2º Reyes 24, 8-17Salmo 78, 1-5. 8-9
Jesús dijo a sus discípulos: No son los que me dicen: «Señor, Señor», los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo.Muchos me dirán en aquel día: «Señor, Señor, ¿acaso no profetizamos en tu Nombre? ¿No expulsamos a los demonios e hicimos muchos milagros en tu Nombre?»Entonces yo les manifestaré: “Jamás los conocí; apártense de mí, ustedes, los que hacen el mal”.Así, todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en práctica, puede compararse a un hombre sensato que edificó su casa sobre roca. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero esta no se derrumbó porque estaba construida sobre roca.Al contrario, el que escucha mis palabras y no las practica, puede compararse a un hombre insensato, que edificó su casa sobre arena. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa: esta se derrumbó, y su ruina fue grande.Cuando Jesús terminó de decir estas palabras, la multitud estaba asombrada de su enseñanza, porque él les enseñaba como quien tiene autoridad y no como sus escribas.
En la parábola que cuenta Jesús los dos hombres construyen su casa; ambos quieren tener una morada segura y cálida donde vivir con su familia. Los dos tienen buena voluntad, quieren hacerla bien. La diferencia está en el terreno sobre el que eligen construir. Las dos casas seguramente quedaron bonitas a la vista y cómodas, pero las consecuencias de las buenas o malas opciones al construirlas quedaron en evidencias apenas vinieron las tormentas.La casa es nuestra vida. Si edificamos sobre los sentidos, los gustos, las pasiones, estaremos edificando sobre arena. Si nos movemos sólo por la comodidad, es decir, buscando lo que me pide el cuerpo, lo que me apetece, lo que me gusta, lo que es más fácil, estaré edificando sobre arena. ¿Cómo estoy edificando mi propia existencia?Jesús une esto al seguimiento de Jesús. No se trata de decir ‘Señor, Señor’ o de recitar muchas oraciones de palabras. Es necesario construir la vida sobre su Palabra, buscar conocer y hacer su voluntad, compartir su proyecto de vida, dejar que su Espíritu nos trabaje por dentro. No lo convenceremos a Jesús diciendo: “He ido siempre a Misa, fui catequista, le enseñé a mis alumnos tu Palabra, etc”. No se trata de hacer, sino de ser, de empaparnos de su Palabra, de vivir en profundidad su Verdad, de hacer nuestro su Camino. El hacer es consecuencia lógica de una vida anclada en Jesús.
MÁXIMAEdifiquemos nuestra casa sobre roca
Si construimos sobre la roca que es Jesús, recuerden que nadie es más fuerte que Él. Dice San Juan Damasceno, que es una roca que las olas no pueden destruir. Es como una montaña que nadie puede mover. Todo cambia, todo cae alrededor de ella; las ciudades, los imperios mueren. Aquí abajo, nada es estable. Solo apoyados sobre la roca que es Cristo nos mantenemos con una fuerza invencible, en medio de la agitación de las cosas humanas. Nada ni nadie nos hará caer. (Juan María a los niños, en la fiesta de San Pedro)
El Señor es mi fuerza,mi roca y salvación.Tú me guías por sendas de justicia,me enseñas la verdad.Tú me das el valor para la lucha,sin miedo avanzaré.Iluminas las sombras de mi vida,al mundo das la luz.Aunque pase por valles de tinieblas,yo nunca temeré. Yo confío el destino de mi vidaal Dios de mi salud.A los pobres enseñasel camino, su escudo eres tú. El Señor es la fuerza de su pueblo,su gran libertador. Tú le haces vivir en confianza,seguro en tu poder.