San Isidro Labrador


Hechos 20, 28-38
Salmo 67, 29-30. 33-36

A la hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús, levantando los ojos al cielo, exclamó:
Padre Santo, manifesté tu Nombre a los que separaste del mundo para confiármelos. Eran tuyos y me los diste, y ellos fueron fieles a tu palabra. Ya no estoy más en el mundo, pero ellos están en él; y yo vuelvo a ti.
Padre santo, cuida en tu Nombre a aquellos que me diste, para que sean uno, como nosotros. Mientras estaba con ellos, cuidaba en tu Nombre a los que me diste. Yo los protegía y no se perdió ninguno de ellos, excepto el que debía perderse, para que se cumpliera la Escritura.
Pero ahora voy a ti, y digo esto estando en el mundo, para que mi gozo sea el de ellos y su gozo sea perfecto.
Yo les comuniqué tu palabra, y el mundo los odió porque ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
No te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del Maligno. Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
Conságralos en la verdad: tu palabra es verdad.
Así como tú me enviaste al mundo, yo también los envío al mundo.
Por ellos me consagro, para que también ellos sean consagrados en la verdad.

En estos días previos a la Fiesta de Pentecostés, nos ilumina este hermoso texto del Evangelio de Juan, una parte de la oración sacerdotal de Jesús.

Jesús intercede como Hijo al Padre, pide al Padre que cuide a sus amigos. Preocupado por ellos quiere que sean cuidados, asistidos, defendidos, protegidos del mundo, del maligno. Jesús pide al Padre que los cuide (guarde) en su nombre, para que ninguno se pierda, que los defienda del maligno., que sean suyos por la verdad, que los Santifique.

 Jesús sabe que hay que caminar en el mundo, anunciar su Vida, ser sus discípulos sin quedar contaminados, por eso ora, pide por ellos, les promete su Espíritu. También hoy sigue orando, pidiendo por vos, por mí, por todos sus discípulos. Qué bueno y reconfortante es renovar la certeza de que Jesús se ocupa de sus discípulos, de aquellos que quieren permanecer en Él.

Interesante por otro parte, descubrir y aceptar que no es sencillo ser discípulos del Señor, que hay que tener cuidado, ser prudente, ser humilde. Ser discípulos en el mundo, (trabajo, facultad, colegio, noviazgo, familia, amigos, sociedad) teniendo cuidado de no contaminarnos con la mentira, con una vida light que admite las transgresiones, que se hace corrupta. No contaminarnos del desánimo o del triunfalismo, de una vida sin ideales grandes.

Encomendemos nuestra vida a la oración de Jesús, a la oración de nuestros hermanos, siguiendo la invitación del Papa Francisco: Jóvenes, pongan en juego sus vidas, por grandes ideales, permanezcan estables en el camino de la Fe con una firme esperanza en el Señor. Él nos da el valor para caminar contracorriente, esto hace bien al corazón, pero hay que ser valientes”.

Confíame, Señor, a tu Palabra, santifícame en tu verdad, para que camine siempre tus caminos; sigue orando por nosotros, regálanos tu Espíritu Santo. (P. Cristian Salomón)


MÁXIMA
Dios no nos abandona


Cuando pienso en los peligros que los amenazan, las seducciones de todo tipo de las cuales estarán rodeados; cuando recuerdo que sólo quien persevere hasta el fin se salvará, y al mismo tiempo considero su superficialidad, su inconstancia, su debilidad, mi alma se conmueve y se abate. Pobres hijos, me gustaría que pudiéramos estar constantemente con ustedes para protegerlos, prevenir sus caídas, defenderlos contra los enemigos de su seguridad y su bien. Pidan en este momento todas las gracias que necesitan para perseverar en la virtud y en su amor; él no puede negarles nada”. (SIII, 130)

Escucha el sonido
que nace del alma,
atiende al canto de Dios.
Baila la danza
que pide tu entraña,
al ritmo que ha puesto tu Dios.

Abre los ojos y vive confiada
sintiendo intenso el amor.
Descubre presente
su fuerza en tu vida
impulsando tu corazón.

Pasea descalza la tierra sagrada
vivida con pasión.
Vuela confiada
atraviesa huracanes
contigo está tu Señor.

Crea caminos,
expresa tus sueños,
resiste frente al dolor.
Respira profundo,
la vida te espera,
a tu lado está tu Señor.

Escucha el sonido
que nace del alma,
atiende al canto de Dios.

San Isidro Labrador (1080-1130 aprox) Fue un humilde labrador del área de Madrid y alrededores, que junto con su esposa María Toribia, también santa, llevó una vida humilde, de trabajo, oración y caridad. Su fama de santidad hizo que muy pronto le rindiera culto la gente sencilla del pueblo y que se iniciara el proceso para llevarlo a los altares, hecho que sucedió en 1622.