Domingo XVII durante el año

2º Reyes 4, 42-44
Salmo 144, 10-11.15-18
Efesios 4, 1-6

Después de esto, Jesús atravesó el mar de Galilea, llamado Tiberíades.
Lo seguía una gran multitud, al ver los signos que hacía curando a los enfermos.
Jesús subió a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Se acercaba la Pascua, la fiesta de los judíos.
Al levantar los ojos, Jesús vio que una gran multitud acudía a él y dijo a Felipe: ¿Dónde compraremos pan para darles de comer? Él decía esto para ponerlo a prueba, porque sabía bien lo que iba a hacer.
Felipe le respondió: Doscientos denarios no bastarían para que cada uno pudiera comer un pedazo de pan.
Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y dos pescados, pero ¿qué es esto para tanta gente?
Jesús le respondió: Háganlos sentar. Había mucho pasto en ese lugar. Todos se sentaron y eran uno cinco mil hombres.
Jesús tomó los panes, dio gracias y los distribuyó a los que estaban sentados. Lo mismo hizo con los pescados, dándoles todo lo que quisieron.
Cuando todos quedaron satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos: Recojan los pedazos que sobran, para que no se pierda nada.
Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos que sobraron de los cinco panes de cebada.
Al ver el signo que Jesús acababa de hacer, la gente decía: Este es, verdaderamente, el Profeta que debe venir al mundo.
Jesús, sabiendo que querían apoderarse de él para hacerlo rey, se retiró otra vez solo a la montaña.

El evangelio del domingo pasado se quedó a las puertas de la primera multiplicación de los panes según Marcos, pero la liturgia, en vez de leer ese relato, nos lleva al evangelio de Juan, y nos narra el mismo episodio. Luego vamos a seguir leyendo todo el capítulo 6 de Juan, que es el más largo y más denso, y que nos va a ocupar cinco domingos. En sus 71 versículos, no sólo nos narra la multiplicación de los panes y peces, sino que, partiendo de allí, elaborará toda una teología del seguimiento de Jesús.

En la antigua pascua, el pueblo atravesó el Mar Rojo. En la nueva pascua, Jesús atraviesa el mar de Galilea. Una gran multitud siguió a Moisés. Una gran multitud sigue a Jesús en este nuevo éxodo. En el primer éxodo, Moisés subió a la montaña. Jesús, el nuevo Moisés, también sube a la montaña. El pueblo seguía a Moisés pues realizaba señales. El pueblo sigue a Jesús porque había visto las señales que él realizaba con los enfermos.

Se cerca la Pascua, dice Juan, y pone así en relación el relato de la multiplicación de los panes con el de la pascua. No es este un dato cronológico, sino teológico. La gente no sube a Jerusalén, como era lo previsible, sino que busca en Jesús la liberación que el templo no puede darle.

Juan dice que Jesús tienta a Felipe con la pregunta: ¿dónde comprar pan para tantos? Felipe no ve solución, ve un problema económico: doscientos denarios no alcanzarían (doscientos denarios era el salario de más de medio año de trabajo). Siguiendo la lógica del mundo, no se puede hacer mucho. En cambio, Andrés ve otros posibles horizontes; vislumbra una solución distinta a la del comprar. Andrés habla de los panes y los peces que un niño portaba, como algo de lo que se puede disponer, pero se da cuenta de lo insignificante que son. Es un niño el que porta los 5 panes y 2 peces = 7 indica totalidad. Todo se pone a disposición de los demás. Se reconoce que el alimento es don de Dios a todos; no puede un ser humano apropiárselo para después sacar provecho de su venta. Una vez liberado del acaparamiento egoísta, todos tendrán acceso a ese bien necesario. Sólo en esta esfera, fuera del egoísmo, es posible el compartir.

En la primera lectura se nos narra un signo del profeta Eliseo. Este recibe 20 panes de cebada y grano recién cortado, y pide a su servidor que se lo dé al centenar de persona. Este no quiere porque entiende que es nada para tantos, pero obedece ante la insistencia del Profeta. Y sucede que todos comieron y sobró. Cuando el pan se comparte, alcanza para todos y sobra. ¿Estás, estoy, dispuesto a compartir lo que tengo, lo que soy, lo que hago, o el egoísmo hace que ‘me guarde’?

