Oseas 11, 1.3-4. 8-9Isaías 12, 2-6 (Salmo)Efesios 3, 8-12. 14-19
Era el día de la Preparación de la Pascua. Los judíos pidieron a Pilato que hiciera quebrar las piernas de los crucificados y mandara retirar sus cuerpos, para que no quedaran en la cruz durante el sábado, porque ese sábado era muy solemne.Los soldados fueron y quebraron las piernas a los dos que habían sido crucificados con Jesús. Cuando llegaron a él, al ver que ya estaba muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con la lanza, y en seguida brotó sangre y agua.El que vio esto lo atestigua: su testimonio es verdadero y él sabe que dice la verdad, para que también ustedes crean.Esto sucedió para que se cumpliera la Escritura que dice: «No le quebrarán ninguno de sus huesos».Y otro pasaje de la Escritura, dice: «Verán al que ellos mismos traspasaron».
Señor, tu Evangelio testifica que de tu Corazón brotaron sangre y agua, porque diste hasta la última gota por nuestra salvación. Guía esta oración para que no deje pasar este torrente de amor; ilumíname para que encuentre el sentido de mi vida a través de tu Sagrado Corazón.Este amor, esta fidelidad del Señor manifiesta la humildad de su corazón. Jesús no vino a conquistar a los hombres como los reyes y los poderosos de este mundo, sino que vino a ofrecer amor con mansedumbre y humildad. Así se definió a sí mismo: “Aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón”. El sentido de la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, que celebramos hoy, es que descubramos cada vez más y nos envuelva la fidelidad humilde y la mansedumbre del amor de Cristo, revelación de la misericordia del Padre. Podemos experimentar y gustar la ternura de este amor en cada estación de la vida: en el tiempo de la alegría y en el de la tristeza, en el tiempo de la salud y en el de la enfermedad y la dificultad. La fidelidad de Dios nos enseña a acoger la vida como acontecimiento de su amor y nos permite testimoniar este amor a los hermanos mediante un servicio humilde y manso. (Papa Francisco, 27 de junio de 2014).
MÁXIMASagrado de Corazón de Jesús, en Ti confío.
Siento, querida hija, que tus penas son muy grandes, y ciertamente tu corazón debe estar herido. La situación de tu familia es cruel y transforma la tuya en extremadamente difícil y dolorosa. En el dulce seno de Dios y en el adorable Corazón de Jesús tendrás que buscar la fuerza y el consuelo que tanto necesitas. Allí lo encontrarás, hija mía, y tengo la dulce confianza de que Nuestro Señor, al cargarte con esta cruz, te hará gustar la unción celeste. “Bienaventurados los que lloran, nos dice; yo les doy mi paz, no como la da el mundo”. (A la srta. Jallobert A. I 299)
Rendido a tus pies, oh Jesús mío,te pido humildemente amarte,servirte y serte fiel…Mira que soy pobre, oh buen Jesús.Soy débil y necesito apoyarme en Tipara no caer…A las puertas de tu corazónvengo, llamo y espero, oh Señor,y del mío te hago decidida entrega.Tómalo y dame a cambiolo que me lleve a la eternidad, oh Señor.Señor, quiero hacer tu voluntadY Tú me dices, «Ánimo, no temas, que soy Yo».Oh, Sagrado Corazón, sé todo para mí.No busque yo consuelo más que en Ti.Sé Tú mi refugio,quiero esconderme en tu corazón.y del mío te hago decidida entrega.Tómalo y dame a cambiolo que me lleve a la eternidad, oh Señor.