San Antonio María Zacarías

Amós 8, 4-6. 9-12
Salmo 118, 2. 10. 20. 30. 40. 131

En aquel tiempo, al irse de allí, Jesús vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: Sígueme.
Él se levantó y lo siguió.
Mientras Jesús estaba comiendo en la casa, acudieron muchos publicanos y pecadores, y se sentaron a comer con él y sus discípulos.
Al ver esto, los fariseos dijeron a los discípulos: ¿Por qué su Maestro come con publicanos y pecadores?
Jesús, que había oído, respondió: No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Vayan y aprendan qué significa: yo quiero misericordia y no sacrificios. Porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.

Para el asombro de muchos, Jesús llama a un pecador para ser su discípulo. Sabemos la especial sensibilidad del Maestro sobre los rechazados por su debilidad, condición y oficio. El Señor lo invita a seguirlo y con él, a cada uno de nosotros. Situación que no evita el escándalo de los fariseos, expertos en trazar muros separadores del perdón de Dios. Los fariseos, estrictos observadores de la ley y las tradiciones de pureza, estaban escandalizados con este hecho y probablemente permanecerían afuera pues no se atrevían a tener contacto con esa “gentuza”.

Jesús no sabe de separaciones y, menos, en nombre de Dios. Las comunidades, en vez de excluir al publicano como impuro, deben considerarlo como un Don de Dios para la comunidad, pues su presencia hace que la comunidad se vuelva ¡señal de salvación para todos! Hoy cuando Mateo se presenta como un publicano perdonado y llamado, nos ayuda a entender qué significa la vocación de Apóstol: no “príncipes”, sino pecadores perdonados por la misericordia del Señor.

¡Cuántas enseñanzas en el evangelio de hoy! Como los primeros cuatro llamados por Jesús, el publicano Mateo deja todo lo que tiene y sigue a Jesús, porque el seguimiento de Jesús exige ruptura. Mateo deja su despacho de impuestos, su fuente de ingresos y sigue a Jesús.

Nunca olvidemos que Jesús ha venido a acoger a los que nadie considera, y a declarar con nitidez que los privilegiados de Dios son los olvidados de los hombres, al igual que el médico se ocupa de los enfermos.
Hoy, en nuestra sociedad, ¿quién es marginado y quién es excluido? ¿Por qué? En nuestra comunidad ¿generamos barreras para el encuentro con el Señor? ¿cuáles? ¿Qué desafío nos plantean las palabras de Jesús hoy a nuestra comunidad? (Boosco)    


MÁXIMA
Jesús me dice: Sígueme



Queridos niños, dense prisa en venir con confianza, los llamo en nombre del Señor Jesús, que mientras estuvo en la tierra, los llamaba también con tanta ternura y bondad. Pequeños niños, no teman nada, el menesiano que va a prodigarles sus cuidados es un segundo padre que la Providencia les da. No descuidará nada para adornar su espíritu con los conocimientos que, más tarde, podrán serles útiles. Pero buscará, ante todo, por una feliz mezcla de dulzura y de firmeza, corregirlos de sus defectos y hacer de ustedes santos, pues es así como se santificará él mismo y que realizará la vocación que ha recibido de lo alto. Pasará por esta tierra haciendo el bien, ignorado de los hombres, no esperando de ellos ni elogios ni recompensas, pero consolado y sostenido por la dulce esperanza que los niños a los que habrá instruido y santificado entrarán un día en el seno de Abraham y estarán para siempre unidos a él en los eternos tabernáculos.” (S. II, 800)

Hoy he venido a hablarte a ti
pues ayer tú me lo has pedido.
Y vaya a saber si me crees
pues no estabas muy convencido.
Lo cierto al fin es que el temor
a dejar todo lo que tienes,
te ha confundido y de verdad
no es lindo aquello que conviene.

Ven y sígueme
si quieres amar como yo te amo.
Ven y sígueme
si quieres perdonar a tus hermanos.
Ven y sígueme,
vamos a amar a nuestros enemigos.
Yo te enseñaré
a anunciarles el Reino que has oído.
Ven y sígueme.

No creo que haya mal en ti,
pues yo conozco bien tu vida
y a pesar de tus mil porrazos
un tropezón no es caída.
Además quién si no eres tú,
por algo yo te he elegido.
¿Tú no crees que de ti dependa
que otros hallen el camino?

Ven y sígueme
y olvida eso de sentirte tan solo,
Te acompañaré
cuando estés bien,
triste o de cualquier modo.
Yo seré tu luz
cuando el sol caiga al terminar el día.
En mi hallarás paz
Amor, Confianza, Vida y Alegría.
Ven y sígueme…