La referencia a que era un lugar muy verde hace alusión al Buen Pastor. Jesús es el Buen Pastor. Todos los gestos que continúan nos traen a la memoria los realizados en la última cena. No hay Eucaristía verdadera sin ocupación real de las necesidades básicas de los próximos. Cuando los bienes se comparten, sobreabundan y por ello es necesario recogerlos para que nada se pierda; porque cuando a unos les sobra a otros les falta.

Luego de lo vivido la gente afirma: Este es el profeta que debe venir al mundo. Las confesiones de fe son siempre ambiguas y hay que purificarlas continuamente. Jesús quiere hacer personas libres, ellos prefieren seguir dependiendo de otro. Jesús les pide generosidad y amor; ellos prefieren recibir gratis. Jesús quiere asociarlos a su obra; ellos quieren descargar en un jefe su responsabilidad.

La solución no es el dinero o un milagro externo, sino el saber compartir todo con todos. La verdadera salvación no está en que alguien solucione nuestros problemas, ni siquiera en ayudar a solucionar los problemas de los demás. La verdadera libertad está en superar el egoísmo y estar dispuesto a dar a los demás lo que uno tiene y lo que uno es.

Ante la total incomprensión de la gente, Jesús no tiene alternativa, se vuelve al monte (lugar de encuentro con la divinidad). Completamente sólo, como Moisés después que el pueblo traicionó a su Dios, haciéndose un ídolo.

El paralelo con Moisés, muestra la gravedad de lo sucedido. Haciendo de Jesús un Mesías poderoso, repiten la idolatría de los israelitas en el desierto. Ambos quieren adorar a Dios, pero bajo la falsa imagen (ídolo) que ellos mismos se habían hecho de Él. Jesús no se deja atrapar en esa engañosa red. Se retira solo al monte para releer el querer de Dios.

Lazos de Jesús con la gente: Jesús tiene la mirada dilatada para contemplar a los otros. Sabe percibir las necesidades de los demás. Sabe preguntar para provocar respuestas creativas, aunque insuficientes, si se miran sólo desde los recursos humanos y sin contar con él. Sabe comprometer y hacer partícipes a los cercanos de la tarea de ayudar a aliviar el hambre de la gente. También sabe tomar distancia en el momento oportuno. El éxito no le nubla la mirada al punto de perder de vista el proyecto del Padre. Sabe retirarse a tiempo para volver a calibrar la mira para no caer en el mesianismo davídico.


Dios mío, qué lánguida es nuestra fe. Qué débil parece cuando se la compara con aquella de la que estaban animados los pueblos que habitaban en otro tiempo los lugares que Jesús consagró con su presencia. Corrían para escuchar las palabras que salían de su boca, para estar el mayor tiempo con Él, no temían seguirle en el desierto estéril, se olvidaban de sí mismos y de su alimento. (384 sobre la comunión pascual).

Aquí hay un muchacho
que solamente tiene
cinco panes y dos peces.
Mas, ¿qué es eso para tanta gente?

Aquí hay un muchacho
que solamente tiene
un corazón dispuesto a dar
Mas, ¿qué es eso para tanta gente?

Aquí esta este corazón
que quiere serte fiel.
Mas, ¿qué es eso si no te tiene a ti?
¿Si no te tiene a ti?

Toma este corazón.
Toma cuanto tengo y cuanto soy.
Toma mi pasado, mi presente y mi futuro.
¡Todo cuanto tengo tómalo!

Mi corazón tomaste,
mis panes bendijiste;
a la gente repartiste,
y a todos alcanzó.
Mi vida está en tus manos
y quieres repartirla
como hiciste con mis panes
aquel día, ¡Oh Señor!

Aquí están mis palabras,
aquí están mis acciones,
aquí están mis ilusiones
Mas, ¿qué es eso sin tu amor, Señor?

Aquí esta este corazón
que quiere serte fiel
Mas, ¿qué es eso si no te tiene a ti?
¿Si no te tiene a ti?

Aquí está este corazón,
con mis panes y mis peces.
Toma todo y repártelo, Señor.

Aquí hay un muchacho…