Viernes de la 10ª semana durante el año

1 Reyes 19, 8-9. 11-16
Salmo 26, 7-9. 13-14

Jesús dijo a sus discípulos: Ustedes han oído que se dijo: «No cometerás adulterio».
Pero yo les digo: El que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón.
Si tu ojo derecho es para ti una ocasión de pecado, arráncalo y arrójalo lejos de ti: es preferible que se pierda uno solo de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado a la Gehena.
Y si tu mano derecha es para ti una ocasión de pecado, córtala y arrójala lejos de ti; es preferible que se pierda uno solo de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado a la Gehena.
También se dijo: «El que se divorcia de su mujer, debe darle una declaración de divorcio».
Pero yo les digo: El que se divorcia de su mujer, excepto en caso de unión ilegal, la expone a cometer adulterio; y el que se casa con una mujer abandonada por su marido, comete adulterio.

Señor, en esta oración, quiero aprender a solucionar los problemas elevando la mirada, purificando el corazón, y poniendo siempre a la persona en el centro. Y la persona no es sólo el hombre sino también la mujer. Señor, quiero tener tu mirada, tu comprensión, tu bondad, tu deseo de hacer siempre el bien a todos sin distinciones ni discriminaciones.

Me impresionan unos “peros” que aparecen en el evangelio y que nos lanzan a horizontes nuevos. Hoy se nos presenta un caso concreto: una ley dada por Moisés que dice así: “Si uno se casa con una mujer y luego no le gusta, porque descubrió en ella “algo vergonzoso” le escribe el acta de divorcio, se la entrega y la echa de casa”  (Dt. 24,1). Eso es lo que se dijo.

Pero Jesús no estaba de acuerdo con esa decisión. Iba en contra del plan de Dios desde el principio. Y, sobre todo, no estaba de acuerdo por la discriminación con relación a la mujer. El marido podía divorciarse de la mujer  (y según las interpretaciones, por una causa leve) pero la mujer nunca de su marido. Aquí lo vergonzoso era la misma ley machista y discriminatoria con relación a la mujer.

Jesús reacciona en contra de la misma ley. ¿Qué pretende Jesús? Según U. Luz, uno de los mejores exegetas de Mateo, Jesús libera a la mujer de su dependencia como objeto jurídico y como posesión del marido y descubre la realidad de la relación interhumana del matrimonio. Jesús echa la mirada a la primera pareja del paraíso. Cuando Adán despierta del sueño y se encuentra con Eva, pronuncia  el más bello y bonito piropo: “Esto es carne de mi carne y hueso de mis huesos” (Gn. 2,23). El más hermoso  regalo que Dios  le pudo hacer, Adán se admira, se sorprende, se queda embelesado. Y esa actitud de asombro y embeleso es la que debe tener el esposo de todos los tiempos con relación a su esposa. El proyecto de Dios sobre la pareja humana era fantástico. Y a ese proyecto primitivo nos quiere llevar Jesús.


MÁXIMA
Señor, enséñanos a querernos y respetarnos.


Cuando escribas a Ploërmel, no emplees un tono duro u ofensivo para nadie. Ya sé que tus intenciones son buenas, pero tus expresiones no son siempre suficientemente serenas y medidas; todo aquello que se exagera se debilita. A veces creo que lo olvidas. (Al H. Ambrosio, 17 de junio de 1851)

Hazme un corazón de barro,
 rompe el corazón de piedra.
 Dale las vueltas que sean,
 pero hazlo a tu manera.
 
Dame un corazón sencillo,
 hazme un corazón como el tuyo.
 Usa la forma que quieras,
 pero hazlo igualito que el tuyo.
 
Como quieras, Señor.
 ¿Cómo quieres que sea?
 Dale la forma, Jesús.
 Hazlo a tu manera.
 
Que tenga tu paciencia, tu amor,
 que tenga tu voluntad;
 que tenga tu libertad;
 que reine esa paz con Dios;
que tenga lo que me falta,
 que sobre lo que no tengo.
 Hazme un corazón de barro.
 Es todo lo que yo quiero.
 Que tenga tu sencillez,
 siempre tan lleno de luz,
 perdonar como perdonas.
 Mira qué bien lo haces Tú.
 Hazme un corazón de niño,
 un corazón limpio y puro.
 Dale vueltas con tus manos
 y hazme un corazón como el tuyo.

Hazme un corazón de barro,
 rompe el corazón de piedra.
 Dale las vueltas que sean,
 pero hazlo a tu manera.