1º Reyes 21, 1-19Salmo 5, 2-3. 5-7
Jesús dijo a sus discípulos: Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pero yo les digo que no hagan frente al que les hace mal. Al contrario, si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra.Al que quiere hacerte un juicio para quitarte la túnica, déjale también el manto.Y si te exige que lo acompañes un kilómetro, camina dos con él.Da al que te pide, y no le vuelvas la espalda al que quiere pedirte algo prestado.
La “Ley del talión”, extendida en las culturas orientales antiguas, fue asumida por Israel: “vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, cardenal por cardenal” (Ex21, 23-25; Lv 24, 19s; Dt 19,21). Se sabe que esta ley fue un alivio para las gentes más oprimidas de la antigüedad. En todo caso, aceptó la represión de la violencia con la misma violencia.Jesús anula esta ley que, en la práctica, es la legitimación de la venganza. Pero Jesús llega mucho más lejos. Porque no se limita a anular la ley de la venganza, sino que además dispone la renuncia a la propia dignidad (la bofetada), la renuncia a la propiedad (dar la capa al ladrón), y la renuncia a la defensa (no negarse nunca a dar con creces). En definitiva, se trata de que, no solo no te vengues de quien te humilla, te pide lo tuyo, se aprovecha de ti, sino que seas generoso con él, hasta llegar al exceso de lo que razonablemente supera todo límite. Jesús no sólo invita a refrenar la agresividad, sino que invita a soportar la agresividad del violento.Es evidente que, al pedir estas cosas, Jesús propone algo que es provocativo. ¿Por qué? Sin duda, porque por ahí va el único camino efectivo para la eliminación de la violencia. Nuca deberíamos olvidar que la violencia constituye un círculo cerrado sobre sí mismo que se alimenta de la propia violencia, que así se hace más fuerte y, además, se perpetúa. Los “excesos” de no violencia, que propone Jesús, son “un gemido del oprimido” (K. Tagawa), que desarma al violento. Pero no basta cualquier gemido. Tiene que ser tan fuerte como las renuncias que plantea Jesús. Y conviene caer en la cuenta de que, para exigir tanta renuncia, Jesús no invoca ni el motivo del Reino, ni nada relacionado con Dios. El asunto es tan grave, que Jesús consideró que ya era bastante con presentar el tema en toda su crudeza.
MÁXIMAConstruyamos un mundo de paz
Trabajaremos juntos y con todas nuestras fuerzas, hasta la muerte, por la gloria de Aquél que habita en lo alto de los cielos, y por conseguir la paz, la paz de la verdad, la paz de la conciencia, la paz en nuestro colegio, la paz en nuestra sala de clase, la paz en nuestra familia, la paz en nuestra nación… y la alegría de la salvación, para todos los hombres de buena voluntad. (A la Congregación de Saint-Méen)
Déjame, Señor, mirarte bien por dentro,entrar en tu corazóny dejarme seduciry que aumenten mis deseos de querer ser como tú.Conocerte internamente,amarte y seguirte más;apostar mi vida junto a ti.Déjame verte, Señor,amando hasta el extremo,dejándote la piel,entregando las entrañas,tus entrañas de mujer,en una toalla y un lebrillo,en un acariciar los pies,en un mirarnos hasta el fondo,sin nada que reprochary sin nada que pedir, y con tanto para dar.Yo, el maestro y el Señorya no puedo amaros más,pues como el Padre me ha amadoasí los he amado yo.Os dejo mi vida entera en este vino y este pan,este pan que soy yo mismo,que me parto y que me doy.Mi deseo es que os améis de corazón.Yo también os quiero veramando hasta el extremo,dejándoos la piel,entregando las entrañascomo lo hace una mujer,en una toalla y un lebrillo,en un acariciar los pies,en un miraros hasta el fondosin nada que reprochary sin nada que pedir, y con tanto para dar.Te doy todo lo que soypara que sigas amando;la lucha por la justiciaentra en esta intimidad,que se llena de personas y rostros que acariciar,que me impulsa desde dentro a comprometerme más.Todos caben en tu corazón.Quiero seguirte, Señor,amando hasta el extremo,dejándome la piel,entregando las entrañas,mis entrañas de mujer,en una toalla y un lebrillo,en un acariciar los pies,en un miraros hasta el fondo,sin nada que reprochary sin nada que pedir, y con tanto para dar…