Lunes de la 14ª semana durante el año


Oseas 2, 16-18. 21-22
Salmo 144, 2-9

Se presentó un alto jefe y, postrándose ante él, le dijo: Señor, mi hija acaba de morir, pero ven a imponerle tu mano y vivirá.
Jesús se levantó y lo siguió con sus discípulos.
Entonces se le acercó por detrás una mujer que padecía de hemorragias desde hacía doce años, y le tocó los flecos de su manto, pensando: Con sólo tocar su manto, quedaré curada.
Jesús se dio vuelta, y al verla, le dijo: Ten confianza, hija, tu fe te ha salvado. Y desde ese instante la mujer quedó curada.
Al llegar a la casa del jefe, Jesús vio a los que tocaban música fúnebre y a la gente que gritaba, y dijo: Retírense, la niña no está muerta, sino que duerme. Y se reían de él.
Cuando hicieron salir a la gente, él entró, la tomó de la mano, y ella se levantó. Y esta noticia se divulgó por aquella región.

Es evidente que la actividad de Jesús, por lo que nos cuentan los evangelios, giró en torno a tres tareas que ocuparon toda su vida pública: 1) la salud e los enfermos. 2) La comensalía compartiendo la mesa con toda clase de personas, sobre todo con pobres y pecadores. 3)La enseñanza a la gente en torno al tema de las buenas relaciones humanas. Es verdad que, en el fondo de esta actividad, siempre está la referencia al Padre, del que habla con frecuencia y al que dedica horas y noches enteras de oración. Pero el Padre es el motivo y referente último.

La actividad de Jesús no se centró ni en torno al templo, ni en las reuniones de la sinagoga. No fue una actividad “religiosa”, como la de un profesional de la religión. El centro de la actividad de Jesús fue el ser humano: su salud, su alimentación, sus buenas relaciones con los demás. Sin duda, en eso vio Jesús lo que más quiere el Padre del Cielo. Y el único camino que nos lleva al Padre, es decir, que da sentido a nuestras vidas. Jesús no fue un agitador social. Y menos aún un revolucionario. Lo que ocurre es que vio que no hay más camino para ir a Dios que humanizar el mundo. (“Evangelizar es humanizar”, Papa Francisco)

En la curación de la mujer de las hemorragias y en la devolución de la vida de la niña del personaje, Jesús muestra su preocupación central por la vida. No olvidemos que el grupo humano más despreciado de aquella cultura era la mujer. Y más, si era una mujer que sufría una enfermedad que impurificaba; o si era una niña, que se podía abandonar o venderla como esclava. Para Jesús, todas las mujeres tenían la misma importancia y dignidad que los varones.


MAXIMA
Con Jesús tenemos vida nueva.


¿Qué se propuso Dios, de hecho, en la encarnación de su hijo? Hacer que el hombre sea digno de él, uniéndose a él de la manera más íntima, para que participemos en su naturaleza de modo que seamos dignos de participar en su felicidad y su vida eterna. Ahora, por esta razón, no le bastaba tomar un cuerpo similar al nuestro, instruirnos con sus enseñanzas y ejemplos, rodearnos de gracias externas; era necesario que se identificara con nosotros, que su sangre fluyera por nuestras venas, que su mente fuera la luz de nuestra inteligencia, que su alma alimentara con su propia sustancia a nuestra miserable y perdida alma; finalmente, fue necesario que su divinidad viviera plenamente en nosotros, para que, al ser transformada y transformada en ella, pudiéramos decir con verdad lo que los ángeles dijeron en la locura de su orgullo: ‘He aquí que somos como dioses’, por la comunicación más perfecta posible del su ser divino. (Reparación de los ultrajes hechos a Jesucristo en la Eucaristía)


Queremos seguir tus huellas,
caminar por tus caminos,
sembradores de estrellas,
y norte de lo divino.

Desde la infancia tu mirada se pobló,
de urgencias, mares, primaveras y de sed,
son muchas sombras que llenar del sol de Dios,
así pensaste, Juan María la Mennais.

Amor ardiente, la esperanza vertical,
el pulso tenso, siempre indómita la fe,
proa al futuro y a sembrar de fuego el mar,
tal navegaste, Juan María la Mennais.

Como familia que se anuda en el amor,
honda la entrega y soterrada en sencillez,
los ojos altos, la mirada en «Sólo Dios»
tal nos soñaste Juan María la Mennais.

Extenderemos tu palabra germinal,
combatiremos sin jamás desfallecer,
seremos yunque, hoguera, viento, manantial,
como tú fuiste Juan María la Mennais.