2º Reyes 2, 1. 6-14Salmo 30, 20-21. 24
Jesús dijo a sus discípulos:Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos. De lo contrario, no recibirán ninguna recompensa del Padre que está en el cielo.Por lo tanto, cuando des limosna, no lo vayas pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser honrados por los hombres.Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa.Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha, para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas: a ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos.Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa.Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que se note que ayunan. Les aseguro que, con eso, ya han recibido su recompensa.Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno no sea conocido por los hombres, sino por tu Padre que está en lo secreto y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Humildad
Es propio del hombre la tendencia natural que siente a que se le recompense cuando ha hecho algo bien. Parte de la educación que recibimos de pequeños es por medio de la premiación y del regalo. Un regalo si nos portamos bien, si sacamos buenas notas en el colegio, si nos tomamos la medicina cuando estamos enfermos, etc. Y ya de mayores la mayoría de las veces actuamos para ser vistos por los demás, porque nos gusta llamar la atención en medio de un grupo de amigos o incluso en la propia familia. Y no digamos cuando hemos hecho un acto de beneficencia a otra persona. En estos casos pensamos que todos deben darse cuenta de la grandiosa generosidad con que cuenta el mundo con mi presencia en esta tierra. Nos incluimos dentro de las maravillas del mundo.Sin embargo, el evangelio de hoy nos enseña completamente lo contrario. Dice que ni siquiera la mano izquierda se debe enterar de lo que hace la derecha. Parecería una exageración, pero detrás de este evangelio se encuentra la enorme riqueza y el enorme valor de Cristo. Pues, cuando quiere que le ofrezcamos un sacrificio, un acto de generosidad, quiere que se la ofrezcamos sólo a Él y para Él. Jesús nos invita a hacer las cosas sólo por amor. Esperando la recompensa, no del aplauso de los hombres, sino de Dios. Es un aplauso muy silencioso en la tierra, pero exageradamente estruendoso en el cielo. Hagamos la prueba buscando no ser vistos y alabados por los demás la próxima ocasión en que hagamos el bien a una persona. Vivamos en la verdad del amor gratuito que no busca aparentar, ni ser premiado, ni ser visto, sino que disfruta con la alegría de amar, servir, ayudar y compartir.
MÁXIMASeamos humildes
Sé que tu clase va muy bien. Continúa prestándole toda tu atención, pero ponte en guardia contra la vanagloria. Atribuye a Dios sólo tus pequeños éxitos y no olvides nunca que un grano de humildad es mejor que un quintal de talento, aunque ese quintal sea métrico. (Al H. Alfredo María, 30 de noviembre de 1845)
No se envanece mi corazón,en mi mirada soberbia no hay.No he pretendido grandeza alcanzar.No corro tras sueños que brillen de más.Tengo mi alma en silencio y en paz,soy como un niño, en tus brazos dormí.Así mi alma descansa hoy en ti.