosa de Dios a través de su Espíritu, porque incluso en medio de las oscuridades y encierro de nuestra vida, aunque no lo veamos, Dios está actuando, no se detiene.

Jesús ha venido al mundo como luz, leemos en el Evangelio de hoy. Dejemos que esta claridad ilumine nuestras sombras, disipe nuestras tinieblas y nos permita fijar el rumbo en Jesús siempre al servicio de la Vida


MÁXIMA
Creer en Jesús nos da luz


Si quieres adquirir una inalterable dulzura, piérdete en Dios, es decir, déjate conducir aún en las cosas pequeñas; camina siempre a la luz de su rostro. (A Jallobert)

¿Quién soy yo para señalar
a aquel que ha caído
y beber de esta copa de ignorancia?
¿Quién soy yo para criticar
a aquel que está perdido,
si alguna vez yo estuve allí?

Dame una razón para hacer leña
de ese árbol caído,
una razón para no amarle.

Sé luz, es lo que me pide Jesús.
Luz, para alumbrar el camino
del que está perdido
y no se hunda en la tormenta.
Y sé sal, y donde hay necesidad, sal
para devolver el sabor de su gran amor
y regarlo por la tierra.

¿Quién soy yo, para destruir
lo que Dios restaura
y olvidar su misericordia?
¿Quién soy yo para ignorar
a aquel que está herido
si alguna vez yo estuve allí?

Hey, ¿quién soy yo para manchar
lo que está limpio,
si alguna vez yo estuve en esa situación?
Prefiero no lanzar la primera piedra
y no ser esclavo de mi propia acusación.
No voy a dañar o a criticar lo que Cristo
con Su sangre poderosa ya limpió.
No condenaré lo que Él ya redimió.