MARÍA (III)

Hijos dichosos, alégrense; esta augusta Reina desde lo alto del trono resplandeciente de amor y gloria en que está sentada al lado del trono mismo de Dios, vuelve en este momento hacia ustedes sus ojos amables, los mira con bondad y se digna recibir con una misericordiosa ternura su humilde homenaje de fidelidad y de entrega que ponen a sus pies. Qué queridos deben serles estos compromisos. De cuántas gracias van a ser la fuente, si los cumplen constantemente y con celo. (S II p. 962)

Eres madre muy sencilla,
criatura del señor
Virgen pobre madre mía,
llena de gracia y de amor.

Fuiste arcilla entre sus manos
y el señor te modelo.
Aceptantes ser su esclava,
siempre dócil a su voz.

Yo quiero ser arcilla entre sus manos.
Yo quiero ser vasija de su amor (bis)
Quiero dejar lo mío para él (bis)

No entendía sus palabras
pero respondes con fe.
Dejas que su amor te guíe,
confiando siempre en él.

Por su Espíritu de vida
te dejaste transformar.
Te abandonas en sus manos
para hacer su voluntad.

Antífona 1
María, toda raza y toda edad, se inclina ante ti y el universo entero está a tus pies.

Salmo 89
Baje a nosotros la bondad del Señor

Señor, tú has sido nuestro refugio
de generación en generación.

Antes que naciesen los montes
o fuera engendrado el orbe de la tierra,
desde siempre y por siempre tú eres Dios.

Tú reduces el hombre a polvo,
diciendo: «retornen, hijos de Adán».
Mil años en tu presencia
son un ayer, que pasó;
una vela nocturna.

Los siembras año por año,
como hierba que se renueva:
que florece y se renueva por la mañana,
y por la tarde la siegan y se seca.

¡Cómo nos ha consumido tu cólera
y nos ha trastornado tu indignación!
Pusiste nuestras culpas ante ti,
nuestros secretos ante la luz de tu mirada:
y todos nuestros días pasaron bajo tu cólera,
y nuestros años se acabaron como un suspiro.

Aunque uno viva setenta años,
y el más robusto hasta ochenta,
la mayor parte son fatiga inútil,
porque pasan aprisa y vuelan.

¿Quién conoce la vehemencia de tu ira,
quién ha sentido el peso de tu cólera?
Enséñanos a calcular nuestros años,
para que adquiramos un corazón sensato.

Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo?
Ten compasión de tus siervos;
por la mañana sácianos de tu misericordia,
y toda nuestra vida será alegría y júbilo.

Danos alegría, por los días en que nos afligiste,
por los años en que sufrimos desdichas.
Que tus siervos vean tu acción
y sus hijos tu gloria.

Baje a nosotros la bondad del Señor
y haga prósperas las obras de nuestras manos.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 1
María, toda raza y toda edad, se inclina ante ti y el universo entero está a tus pies.


Antífona 2
María se ha dignado prometer que se mostraría siempre propicia y clemente para con sus hijos más frágiles

Salmo 31
Acción de gracias de un pecador perdonado

Dichoso el que está absuelto de su culpa,
a quien le han sepultado su pecado;
dichoso el hombre a quien el Señor
no le apunta el delito.

Mientras callé se consumían mis huesos,
rugiendo todo el día,
porque día y noche tu mano
pesaba sobre mí;
mi savia se había vuelto un fruto seco.

Había pecado, lo reconocí,
no te encubrí mi delito;
propuse: “confesaré al Señor mi culpa”,
y tú perdonaste mi culpa y mi pecado.

Por eso, que todo fiel te suplique
en el momento de la desgracia:
la crecida de las aguas caudalosas
no lo alcanzará.

Tú eres mi refugio, me libras del peligro,
me rodeas de cantos de liberación.
Te instruiré y te enseñaré el camino que has de seguir,
fijaré en ti mis ojos.

