San Pacomio

Hechos 18, 1-8
Salmo 97, 1-4

Jesús dijo a sus discípulos: Dentro de poco, ya no me verán, y poco después, me volverán a ver.
Entonces algunos de sus discípulos comentaban entre sí: ¿Qué significa esto que nos dice: dentro de poco ya no me verán, y poco después, me volverán a ver?
Decían: ¿Qué es este poco de tiempo? No entendemos lo que quiere decir.
Jesús se dio cuenta de que deseaban interrogarlo y les dijo: Ustedes se preguntan entre sí qué significan mis palabras: Dentro de poco, ya no me verán, y poco después, me volverán a ver.
Les aseguro que ustedes van a llorar y se van a lamentar; el mundo, en cambio, se alegrará.
Ustedes estarán tristes, pero esa tristeza se convertirá en gozo.

Los amigos de Jesús no entienden mucho. Jesús les deja claro que no vino a sacarles los problemas de la vida, sino a darles sentido, horizonte. Ellos tendrán que sufrir y se los anticipa. No hay milagro que les asegure una vida fácil.

Hay toda una movida en nuestro mundo que nos da un mensaje muy diferente al de Jesús: Se admira a los ricos y poderosos y se sueña muchas veces con ganar la lotería para imitarlos. La fama y el poder son un imán y muchos los buscan sin importar los medios usados. Hacemos realidad, al menos en Argentina, lo que dice el tango Cambalache y se admira al vivo, aunque logre sus objetivos engañando. 

La alegría prometida por Jesús no es la de la riqueza, la del éxito, la de los que se sienten poderosos y que pueden manejar los hilos de la vida de muchos. Es una alegría producto de la presencia del buen Dios en el corazón. Cuando está Dios, y es experiencia de muchos, los problemas siguen estando, pero se viven de modo diferente. Hay esperanza, hay un amanecer seguro al término de la noche, hay un mañana mejor. Nuestra esperanza es que ‘todo terminará bien’, que el mal no vencerá y que habrá un cielo nuevo y una tierra nueva, donde reinará Dios.


MÁXIMA
Todo terminará bien


La herencia de ustedes es Dios y los tesoros de su eternidad. Si son encontrados dignos de sufrir por el nombre de Jesucristo, acepten, llenos de gozo, el cáliz de las humillaciones y de los dolores; bébanlo, si es necesario hasta el final; es la víspera del huerto de los Olivos; el bien amado estará detrás de ustedes para endulzarles las amarguras. ¡Oh! ¡Si supieran cómo los ama!” (S. VIII. Renovación de promesas sacerdotales. 29-10-1815)

Mientras haya un horizonte en esta tierra,
mientras no pierdas las ganas de reír,
mientras brille en nuestro cielo alguna estrella,
no te rindas, no te canses de vivir.

Todo va a ir bien, todo va a ir bien.
Todo, todo, todo, todo va a ir bien.

Mientras haya quien denuncie en las aceras
la injusticia, las promesas sin cumplir…
Mientras quede algún peldaño en tu escalera
no te pares, no lo dejes sin subir.

Mientras siga amaneciendo en cada aldea,
mientras falte una canción por escribir,
mientras sepas que aún te merece la pena
no te calles, no te quedes sin decir.

Todo va a ir bien, todo va a ir bien;
todo, todo, todo, todo va a ir bien.
Todo va a ir bien, todo va a ir bien,
de algún modo sé que todo, todo va a ir bien.

Hay ventanas en mitad de mi ciudad,
hay palabras en el aire, que nos hacen confiar,
Y certezas que nos dan la libertad,
que nos hablan de utopías, que contagian valentía,
que nos muestran un camino por andar.

Todo va a ir bien,
de algún modo, sé que todo,
todo va a ir bien.


San Pacomio (287-347) fue un soldado romano del siglo IV, reconocido como fundador del monacato cenobita cristiano. Se convirtió al cristianismo en el transcurso de un viaje a Alejandría, altamente impresionado por las buenas cualidades que pudo ver entre los cristianos de aquellas tierras, en especial la caridad. Fue entonces cuando decidió retirarse como ermitaño para llevar una vida de oración y austeridad, junto a uno de los templos de Serapis, que por aquel entonces se hallaba en ruinas. Pacomio estableció su primer monasterio entre el 318 y 323 en Tabennisi, Egipto. Su hermano mayor Juan se le unió y pronto más de 100 monjes vivían allí. Pacomio se dispuso a organizar estas celdas en una organización formal. Hasta entonces, el ascetismo cristiano había sido solitario o eremítico, y los monjes o monjas vivían en cabañas individuales o en cuevas y se reunían solamente para las misas ocasionales. Pacomio creó la comunidad u organización cenobita, en la cual los monjes o monjas vivían juntos y mantenían su propiedad en común, bajo el liderazgo de un abad o abadesa. Pacomio fue el primero en poner por escrito una regla. La primera versión estaba compuesta de oraciones conocidas y de uso general, como el Padre Nuestro. Los monjes debían rezarlas a diario. A medida que se desarrolló la comunidad, la regla se reelaboró con preceptos tomados de la Biblia. La Regla buscaba un balance entre oración y trabajo y entre la vida comunitaria y la soledad. El día se organizaba alrededor de la liturgia, con tiempo para el trabajo manual y las lecturas devocionales. Con esta regla monástica sentó las bases para lo que fuera más tarde el Ora et labora que proclamó San Benito. Pacomio murió el 9 de mayo de 348.