San Bernardo de Claraval

Ezequiel 28, 1-10
Deuteronomio 32, 26-28. 35-36

Jesús dijo a sus discípulos: Les aseguro que difícilmente un rico entrará en el Reino de los Cielos. Sí, les repito, es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los Cielos.
Los discípulos quedaron muy sorprendidos al oír esto y dijeron: Entonces, ¿quién podrá salvarse?
Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: Para los hombres esto es imposible, pero para dios todo es posible.
Pedro, tomando la palabra, dijo: Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. ¿Qué nos tocará a nosotros?
Jesús les respondió: Les aseguro que, en la regeneración del mundo, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria, ustedes, que me han seguido, también se sentarán en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel.
Y el que a causa de mi Nombre deje casa, hermanos o hermanas, padre, madre, hijos o campos, recibirá cien veces más y obtendrá como herencia la Vida eterna.
Muchos de los primeros serán los últimos, y muchos de los últimos serán los primeros.

Después de que el joven rico se fue, Jesús comenta la decisión de aquel y dice: “Yo les aseguro que un rico difícilmente entrará en el Reino de los Cielos”.

Dos observaciones respecto de esta afirmación de Jesús: 1) El proverbio del camello y del ojo de la aguja se usaba para decir que una cosa era imposible, humanamente hablando. 2) La expresión “que un rico entre en el Reino” no se trata, en primer lugar de la entrada en el cielo, después de la muerte, sino de la entrada en la comunidad alrededor de Jesús. Y hasta hoy es así. Los ricos difícilmente entran y se sienten en casa en las comunidades que tratan de vivir el evangelio según las exigencias de Jesús y que tratan de abrirse a los pobres, a los migrantes y a los excluidos de la sociedad.

El joven había observado los mandamientos, pero sin entender el porqué de la observancia. Algo semejante estaba aconteciendo entre los discípulos. Cuando Jesús los llamó, hicieron exactamente lo que Jesús había pedido al joven: lo dejaron todo y se fueron detrás de Jesús. Y sin embargo se quedaron espantados con la afirmación de Jesús sobre la casi imposibilidad que un rico tiene de entrar en el Reino de Dios. Señal de que no habían entendido bien la respuesta de Jesús al joven rico: “¡Ve, vende todo, dalo a los pobres y ven y sígueme!” Pues, si lo hubiesen entendido, no se hubieran quedado extrañados ante la exigencia de Jesús. Cuando la riqueza o el deseo de riqueza ocupa el corazón y la mirada no consigue percibir el sentido de la vida y del evangelio, ¡sólo Dios puede ayudar! Para los hombres eso es imposible, mas para Dios todo es posible.

El trasfondo de la incomprensión de los discípulos despunta en la pregunta de Pedro: “Ya ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. ¿Qué recibiremos?” A pesar de la generosidad tan bonita del abandono de todo, mantenían la anterior mentalidad. Abandonaron todo para recibir algo en cambio. No habían entendido aún el sentido del servicio y de la gratuidad.
En la respuesta, Jesús describe el nuevo mundo, cuyos fundamentos estaban siendo lanzados por su labor y la de sus discípulos… El mundo futuro será el contrario del mundo actual. En él los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos. La comunidad alrededor de Jesús es semilla y muestra de este mundo nuevo. Hasta hoy las pequeñas comunidades de los pobres siguen siendo semilla y muestra del Reino.

Cada vez que, en la historia de la Biblia, surge un movimiento para renovar la Alianza, el movimiento comienza con reestablecer los derechos de los pobres, de los excluidos. Sin ello, ¡la Alianza no se rehace! Así hacían los profetas, así hace Jesús. Denuncia el sistema antiguo que, en nombre de Dios, excluía a los pobres. Jesús anuncia un nuevo comienzo que, en nombre de Dios, acoge a los excluidos. Este es el sentido y el motivo de la inserción y de la misión de la comunidad de Jesús en medio de los pobres. Saca su raíz e inaugura la nueva Alianza.  (Pagola)


MÁXIMA
Jesús nos quiere libres


Tener mucho cuidado en no perder esta libertad de espíritu, esta amable y dulce libertad de los hijos de Dios sin la que no se puede hacer ningún bien. Para conservarla es necesario unirse estrechamente a Dios, caminar en su presencia con un corazón en el que reina la paz. (Memorial 16)

Menos mal que existen esos locos.
Qué lástima, Señor, que son tan pocos
y no habrá muchos más.

Menos mal que existe de esa gente,
libre e impertinente,
sin freno ni bozal.

Menos mal, ellos te vuelven a la vida.
La guerra aún no está perdida
y hasta hay razón para esperar.

Menos mal, menos mal.

Menos mal que hay quien
no quiere ser prudente
y se sacude libremente
de los que le quieren domar.

Menos mal que hay quien
no sueña con despachos
y cree en grupos de muchachos
para curar la sociedad.

Menos mal que hay quien
levanta las dos manos
y por los derechos humanos
hasta la vida va a apostar.

Menos mal que hay quien
conserva un viejo orgullo
y une su grito con el tuyo
para afirmar la dignidad.