Santa María Magdalena


Cantar de los Cantares 3, 1-4
o 2ª Corintios 5,, 14-17
Salmo 62, 2-6. 8-9

El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada.
Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.
María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro.
Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús.
Ellos le dijeron: Mujer, ¿por qué lloras?
María respondió: Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto.
Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció.
Jesús le preguntó: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?
Ella, pensando que era el cuidador de la huerta, le respondió: Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo.
Jesús le dijo: ¡María!
Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: ¡Raboní!, es decir ¡Maestro!
Jesús le dijo: No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes.
María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que él le había dicho esas palabras.

Lo más importante que contienen los relatos de la resurrección es que muestran que la vida y la presencia de Jesús, en este mundo y en esta vida, no se acabó con la muerte en la cruz. De Jesús no nos queda solo la memoria de sus enseñanzas y el ejemplo de su vida. Además de todo eso, nos queda sobre todo su presencia, de la que es testigo María Magdalena.

Por su encamación, Dios, en nombre de Jesús de Nazaret, se fundió y se confundió con lo humano. Por su Resurrección, Jesús prolonga su presencia en cada ser humano, hasta el fin de los tiempos. La cristología tradicional (descendente) tenía su centro en la Encarnación. La cristología moderna (ascendente) tiene su centro en la Resurrección. El Centro está en el hombre Jesús, en el que Dios se encarna y se revela (Encarnación) y que fue constituido como Hijo de Dios, siendo para siempre el Viviente (Resurrección)

En la vida de Jesús ocuparon un lugar de singular importancia las mujeres. Ellas lo acompañaron (Lc 8, 2-3). Se dejó besar, tocar y perfumar por ellas (Lc736-50; Jn12,3). Siempre las comprendió, las disculpó, les devolvió su dignidad (Jn8,1-11; Mc 5, 25-34). Y en los relatos de Pascua, las primeras apariciones del resucitado son para las mujeres, de forma fueron ellas las primeras en anunciar que Jesús, el Señor, está vivo entre nosotros.

Es un dolor que, en la Iglesia, desde sus orígenes en las comunidades que fundó Pablo, el puritanismo helenista ha tenido (y sigue teniendo) más fuerza que la presencia del Resucitado. Y lo peor de todo, que ese puritanismo ha impregnado la cultura de Occidente en forma, sobre todo, de marginación, exclusión y hasta desprecio de la mujer. Es evidente que la miseria del puritanismo no tiene nada que ver con la memoria del Resucitado. Para el Resucitado lo primero fueron las mujeres, mientras que, para muchos ahora, son lo último.


MÁXIMA
Creo en la Resurrección


Soy muy sensible al recuerdo de tus amigas, a las que tengo siempre presente, cada vez que tengo la dicha de celebrar la Eucaristía. Que ellas no me olviden delante de nuestro común maestro. Y tú, hija mía, te pido que tengas piedad de mi gran miseria, de mis necesidades siempre crecientes y ayúdame con tus oraciones. Cuenta con mi agradecimiento y con los sentimientos que te he expresado. (A Amable Chenu, 21-06-1813))

Voy a Vos recorriendo mi desierto
con el corazón despierto
por tu Cruz y tu amistad.
Esa Cruz clavó mi alma con tu Cuerpo,
pero sé que no estás muerto:
Juraste regresar.

¡Oh Jesús!, sé que estás vivo.
Si vos vivís, yo también estoy vivo.

No es verdad
que esta noche hayan quedado
para siempre silenciados
tu mirada y tu abrazo.
Regresé, yo soy la Vida entregada
y el alba resucitada,
viviente vencedor.

No es verdad
que lo turbio de mi vida,
mi vergüenza y mis heridas
son más fuertes que tu amor.
Si en la cruz al ladrón le diste abrigo,
es que tu nombre es Amigo,
tu regalo el perdón.

Si Jesús, sos aquel en quién creemos,
al que amamos y no vemos,
nuestro hermano, nuestro Dios,
llámanos, te escuchamos y seguimos.
Que es verdad que estamos vivos
Nuestra vida sos Vos.