1 Reyes 18, 20-39Salmo 15, 1-2. 5. 8. 11
Jesús dijo a sus discípulos: No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Les aseguro que no desaparecerá ni una i ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se realice. El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos.
Jesús revoluciona y sacude fuertemente aquella mentalidad cerrada por el miedo y recluida en los prejuicios. Él, sin embargo, no deroga la Ley de Moisés, sino que la lleva a plenitud, declarando, por ejemplo, la ineficacia contraproducente de la ley del talión; declarando que Dios no se complace en la observancia del Sábado que desprecia al hombre y lo condena; o cuando ante la mujer pecadora, no la condena, sino que la salva de la intransigencia de aquellos que estaban ya preparados para lapidarla sin piedad, pretendiendo aplicar la Ley de Moisés.Jesús revoluciona también las conciencias en el Discurso de la montaña abriendo nuevos horizontes para la humanidad y revelando plenamente la lógica de Dios. La lógica del amor que no se basa en el miedo sino en la libertad, en la caridad, en el sano celo y en el deseo salvífico de Dios, Nuestro Salvador, “que quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”. “Misericordia quiero y no sacrificio”» (Homilía de S.S. Francisco, 15 de febrero de 2015).Toda esa tremenda legislación se convirtió en una carga demasiado pesada. Los mismos judíos experimentan esta casi insuperable dificultad. Ser un hombre perfecto, como Dios lo quiere, sin estar unido verdaderamente a Dios desde el interior, es una tarea imposible.Los actos externos, el culto, los ritos y todos los sacrificios, no pueden todo unido llegar al valor de un simple acto de contrición, de una simple y sencilla oración que nace del corazón y que diga: «Señor, ten piedad de mí, porque soy un pecador… un corazón contrito y humillado tú, Oh Dios, no lo desprecias», dice el salmo. Cuántos se habían olvidado de esto en aquellos tiempos, y cuántos hoy pensamos que para tranquilizar la conciencia basta un acto externo, una limosna, o ni siquiera eso… Hemos adaptado tanto a nuestro antojo la ley de Dios que su contenido casi ha desaparecido o nos contentamos con «decir algo a Dios de vez en cuando»…El camino de una verdadera conversión interior, es el de un leal esfuerzo por interiorizar nuestra experiencia y relación con Él, pero sin dejar de aprovechar las riquezas espirituales de la Iglesia, sobre todo a través de los sacramentos. Ahí encontraremos al Señor siempre que le busquemos. Su espíritu está ahí presente y actúa por encima de las instituciones y de las personas… Yo estaré con vosotros hasta el final del mundo…
MÁXIMALa ley sola no basta
En este tiempo más que nunca necesitamos espíritus maduros, capaces de tomar una resolución, que sepan tomar partido y que una vez que han conocido la vía derecha, no cambian porque prueben un disgusto, o porque les dan malos consejos. Necesitamos almas fuertes, que estén por encima de un disgusto, de un obstáculo, de un peligro o de su propia debilidad. Necesitamos personas sensatas que no se conducen por capricho, sino por reglas de fe y que no comienzan a construir para abandonar el edificio sin acabar. Necesitamos, en una palabra, Hermanos (Menesianos) llenos del espíritu de sacrificio, que no tengan más que un pensamiento y un deseo: el deseo de ganar el cielo dándose a Dios sin reservas y sin vuelta, inmolándose cada día por su gloria” (A 32)
Danos un corazón grande para amar.Danos un corazón fuerte para luchar.Hombres nuevos, creadores de la historia,constructores de nueva humanidad.Hombres nuevos que viven la existenciacomo riesgo de un largo caminar.Hombres nuevos, luchando en esperanza,caminantes, sedientos de verdad.Hombres nuevos, sin frenos ni cadenas,hombres libres que exigen libertad.Hombres nuevos, amando sin fronteras,por encima de razas y lugar.Hombres nuevos, al lado de los pobres,compartiendo con ellos techo y pan.