Lunes de la 13ª semana del tiempo ordinario


Amós 2, 6-10. 13-16
Salmo 49, 16-23

En aquel tiempo, al verse rodeado de tanta gente, Jesús mandó a sus discípulos que cruzaran a la otra orilla.
Entonces se aproximó un escriba y le dijo: Maestro, te seguiré adonde vayas.
Jesús le respondió: Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos; pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza.
Otro de sus discípulos le dijo: Señor, permíteme que vaya antes a enterrar a mi padre.
Pero Jesús le respondió: Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos
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Lo primero que los cristianos y la Iglesia deberíamos tener en cuenta, es que, como creyentes en Jesús, el saber cristológico (o sea, el conocimiento de Jesús) no se constituye ni se transmite primeramente en ideas y conceptos, sino en “los relatos de seguimiento”, que se nos proponen y se nos enseñan en los evangelios. Esto quiere decir que, mediante libros, conferencias y estudios, no nos enteraremos quien es Jesús. Ni sabremos lo que quiere Jesús. Solamente viviendo con Jesús y como vivió Jesús, solamente así podremos saber lo que es, lo que representa y lo que exige creer en Jesús y, por lo tanto, ser cristiano.

Lo primero, que exige Jesús, es libertad. Es decir, que seamos libres, que no vivamos atados a nada ni a nadie. Como viven las zorras del campo y los montes. Como viven los pájaros que vuelan por los aires. Solo un hombre que vive en completa libertad, le dice a cada uno lo que tiene que decir. Y hace lo que tiene que hacer. Aunque lo que diga y haga le cueste la vida. La mayoría de los mortales, le tenemos más miedo a la libertad de lo que nos imaginamos. Porque si somo libres de verdad, nos meteremos en líos, tendremos problemas, nos veremos en dificultades. Exactamente, como ocurrió a Jesús. Y a todos los mártires de la lucha por la libertad, la justicia y la igualdad.

El que quiso seguir a Jesús, pero quería poder enterrar a su padre, pedía una cosa, no solo razonable, sino incluso necesaria. Eso, además, eran tan importante en aquellos tiempos, que se consideraba (entre las gentes más religiosas) como “la cima de todas las buenas obras” (Martin Hengel). Por eso, en el fondo, lo que aquel hombre le dijo a Jesús es esto: “Te seguiré, pero déjame que primero que cumpla con mi religión, con mi cima y el culmen de lo que es cumplir la ley de mi religión” Pues bien, lo que Jesús dejó claro, en este caso, es que el seguimiento, no admite condiciones, ni siquiera las condiciones más sagradas de la religión. Solo el que vive libre de todo, ese es el que está capacitado para seguir a Jesús.


MÁXIMA
Te seguiré, Señor


Ustedes tienen el deseo de caminar siguiendo sus huellas, de ser dulces y humildes de corazón, a su ejemplo, de ser como El obedientes hasta la muerte a la voluntad del Padre celestial… Paz a su corazón cuyos afectos serán para Dios, cuyos sentimientos y deseos se dirigirán a Dios” (S.VII.p.2375)

Te seguiré adonde quieras.
Te seguiré, Señor, te seguiré.
Te seguiré, dame las fuerzas.
Te seguiré, Señor, te seguiré.
Te seguiré, te seguiré
aunque tu cáliz tenga que beber.
Te seguiré, te seguiré.
Sé Tú la roca que sostiene mis pies.