Jeremías 14, 17-22Salmo 78, 8-9. 11-13
En aquel tiempo, dejando a la multitud, Jesús regresó a la casa; sus discípulos se acercaron y le dijeron: Explícanos la parábola de la cizaña en el campo.Él les respondió: El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los que pertenecen al Reino; la cizaña son los que pertenecen al Maligno, y el enemigo que la siembra es el demonio; la cosecha es el fin del mundo y los cosechadores son los ángeles.Así como se arranca la cizaña y se la quema en el fuego, de la misma manera sucederá al fin del mundo.El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y estos quitarán de su Reino todos los escándalos y a los que hicieron el mal, y los arrojarán en el horno ardiente: allí habrá llanto y rechinar de dientes.Entonces los justos resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre. ¡El que tenga oídos, que oiga!
La semilla que el sembrador deposita en tierra, durante días, incluso semanas o meses, permanece escondida mientras se fecunda y fertiliza. Después, poco a poco, inicia una pequeña planta que con el tiempo acogerá a las aves del cielo, dará sombra al caminante cansado y lo alimentará con sus sabrosos frutos.Cristo sembrador pasa junto al surco de nuestra vida y deja caer sus semillas de variadas virtudes. Aunque para nosotros es imperceptible, Él deposita en nuestros corazones el germen para ser caritativos, pacientes, humildes, fieles, sencillos, generosos. Con el sucederse de los meses y de los años nuestra personalidad se enriquece con las virtudes que afloran en nuestro comportamiento cotidiano en beneficio de los que nos rodean, familiares cercanos o personas con las que entramos en contacto.Es inevitable que, junto con el buen fruto, surja en el campo de modo espontaneo abrojos y plantas silvestres que el buen agricultor quitará oportunamente para que los frutos se desarrollen con plenitud lozanía.Discordias, malos entendidos, envidias, rencores, pereza, pasiones, deseos desordenados son las plantas silvestres que anidan en nuestra naturaleza y que afloran sin previo aviso. El buen cristiano acude a la confesión donde Cristo jardinero toma todas nuestras hierbas y actos malos y los arroja fuera de nuestra alma para que nuestro corazón brille como un campo limpio y abundante de frutos.
MÁXIMAAyúdanos, Señor, a respetar la vida y dignidad de todos.
Es necesario que su misión sea muy bella, puesto que el demonio hace tantos esfuerzos para tirarla por tierra. Pero tengan confianza, el buen Dios sostendrá su obra y eso no servirá más que para afianzarla con tal que sean fieles a su vocación y no salgan de los santos caminos de la obediencia. Si un ángel del cielo buscase separarlos de ella, díganle anatema, como a un espíritu de mentira, y cierren sus oídos a sus palabras engañosas” (A Hervé Monnerais, 15-07-42)
Hay que cantar algo nuevo,hay que intentar enlazarmanos que son diferentespara empezar a trabajar.Unámonos por un mundoque queremos construircon la esperanza de Cristoy que entre la Cruz en mi país.Cristo señala la huella,hoy sólo hay que caminar,dejar las manos abiertasy en ellas poner la verdad.Voy a escoger el mundo de Diosy a ofrecer mi voza cualquiera que quiera escucharque María nos viene a buscar,y que hay muchas maneras de amar.A construir el cielo en la tierray servir a todo el que anheleaprender a rezary así juntos poder alabara ese Dios que regala la paz,porque si estamos aquí es para traeral Cristo que te hace crecer.Haznos ser nuevo instrumento,que aprendamos a creerque la misión es de todosy aún queda mucho por hacer.Combina nuestros talentos,necesitamos la unión,porque cada uno importaal trasformar un corazón.