San Atanasio

Hechos 15, 7-21
Salmo 95, 1-3. 10

Jesús dijo a sus discípulos: Como el Padre me amó, así los he amado yo. Permanezcan en mi AMOR. Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto.
Este es mi mandamiento: Ámense los unos a los otros, como yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos.

Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre.
No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero.

Todo lo que pidan al Padre en mi Nombre, él se lo concederá.
Lo que yo les mando es que se amen los unos a los otros.


Es el amor de Dios el que da sentido a los pequeños compromisos cotidianos y también ayuda a afrontar las grandes pruebas. Esto es el verdadero tesoro del hombre. Ir adelante en la vida con amor, con ese amor que el Señor ha sembrado en el corazón, con el amor de Dios. Y esto es el verdadero tesoro. Pero, ¿el amor de Dios qué es? No es algo vago, un sentimiento genérico; el amor de Dios tiene un nombre y un rostro: Jesucristo. El amor de Dios se manifiesta en Jesús. Porque nosotros no podemos amar el aire. Amamos personas y amamos es Jesús, el don del Padre entre nosotros. Y es un amor que da valor y belleza a todo lo demás. Un amor que da fuerza a la familia, al trabajo, al estudio, a la amistad, al arte, a toda actividad humana. Y da sentido también a las experiencias negativas, porque nos permite este amor ir más allá de estas experiencias, de ir más allá, de no permanecer prisioneros del mal, sino que nos hace ir más allá, nos abre siempre a la esperanza. Así es, el amor de Dios y Jesús siempre se abre a la esperanza, ese horizonte de esperanza, al horizonte final de nuestro peregrinaje. Así también las fatigas y las caídas encuentran un sentido. También nuestros pecados encuentran un sentido en el amor de Dios, porque este amor de Dios en Jesucristo nos perdona siempre, nos ama tanto que nos perdona siempre. (Papa Francisco)


MÁXIMA
Donde hay amor, está Dios


Dios es espíritu, y quiere que los que lo adoren lo hagan en espíritu y verdad. Dios es Amor y no se lo honra más que cuando se lo ama. No se contenta con vanas palabras. Él quiere reinar en nuestro corazón. Es de nuestro corazón que deben salir las alabanzas que le tributamos. Que el suyo, queridos hijos, esté penetrado de los sentimientos que expresan las oraciones que le dirigen. (Charla sobre el primer mandamiento) 

Siento que respiro de ti
y de tu dulce aroma.
Siento que te veo
aunque mis manos no te tocan.
Aunque no te vea, sé que estás
aquí conmigo.
Tú me hablaste y me dijiste hijo.
hoy quiero conocer ese amor,
ese que en la cruz venció
y que nos ha salvado;
ese que su sangre derramó
y mis pecados perdonó.
Al Padre nos ha acercado.

Ese amor que solo tú me das,
ese amor que es incondicional,
ese que supera barreras
y me llena la vida entera.

Tu amor no se acaba.
Siempre tú estás conmigo.
Tu amor inagotable,
ese que le das a tus hijos.
Tu amor no se acaba.
Siempre tú estás conmigo…