Deuteronomio 4, 32-34.39-40Salmo 32, 4-6.9.18-20.22Romanos 8, 14-17
Los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado. Al verlo, se postraron delante de Él; sin embargo, algunos todavía dudaron.Acercándose, Jesús les dijo: Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo.
Hoy en la fiesta de la Santísima Trinidad la Iglesia nos regala este precioso texto de Mateo que encontramos al final de su evangelio. Texto de envío. Texto que nos señala dónde encontrar a Dios, cuál es la reacción de los discípulos de ayer y de hoy ante su presencia, cuál es su mandato en favor de todos los pueblos y la garantía de éste.Podríamos dividir el texto así: a) indicación geográfica: vuelta a Galilea (28,16); b) aparición de Jesús y reacción de los discípulos (28,17); c) las últimas órdenes de Jesús (28,18-20ª) y d) la gran promesa, fuente de toda esperanza (28,20b).Todo comenzó en Galilea (no en el centro del poder político, religioso, económico, sino en el interior). Fue allí donde los discípulos oyeron la primera llamada y allí Jesús prometió reunirlos de nuevo, después de la resurrección. En Lucas, Jesús prohíbe a los suyos que salgan de Jerusalén. En Mateo, la orden consiste en salir de Jerusalén y retornar a Galilea.Cada evangelista tiene su modo particular de presentar la persona de Jesús y su proyecto. Para Lucas, tras la resurrección de Jesús, el anuncio de la Buena Noticia debe comenzar en Jerusalén para poder llegar desde allí a todos los confines de la tierra. Para Mateo, el anuncio comienza en la Galilea de los paganos para prefigurar así la universalidad de la salvación proclamada desde las bases, desde los márgenes, desde la interculturalidad. Los discípulos debían ir hacia la montaña que Jesús les había mostrado. La montaña evoca el Monte Sinaí, donde se había llevado a cabo la primera Alianza y donde Moisés recibió las tablas de la Ley de Dios. Evoca la montaña de Dios, donde el profeta Elías se retiró para redescubrir el sentido de su misión. Evoca también la montaña de la Transfiguración, donde Moisés y Elías, es decir, la Ley y los Profetas, aparecieron junto a Jesús, confirmando que Él era el Mesías prometido.En sus últimas palabras Jesús transmite tres órdenes a los discípulos y a todos nosotros: ci) vayan, pues, y hagan discípulos a todas las gentes; cii); bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo ciii) y enseñándoles a guardar todo lo que yo les he mandado.Hacer discípulos es el mandato. Hacer discípulos tiene dos vías de concreción. La primera bautizando en nombre de la Trinidad y la segunda enseñándoles a guardar (vivir) su Palabra. El hacer discípulos es un proceso que implica sumergirse en la Trinidad (comunión) y vivir el mandato de Jesús. Sumergirse en la Trinidad es vivir las relaciones como el Padre, el Hijo y el Espíritu las viven, es decir en comunión y guardar y cumplir lo que Jesús ha mandado (ámense unos a otros como yo los he amado, lávense los pies unos a otros, hagan esto en memoria mía, etc.).Hacer discípulos en menesiano sería ‘dar a conocer y amar a Jesucristo’, para eso fundaron las escuelas Juan María y Gabriel. Esa es la misión de la Familia menesiana, la misión de todo discípulo y discípula. ¿Son nuestras escuelas plataformas de anuncio de Jesús? ¿Lo damos a conocer? ¿Lo amamos? ¿Somos discípulos o señores?Para nosotros, cristianos, Jesús es la Nueva Ley de Dios, proclamada desde lo alto de la montaña. Jesús ha sido elegido por el Padre como el nuevo Moisés, cuya palabra es Ley para nosotros: ‘Escúchenlo’. El Espíritu nos recordará todo lo que Él nos ha enseñado. La vivencia de la Ley del amor es el mandato hasta el final de los tiempos, porque Dios es amor trino.Cuando Moisés fue enviado a liberar a Israel de Egipto, recibió de Dios una certeza, la única certeza que ofrece una total garantía: ‘Ve, ¡Yo estaré contigo!’. Y esta misma certeza les fue dada a los profetas. María la recibió de parte del ángel: ‘El Señor está contigo’. Jesús, en persona, es la expresión viva de esta certeza, porque su nombre es Emmanuel, Dios con nosotros. Él estará con sus discípulos, con todos nosotros, hasta el final de los tiempos. Esta es la garantía de futuro para todos nosotros: Yo estoy con ustedes.
Jesús y los suyos: Jesús los invita a salir del centro (Jerusalén) y a regresar a Galilea (a la frontera). Jesús sale antes que ellos pues los espera allá. El maestro sigue siendo ejemplo para sus discípulos. En Galilea empezó todo y desde allí los quiere enviar al todo (al mundo). Jesús quiere que contagien al mundo por medio del bautismo y la enseñanza que Dios es relación, es Trinidad. Con ellos estuvo y con ellos estará siempre. Es el garante de la misión. No hay otro.
Dejen su país, su familia; sacrifiquen todo; vayan a enseñar a esos niños que piden el pan de la instrucción y que están expuestos a perecer porque no hay nadie que lo rompa y se lo distribuya. (Sermones VII p. 2242.)
Canta y alaba al SeñorÉl nos ha dicho su Nombre:Padre y Señor para el hombre,Vida, Esperanza y Amor.Canta y alaba al Señor,Hijo del Padre hecho hombre,Cristo Señor es su Nombre,Vida, Esperanza y Amor.Canta y alaba al Señor,Divino don para el hombre.Santo Espíritu es Nombre,Vida, Esperanza y Amor.Canta y alaba al Señor,Él es fiel y nos llama,Él nos espera y nos ama,Vida, Esperanza y Amor.