Virgen María Reina

Isaías 9, 1-6
Salmo 112, 1-8

Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.
Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo.
El ángel le dijo: No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. El será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin.
María respondió al ángel: ¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?
El ángel le respondió: El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios.

Dijo María: He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.
Y el ángel dejándola se fue.

“Hermanos y hermanas, no debemos imaginar a María «como una inmóvil estatua de cera», sino que en ella podemos ver a una «hermana… con las sandalias gastadas… y con mucho cansancio» (C. Carretto), por haber caminado tras el Señor y al encuentro de sus hermanos y hermanas, concluyendo su viaje en la gloria del Cielo.
De este modo, la Santísima Virgen es Aquella que nos precede en el camino… recordándonos a todos que también nuestra vida es un viaje, un viaje continuo hacia el horizonte del encuentro definitivo”. (P. Francisco 15-08-24)

“Es un gran honor tener por Madre a una Reina, la misma Reina de los Ángeles y de los Santos, que reina gloriosa en el cielo… La sagrada imagen muestra efectivamente que María no es una Reina distante que se sienta en el trono, sino una Madre que abraza al Hijo y, con Él, a todos nosotros sus hijos… Es una Madre verdadera, con el rostro marcado, una Madre que sufre porque toma realmente en su corazón los problemas de nuestra vida. Es una Madre cercana, que no nos pierde nunca de vista; es una Madre tierna, que nos lleva de la mano por el camino de cada día…
Ninguno de nosotros está huérfano, porque cada uno tiene cerca de sí a una Madre, Reina insuperable en ternura… Nos conoce y nos acompaña con su estilo típicamente materno: sutil y valiente al mismo tiempo; nunca intruso y siempre perseverante en el bien, paciente ante el mal y activo para promover la concordia». (P. Francisco 26-08-2017)


MÁXIMA
María es la Reina del amor


María Santísima, a la que hemos propuesto elegir como patrona y especial protectora, esta Madre de bondad y de misericordia, siempre tan atenta a las necesidades de sus hijos, que conoce bien nuestra indigencia, nuestras debilidades y nuestras enfermedades. Esta divina María siempre tan preocupada por favorecer todo lo que se hace para gloria de su Hijo, en este momento, en oración con nosotros, se asocia ya a nuestros trabajos; pide para nosotros el espíritu de humildad, de celo, de obediencia, de pobreza, de renuncia; y sin duda, que si no ponemos ningún obstáculo a la eficacia de sus plegarias, vamos a obtener por ella las mejores gracias, las más preciosas” (Apertura retiro de Saint-Méen, 1826) 

Madre de Misericordia,
Madre del Salvador,
Auxilio de los Cristianos
ruega por nosotros a Dios.

Virgen fiel y prudente,
Reina de la Paz,
Santa Madre de Cristo
que hagamos su voluntad.

Ven y reina, Madre de Dios,
Reina y Madre de la Creación
ven y reina en nuestro corazón
para que reine el Señor.

Madre del buen consejo,
Ideal de Santidad,
Reina del Santo Rosario
enséñanos a rezar.

Madre Inmaculada,
Madre del Creador,
Reina asunta a los cielos
llévanos contigo a Dios.

Salve Regina,
Madre de misericordia,
vida y dulzura, esperanza nuestra.
Salve, salve Regina.

A ti clamamos
los desterrados hijos de Eva.
A ti suspiramos llorando
en este valle de lágrimas.

Abogada nuestra,
vuelve a nosotros tus ojos.
Muéstranos tras este destierro
el fruto de tu vientre, Jesús.

Salve Regina,
Madre de misericordia
O clemente o pía
o dulce Virgen María.
Salve Regina.

Salve Regina, salve.