Santiago 4, 13-16Salmo 48, 2-3. 6-11
En aquel tiempo Juan le dijo: Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu Nombre, y tratamos de impedírselo porque no es de los nuestros.Pero Jesús les dijo: No se lo impidan, porque nadie puede hacer un milagro en mi Nombre y luego hablar mal de mí. Y el que no está contra nosotros, está con nosotros.
Juan y los demás discípulos manifiestan una actitud de cerrazón frente a un suceso que no entra en sus esquemas, en este caso la acción, aunque sea buena, de una persona «externa» al círculo de seguidores. Sin embargo Jesús aparece muy libre, plenamente abierto a la libertad del Espíritu de Dios, que en su acción no está limitado por ningún confín o algún recinto. Jesús quiere educar a sus discípulos, también a nosotros hoy, en esta libertad interior. Nos hace bien reflexionar sobre este episodio, y hacer un poco de examen de conciencia. La actitud de los discípulos de Jesús es muy humana, muy común, y lo podemos encontrar en las comunidades cristianas de todos los tiempos, probablemente también en nosotros mismos. De buena fe, con celo, se quiere proteger la autenticidad de cierta experiencia. Pero al mismo tiempo está el temor de la «competencia» —esto es feo: el temor de la competencia—, que alguno pueda robar nuestros seguidores, y entonces no se logra apreciar el bien que los otros hacen: No va bien porque «no es de los nuestros», se dice. Es una forma de autorreferencialidad. Es más, aquí está la raíz del proselitismo. Y la Iglesia —decía el Papa Benedicto— no crece por proselitismo, crece por atracción, es decir crece por el testimonio dado a los demás con la fuerza del Espíritu Santo.Jesús hoy nos llama a no pensar según las categorías de «amigo/enemigo», «nosotros/ellos», «quien está dentro/quien está fuera», «mío/tuyo», sino para ir más allá, a abrir el corazón para poder reconocer su presencia y la acción de Dios también en ambientes insólitos e imprevisibles y en personas que forman parte de nuestro círculo. Se trata de estar atentos más a la autenticidad del bien, de lo bonito y de lo verdadero que es realizado, que al nombre y a la procedencia de quien lo cumple. Y -como nos sugiere la parte restante del Evangelio de hoy- en vez de juzgar a los demás, debemos examinarnos a nosotros mismos, y «cortar» sin compromisos todo lo que puede escandalizar a las personas más débiles en la fe. Que la Virgen María, modelo de dócil acogida de las sorpresas de Dios, nos ayude a reconocer los signos de la presencia del Señor en medio de nosotros, descubriéndolos allá donde Él se manifieste, también en las situaciones más impensadas y raras. Que nos enseñe a amar nuestra comunidad sin envidias y clausuras, siempre abiertos al amplio horizonte de la acción del Espíritu Santo. (Francisco, Domingo, 30 de septiembre de 2018)
MÁXIMALas diferencias nos enriquecen
Evitemos, con mucho cuidado, en nuestros contactos con los hombres, toda clase de extravagancia, teniendo mucho cuidado de no asustarlos con una apariencia excesivamente severa; hablarles dulcemente; aceptar sus debilidades, diría, respetar sus defectos; no sabríamos tomar demasiadas precauciones para no acabar de romper la caña ya cascada, para no apagar la mecha que humea todavía. (M 17 –18)
Caminar en tus zapatosaunque sea sólo un rato,para darme cuenta cómo ves la vida.Aunque pienses diferente,aun así, puedo quererte,sin volverme juez de todo lo que opinas.Prueba y ya verás.Vamos a cantar por más amor,para que esté mundo sea un lugar mejor.Desde China hasta Argentinase sabrá qué hay un Dios de amorsi nos amamos más.Luego de andar un ratocaminando en tus zapatos,me di cuenta lo que duele ser juzgado;que en silencio has lloradocuando te deje de lado…¿Puedes darme otra oportunidady recomenzar?Vamos a cantar por más amorpara que esté mundo sea un lugar mejor.Desde China hasta Argentina se sabráqué hay un Dios de amorsi nos amamos más.De España hasta Japón, ¡hey!de Australia al Ecuador, ¡hey!América se unió, ¡hey!para cantarlo.París y Nueva York, ¡hey!San Pablo y Hong Kong, ¡hey!El Cairo y México, ¡hey!van a escucharlo…