Liturgia de las horas: Rezamos con el tema ORACIÓN
Hechos 16, 1-10Salmo 99, 1-3. 5
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: Si el mundo los odia, sepan que antes me ha odiado a mí.Si ustedes fueran del mundo, el mundo los amaría como cosa suya. Pero como no son del mundo, sino que yo los elegí y los saqué de él, él mundo los odia.Acuérdense de lo que les dije: el servidor no es más grande que su señor. Si me persiguieron a mí, también los perseguirán a ustedes; si fueron fieles a mi palabra, también serán fieles a la de ustedes. Pero los tratarán así a causa de mi Nombre, porque no conocen al que me envió.
Estamos advertidos: Seguir a Cristo no te hace popular; todo lo contrario. Desde que empiezas a tratar de corregir a tus hermanos y a poner en evidencia malos manejos, mentiras e injusticias, la gente te marca y empiezan a hablar mal de ti.Los cristianos somos molestos e incómodos para muchos, por eso se esfuerzan por hacernos parecer tontos, desinformados y descalificados para dar una opinión razonable y equilibrada. Sin tregua se hace apología al egoísmo, al hedonismo, a la falta de escrúpulos, a la corrupción y al relativismo.La riqueza, el lujo, el placer, el ocio, los privilegios, el abuso, la injusticia, las drogas, los robos, incluso el asesinato son pasados por agua tibia, si como resultado se obtiene una fortuna. La “supo hacer” se dice de quien es capaz de hacerse rico pasando por encima de cuanto sea necesario. Más aún, si encima pasa por bueno y justo, cuidando de no dar motivos para ser perseguido por la justicia o utilizando todos los recursos a su disposición, para cambiar fallos y sentencias. Todo el mundo quiere ser “feliz”, al estilo de las películas o la publicidad, consumiendo sin medida, y buscando toda clase de placeres y satisfacciones egoístas, sin importar los demás ni las consecuencias de sus actos. Parece que todo lo que se necesita es tener mucho, mucho dinero, porque sólo éste puede asegurar la consecución de todo lo que aparentemente da la felicidad. Por eso no se escatima esfuerzo, legal o ilegal, con tal de amasar la fortuna que permita adquirir todo sin medida ni restricción, pasando cualquier “obstáculo” que se pudiera interponer. Así es este mundo y la mayoría de nuestros hermanos están sumergidos y alineados a esta concepción. Impaciencia, temor y egoísmo, unidos a lo que conocemos como los pecados capitales, ensombrecen la verdad, tentándonos a asumir aquello que parece más fácil, más próximo, placentero y tangible. Sin la Gracia de la Fe y sin algún conocimiento de Jesucristo y/o las Escrituras en las que Dios nos sale al encuentro en cada paso, andamos como ciegos y resulta muy difícil sacrificarse y exponerse a perderlo todo en este mundo. Sin el horizonte que nos revela Jesucristo con su vida, muerte y resurrección, el sacrificio, el amor, el perdón y la misericordia no adquieren su verdadera significación. Sólo Dios es capaz de dar el verdadero sentido a nuestras vidas. Sólo en Él encontrará descanso nuestra alma, pero ello sólo es visible con los ojos de la fe. Es preciso creer para alcanzar la Vida Eterna. (Roguemos.org)
En aquel tiempo los arrastraban al cadalso, los arrojaban a las fieras en el anfiteatro para servir de diversión al populacho, los lanzaban por miles en el fondo de las minas y en las cárceles, les confiscaban sus bienes, los pisoteaban como lodo de las plazas públicas; y para celebrar los misterios prohibidos no tenían más refugio que las entrañas de la tierra.¿Qué decían sus perseguidores? Decían que propalaban doctrinas peligrosas; que su secta, como la llamaban, alteraba el orden y la paz pública; que, violadores de las leyes y enemigos del género humano, debilitaban el imperio al socavar la religión del mismo.Y en estas penurias, bajo esta opresión, ¿qué pedían? La libertad. Reclamaron el derecho de no obedecer sino a Dios, de servirlo y de adorarlo según su conciencia.Aunque se equivoquen en su fe, cuando otros les reclamen ese derecho sagrado, respétenlos, así como pidieron que los respetasen los paganos.Respétenlos para no manchar la memoria de sus confesores y para no profanar las cenizas de sus mártires. (Palabras de un creyente, XXVIII)
Sobre un mundo malherido he venido a traer fuego, sobre la tierra sombría como un carbón de tormento. Y cuánto desearía que estuviera ya ardiendo. Mi corazón enardece ante el dolor de mi pueblo, llamarada de justicia que desciende desde el cielo. Llama y acción se consumen, un río de lava ardiendo, es Cristo que vive en mí, un compromiso que es fuego. Como un fuego que se enciende para inflamar otros fuegos, Cristo ha puesto su morada en el fondo de mi pecho, quema mi alma, me devora. Mis palabras son incendio por los niños y los pobres que sollozan frente al templo. Si sufren hay que gritar: Dios quiere todo mi esfuerzo. Animado por el amor, urgido por el derecho, encierro en mi corazón la miseria de esos cuerpos abandonados al frío. Cómo dejar de quererlos si sonríen por la calle como Cristo verdadero, si se inflama como hoguera mi alma: llama, acción y fuego.