Martes de la octava semana durante el año

1º Pedro 1, 10-16
Salmo 97, 1-4


Evangelio: Marcos 10, 28-31

Pedro le dijo: Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.
Jesús respondió:
Les aseguro que el que haya dejado casa, hermanos y hermanas, madre y padre, hijos o campos por mí y por la Buena Noticia, desde ahora, en este mundo, recibirá el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas, madres, hijos, campos, en medio de las persecuciones; y en el mundo futuro recibirá la Vida eterna. Muchos de los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros.

Luego del encuentro de Jesús con el joven rico, que se fue triste porque tenía muchos bienes y no se animó a seguirlo, Jesús promete su recompensa a quienes hayan dejado todo por Él y por la buena Noticia.

Seguir a Jesús, siempre será confiar en su Palabra, dejar las redes, todo aquello que nos da una aparente seguridad para experimentar su presencia constante, la vida siempre providente de Dios.
“Les aseguro que todos aquellos que hayan dejado casa, hermanos y hermanas, Madre y Padre, hijos o campos por mí y por la buena Noticia, desde ahora, en este mundo, recibirá el ciento por uno…y la Vida Eterna.”
Esta es la apuesta y promesa de Jesús que siempre sobreabunda en generosidad. Después de tanto amor recibido por parte de Él y sin ningún mérito de nuestra parte y aunque para muchos parezca loco, que bueno poder responder al Señor, con un corazón generoso y confiado, poniendo toda nuestra vida al servicio de Él y la Buena noticia.

Santa Teresa de Jesús decía: “Dios no fuerza nuestra voluntad, toma lo que le damos; más no se da del todo, hasta que no nos damos del todo”.

Señor que podamos al igual que Pedro y tus discípulos decirte siempre: “Señor, tú sabes que nosotros lo hemos dado todo y te hemos seguido”.


MÁXIMA
Dios no se deja ganar en generosidad


Señor, Dios todopoderoso dígnate derramar tu espíritu sobre este servidor que se consagra a tu servicio en esta Congregación: haz que ayudado por tu gracia, merezca llegar al reino de los cielos con los niños que le serán confiados.

Me enseñó la arena que mi huella dejaré
y que no serán mis pies los que me guíen.
Aprendí del tiempo que no lo puedo tener,
que lo pienso y ya se fue, sin que lo mire.
Y, más que perderlo, quiero tiempo ganar,
compartiendo amor que dure una eternidad.

Voy donde me digas, si tú vas.
Tu palabra, mi camino alumbrará.
Puede llover, pero mi fuego no se apagará.
Dame una montaña, un lugar,
dame una ciudad que quieras conquistar
y allí estaré, cuenta conmigo.

Tuyas son mis horas, tuyo es todo lo que ves,
imperfecto, tal cual es, pero te sigo.
Tuyas son mis fuerzas, tómame como a Caleb,
y en la guerra cúbreme, escudo mío.
Tu llamado es claro y es hermosa tu voz.
Mi Señor, te entrego todo mi corazón.