Misión

¡Cómo hablar de pasar el océano a personas que temen pasar un río para llevar los socorros de la religión a los pobres campesinos que hablan la misma lengua, que tienen las mismas costumbres, y que les llaman de la orilla opuesta! El espíritu de celo y de entrega se ha debilitado entre nosotros de modo prodigioso; cada uno quiere estar en su casa, en su parroquia, en su familia, y dormir en su cama (Carta del 26 de junio de 1815)

Jesús, tú has dicho:
dejen que los niños se acerquen a mí.
Tú me has inspirado
el deseo de dedicar mi vida
a los niños y jóvenes
para llevarlos a ti.
Dígnate bendecir mi vocación,
asísteme en todos mis trabajos de hoy.
Derrama sobre mí,
sobre todos mis hermanos
y sobre los que trabajamos
en esta obra educativa,
el Espíritu de fuerza,
e caridad y de humildad
para que nada nos aparte de tu servicio.
Haz que hoy cumpla con celo
el ministerio educativo
al que me has consagrado.
Hazme perseverar hasta el fin
para alcanzar así la salvación
que nos has prometido.

Tengo una invitación
para continuar la historia
de mi vida y de los demás
para transformar este mundo
en mi hogar para amar.

Yo lo escuché y digo que sí
a sus palabras que llegaron a mi alma.

Yo los envío,
son parte de esta historia (bis)

Vamos creando lazos
con Jesús a nuestro lado
sintiéndonos hermanos,
caminando a la frontera sin dudar
para amar.

Menesiano, vení, digamos que sí,
a escribir otra página en la historia.

Antífona 1
Piensa que Jesucristo ha derramado su sangre para la salvación de cada uno de estos pobres niños que te han sido confiados.

Sugerencia: presentar al Señor algunos niños y/o jóvenes por los que queremos rezar especialmente.

Salmo 95
El Señor, rey y juez del mundo

Canten al Señor un cántico nuevo,
canten al Señor, toda la tierra;
canten al Señor, bendigan su nombre,
proclamen día tras día su victoria.

Cuenten a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones;
porque es grande el Señor, y muy digno de alabanza,
más temible que todos los dioses.

Pues los dioses de los gentiles son apariencia,
mientras que el Señor ha hecho el cielo;
honor y majestad lo preceden,
fuerza y esplendor están en su templo.

Familias de los pueblos, aclamen al Señor,
aclamen la gloria y el poder del Señor,
aclamen la gloria del nombre del Señor,
entren en sus atrios trayéndole ofrendas.

Póstrense ante el Señor en el atrio sagrado,
tiemble en su presencia la tierra toda;
digan a los pueblos: «El Señor es rey,
él afianzó el orbe, y no se moverá;
él gobierna a los pueblos rectamente.»

Alégrese el cielo, goce la tierra,
retumbe el mar y cuanto lo llena;
vitoreen los campos y cuanto hay en ellos,
aclamen los árboles del bosque,

delante del Señor, que ya llega,
ya llega a regir la tierra:
regirá el orbe con justicia
y los pueblos con fidelidad.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 1
Piensa que Jesucristo ha derramado su sangre para la salvación de cada uno de estos pobres niños que te han sido confiados.


Antífona 2
Cumple tus funciones con gran celo y gran amor: qué dicha, qué gloria para ti haber sido llamado a cuidar de estos niños.

Consuelen a mi pueblo

Consolad a mi pueblo, dice el Señor,
hablad al corazón del hombre.  
Gritad que mi amor ha vencido  
preparad el camino, que viene tu Redentor.

Yo te he elegido para amar
te doy mi fuerza y luz para guiar.
Yo soy consuelo en tu mirar
gloria a Dios. (bis
)

Consolad a mi pueblo, dice el Señor,
sacad de la ceguera a mi pueblo.
Yo he sellado contigo alianza perpetua 
yo soy el único Dios.

Consolad a mi pueblo, dice el Señor,
Mostradles el camino de libertad.
Yo les daré fuertes alas,
transformaré tus pisadas 
en sendas de eternidad.

Antífona 2
Cumple tus funciones con gran celo y gran amor: qué dicha, qué gloria para ti haber sido llamado a cuidar de estos niños.


Oh, Dios mío, acaba tu obra; salva a estos niños que nos son tan queridos. Tú los has rescatado con el precio de tu sangre; de buena gana daremos la última gota de la nuestra para salvarlos. Pobres niños, los amaremos tanto más cuanto mayores sean los peligros que les amenazan. Contaremos una a una estas tiernas ovejas que has puesto bajo nuestra custodia y las defenderemos de los ataques, sin cesar renovados, a los que están expuestos. Oh Dios mío, protégelos; protégenos a todos; no esperamos nada de los hombres; en Ti sólo nuestra esperanza; no será confundida (A los sacerdotes de Saint-Méen, 1825).

Bendito seas, Señor,
que nos convocas a tu mesa,
a todos sin distinción
de riqueza o de pobreza,
bendito seas por no querer
a ninguno fuera,
por cuidar y amar a quien
no quiere sentarse en ella.

Bendito seas, Señor,
misterio de luz y vida,
que tocas la oscuridad
e iluminas cada día,
bendito sea tu nombre
que «re-crea» la justicia
enalteciendo al humilde
y ensalzando a quien «no brilla».

Bendito seas, señor,
diré siempre bien tu nombre
porque nunca abarcaré
el inmenso amor que esconde.
Bendito seas, señor
de los pequeños y humildes,
bendito sea tu amor
que engrandece y hace libre.

Bendito seas, Señor,
por todo lo recibido,
bendito seas por todo
lo que hemos compartido,
por mostrarnos con tu vida
que «perder» es un camino
para encontrarse a sí mismo,
y a la vez, crecer contigo.

Bendito seas, Señor,
diré siempre bien tu nombre
porque nunca abarcaré
el inmenso amor que esconde.
Bendito seas, Señor
de los pequeños y humildes,
bendito sea tu amor
que engrandece y hace libre.

Antífona
Hermano, ¿dónde estás? He aquí los niños que te piden que les enseñes la doctrina de la salvación. Ellos piden el pan de la vida y no hay nadie para partírselo.

A cada intención respondemos:

Señor, ¡Aquí estoy!

.- Edúcanos en la disponibilidad.

.- Que vivamos siempre con la mirada atenta a los más pequeños.

.- Que nuestras manos y pies estén siempre dispuestos para servirte.

.- Que descubramos en el hoy de la historia tus nuevas llamadas y que digamos…

.- Que estemos más atentos a tus llamadas que a nuestros proyectos.

Señor, dígnate bendecir mi vocación, asísteme en todos mis trabajos de hoy. Derrama sobre mí, sobre todos mis hermanos y sobre los que trabajamos en esta obra educativa, el Espíritu de fuerza, de caridad y de humildad para que nada nos aparte de tu servicio. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.