San Pablo VI

1º Pedro 1, 18-25
Salmo 147, 12-15. 19-20

Mientras iban de camino para subir a Jerusalén, Jesús se adelantaba a sus discípulos; ellos estaban asombrados y los que lo seguían tenían miedo. Entonces reunió nuevamente a los Doce y comenzó a decirles lo que le iba a suceder:
Ahora subimos a Jerusalén; allí el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas. Lo condenarán a muerte y lo entregarán a los paganos: ellos se burlarán de él, lo escupirán, lo azotarán y lo matarán. Y tres días después, resucitará.
Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron: Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir.
Él les respondió: ¿Qué quieren que haga por ustedes?
Ellos le dijeron: Concédenos sentarnos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria.
Jesús le dijo: No saben lo que piden. ¿Pueden beber el cáliz que yo beberé y recibir el bautismo que yo recibiré?
Podemos, le respondieron.
Entonces Jesús agregó: Ustedes beberán el cáliz que yo beberé y recibirán el mismo bautismo que yo. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes han sido destinados.
Los otros diez, que habían oído a Santiago y a Juan, se indignaron contra ellos.

Jesús los llamó y les dijo: Ustedes saben que aquellos a quienes se considera gobernantes, dominan a las naciones como si fueran sus dueños, y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos. Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud.

Juan y Santiago, le piden sentarse, en su gloria, uno a su derecha y otro a su izquierda, lo que provocó una discusión entre los demás sobre quién era el más importante en la Iglesia. La tentación de los discípulos es la misma de Jesús en el desierto, cuando el demonio se había acercado para proponerle otro camino. […]

Una Iglesia que solo piensa en los triunfos, en los éxitos, que no sabe aquella regla de Jesús: la regla del triunfo a través del fracaso, el fracaso humano, el fracaso de la Cruz. Y esta es una tentación que todos tenemos.

Recuerdo que una vez, que estaba en un momento oscuro de mi vida espiritual y le pedía una gracia al Señor. Luego me fui a predicar los ejercicios a unas religiosas y el último día se confiesan. Y vino a confesarse una monja anciana, con más de ochenta años, pero con los ojos claros y brillantes: era una mujer de Dios. Al final vi en ella a una mujer de Dios, a la que le dije: «Hermana, como penitencia, ore por mí, porque necesito una gracia. Si usted se lo pide al Señor, me la concederá con toda seguridad». Se detuvo un momento, como si orara, y me dijo: «Claro que el Señor le dará la gracia, pero no se engañe: lo hará a su divina manera». Esto me hizo muy bien. Sentir que el Señor siempre nos da lo que pedimos, pero a su divina manera. Y la divina manera es hasta el extremo. La divina manera consiste en la cruz, pero no por masoquismo: ¡no, no! Sino por amor. Por amor hasta el extremo».

Pidamos al Señor la gracia de no ser una iglesia a mitad de camino, una Iglesia triunfalista, de grandes éxitos, sino de ser una Iglesia humilde, que camina con decisión, como Jesús. Adelante, adelante, adelante… Un corazón abierto a la voluntad del Padre, como Jesús. Pidamos esta gracia. (Papa Francisco, 29 de mayo de 2013).


MÁXIMA
El que quiera ser grande, que sirva a los demás.


Todos los cristianos han recibido esta vocación. Ninguno de nosotros entrará en el seno de Dios si no ha llegado a ser conforme a la imagen de su Hijo, como nos lo dice él mismo, que él ha puesto toda su complacencia. Y para elevar hasta él a todas las miserables criaturas, es necesario que encuentre en ellas los rasgos, y si puedo decirlo así, la figura, la huella viviente de Aquél a quien ha engendrado antes de todos los siglos.” Esto nos pide ser más conformes, cada día con Jesucristo.

Amaneció,
el sol calienta el rocío,
el agua deja la fuente,
riega la tierra y se va.
Sopla el viento a la flor
invitando a que comparta su color,
y la tierra la recibe.
Y ahora te toca a vos.

Ser hermano, ser amigo,
compañero de camino,
ser el padre, ser la madre
de ese sol
que te invita cada día
a ser mejor,
al servicio de la vida.

Hay manos que sostienen con amor
manos que acarician el dolor,
manos que se tienden para dar,
manos que te hacen caminar,
personas que saben
que ese vino era
simplemente agua
y Jesús la transformó.
Y ahora te toca a vos…

El mar necesita de los ríos,
la vida necesita de nosotros.
Y aquel dispuesto a todo,
también tuvo que aprender,
también tuvo que dejar
aunque no lo pueda comprender
que su maestro le lave los pies.
Y ahora te toca a vos…