Hechos 16, 22-34Salmo 137, 1-3. 7-8
A la hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús dijo a sus discípulos: Ahora me voy al que me envió, y ninguno de ustedes me pregunta: ¿A dónde vas?Pero al decirles esto, ustedes se han entristecido.Sin embargo, les digo la verdad: les conviene que yo me vaya, porque si no me voy, el Paráclito (Espíritu) no vendrá a ustedes. Pero si me voy, se los enviaré.Y cuando él venga, probará al mundo dónde está el pecado, dónde está la justicia y cuál es el juicio.El pecado está en no haber creído en mí.La justicia, en que yo me voy al Padre y ustedes ya no me verán.Y el juicio, en que el Príncipe de este mundo ya ha sido condenado.
Una canción de Alberto Cortez dice: “Cuando un amigo se va queda un espacio vacío, que no lo puede llenar la llegada de otro amigo”. Pero en este caso, parece ser que el nuevo amigo que promete Jesús, el Espíritu Santo, sí puede llenar el corazón de consolación y de gozo. Él es el que nos impulsa a la acción a pesar de los tropiezos y fracasos, es quien está haciéndonos comprender el misterio de Dios presente en nuestras vidas, quien hace que conservemos los lazos más allá de las diferencias. Es el alma de nuestra vida y de nuestra misión.Muchas veces parece que los cristianos creemos que todo recae sobre nuestras espaldas, que los frutos son resultado de nuestra inteligencia, de nuestras estrategias bien fundamentadas y nos bajoneamos cuando algo no sale, porque nos sentimos fracasados. ¿Qué lugar dejamos al Espíritu de Dios? ¿Pensarían los mártires cristianos que habían fracasado porque sus enemigos los habían apresado? El Espíritu es quien lleva a la Iglesia y hace que las puertas del infierno no puedan con ella. A veces tiene que luchar más con los que estamos adentro que con los enemigos de afuera. Y si no, veamos la historia de nuestra querida comunidad cristiana a lo largo de los siglos. ¡Cuántos errores garrafales! Y a pesar de nosotros, Dios sigue actuando en la historia.Un buen lema para vivir: “Más velas y menos remos”. Dejemos que el Espíritu trabaje en nosotros, que sople libre y nos conduzca.
Ignoro, como tú, cuáles son los designios de Dios sobre nuestra congregación; pero sé que para que él la bendiga y se perpetúe, es necesario que todos estén animados por el espíritu de fe, humildad, de sencillez y de obediencia. Es lo que no dejo de pedirle para cada uno de ustedes. (al Hno. Julián Kerdavid, 1844)
MÁXIMAEl Espíritu nos guía
Ven,Espíritu, ven.Y lléname, Señor,con tu preciosa unción.Purifícame y lávame,renuévame,restáurame, Señor,con tu poderPurifícame y lávame,renuévame,restáurame, Señor.Te quiero conocer.