2º Reyes 25, 1-12Salmo 136, 1-6
Cuando Jesús bajó del monte, fue siguiéndolo una gran muchedumbre.En esto, un leproso se acercó y se postró ante él, diciendo: Señor, si quieres puedes limpiarme.El extendió la mano, lo tocó y dijo: Quiero, queda limpio. Y al instante quedó limpio de su lepra.Y Jesús le dijo: No se los digas a nadie, sino vete, preséntate al sacerdote y entrega la ofrenda que prescribió Moisés, para que les sirva de testimonio.
Señor, me llama la atención esta bajada del monte donde enseñaste las Bienaventuranzas. Qué distinta de aquella bajada de Moisés del monte Sinaí entre truenos, relámpagos, miedos y castigos. Jesús, bajas de la montaña de Dios, pero un Dios Padre, lleno de compasión y de ternura. No bajas para castigar sino para salvar; no bajas para meter miedo, sino para dar confianza; no bajas porque no te la pases bien en el monte, sino porque los hombres y mujeres que están en el valle te necesitan. Que yo sepa bajar de la contemplación a la acción.Jesús sube no atraído por el aire sano de la montaña ni por el intenso olor de las flores en primavera, sino por el inmenso e infinito amor del Padre. Algo grande, inefable, misterioso ocurre siempre que Jesús se interna en el silencio de la noche y abre su corazón a la ternura infinita del Padre. Para Jesús esta oración es una fuerte atracción, una imperiosa necesidad, una íntima y gozosa experiencia. Pero Jesús baja al valle donde están los problemas de la gente. Y, en este caso, se encuentra con un problema terrible, el de la enfermedad de la lepra. En realidad, son tres enfermedades en una:a) la física, dolorosa y difícil de curar;b) la social, que le apartaba de la sociedad para no contagiar.c) la religiosa, creyendo que eso sucedía como un castigo de Dios.Y aquí está Jesús para sanarlo todo. Le cura la lepra y deja ya de sufrir físicamente. Lo manda al sacerdote para que certifique que está curado y así pueda ya insertarse en la sociedad. Y, sobre todo, le cura de la enfermedad más terrible, la de creer que Dios está lejos de él. Y Jesús le dice que Dios está tan cerca de él que lo toca. Ese gesto por parte de Jesús es para expresarle con un apretón de manos, lo equivocado que estaba cuando se creía lejos de Dios. Dios no se contagia al tocar de cerca nuestras miserias y nuestras enfermedades.Señor, tu amor siempre me sorprende y me desborda. No te limitas a hacer el bien sino que lo quieres hacer bien. No te gusta emplear el bisturí para curar; te basta con el ungüento de tu dulzura, con la unción de tu bondad, con la caricia de tu mano, con la sonrisa de tus labios, con la ternura de tu corazón. ¡Qué bisturí tan bonito el de Dios!
MÁXIMASeñor, si quieres puedes curarme
Anhelaba, mi querido hermano, tener noticias tuyas; me gustaría que fueran mejores que las que me cuentas, porque deseo vivamente tu curación y se la pido a Dios con todo mi corazón, si es para su gloria y tu salvación. Permanece perfectamente resignado a su santa voluntad. Desear todo lo que Dios quiere y desearlo para siempre, en todo, sin reservas: he ahí el Reino de Dios, del cual le pedimos el advenimiento cada vez que recitamos el Padrenuestro. (Al H. Méloir-Marie, 1834)
En la intimidad de tu presenciate rindo hoy mi ser y mi corazón.No hay lugar mejor que a tus pies, Señor,En ti encuentro paz, encuentro amor.Recibe mi corazón,Jesús, mi buen Pastor.Recibe mi oración.Te entrego hoy mi corazón.