No sean irracionales como caballos y mulos,
cuyo brío hay que domar con freno y brida;
si no, no puedes acercarte.

Los malvados sufren muchas penas;
al que confía en el Señor,
la misericordia lo rodea.

Alégrense, justos, y gocen con el Señor;
aclámenlo, los de corazón sincero.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 2
María se ha dignado prometer que se mostraría siempre propicia y clemente para con sus hijos más frágiles


Cuando considero el esplendor de la santidad de María, cuando pienso en las inefables perfecciones con las que ha sido adornada, dejo de sorprenderme del inmenso poder del que goza, de que esté siempre al lado de su Hijo como señora de todas las criaturas y de que los ángeles se apresuren en obedecerla. Pues para hacerse una idea de su dignidad, de su grandeza, de su gracia divina, basta recordar que ha sido distinguida por una bendición particular entre todas las mujeres que el Señor ha bendecido.
Dios Padre, lleno de un amor infinito por su Hijo, ha desplegado toda la magnificencia de sus tesoros y diría que ha agotado todo su poder para preparar a este Hijo muy querido una morada digna de él en este mundo: de este modo todas las personas son hijos de Dios en Jesucristo. Pero María es su hija de una manera especial y más alta puesto que la ha escogido desde toda la eternidad para llevar en su seno virginal a su Verbo, su Sabiduría, la Palabra substancial. ¿Quién puede contar su gloria? ¿A quién la compararé? (S II p. 965)

Antífona
Hijos míos, por muy frágiles, pobres, culpables que sean, no teman dirigirse a María e invocar su asistencia.

Mi alma glorifica al Señor, mi Dios,
gózase mi espíritu en mi salvador.
Él es mi alegría, es mi plenitud,
Él es todo para mí.

Ha mirado la bajeza de su sierva
muy dichosa me dirán todos los pueblos
porque en mí ha hecho grandes maravillas
el que todo puede cuyo nombre es santo.

Su clemencia se derrama por los siglos
sobre aquellos que le temen y le aman
desplegó el gran poder de su derecha
dispersó a los que piensan que son algo.

Derribó a los potentados de sus tronos
ensalzó a los humildes y a los pobres
los hambrientos se saciaron con sus bienes
y alejó de sí vacíos a los ricos.

Acogió a Israel su humilde siervo
acordándose de su misericordia
como había prometido a nuestros padres
a Abraham y descendencia para siempre.

Antífona
Hijos míos, por muy frágiles, pobres, culpables que sean, no teman dirigirse a María e invocar su asistencia.

A cada intención respondemos:

María, atrae la bendición de tu Hijo.

-. Por la humanidad toda para que siga creciendo en su conciencia de solidaridad con los que menos tienen.

-. Por los jóvenes que quieren hacer de sus vidas una ofrenda agradable al Padre en el servicio a los más pobres.

-. Por la familia menesiana que quiere seguir creciendo en identidad carismática.

-. Por los educadores para que descubran que en el cuidado de los más vulnerables están cuidando a tu Hijo que vive en cada uno de ellos.

-. Por los niños y adolescentes que concurren a nuestros centros educativos para que descubran el amor con el que el Padre Dios los cuida, en los gestos de sus educadores.

-. Por cada uno de nosotros que intentamos vivir como discípulos misioneros.

Padre Bueno, por intercesión de tu hija predilecta, derrama sobre el género humano tu bendición de paz para que peregrinemos en estas tierras con la certeza de tu mirada misericordiosa sobre nosotros. Por Jesucristo tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

Oh, Virgen mía, oh, Madre mía,
yo me ofrezco enteramente
a tu Inmaculado Corazón
y te consagro mi cuerpo y mi alma,
mis pensamientos y mis acciones.

Quiero ser como tú quieres que sea,
hacer lo que tú quieres que haga.
No temo, pues siempre estás conmigo.
Ayúdame a amar a tu Hijo Jesús,
con todo mi corazón
y sobre todas las cosas.
Amén