Ezequiel 37, 1-14Salmo 106, 2-9
Cuando los fariseos se enteraron de que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron con Él, y uno de ellos, que era doctor de la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?Jesús le respondió: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. Éste es el más grande y el primer mandamiento. El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas.
El amor a Dios y el amor al hombre ya estaban en los libros del A.T. Del amor a Dios se habla en el famoso Shemá, que el buen israelita recita todos los días al levantarse: “Amarás a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas” (Dt. 6,5). Del amor al prójimo nos habla el Levítico cuando dice: ”Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Lev. 19,18). Y nos preguntamos: ¿Dónde está la novedad de Jesús?La novedad, la genialidad de Jesús, está en lo siguiente:1) Estos dos mandamientos, que estaban en libros distintos, se vivían por separado. Así uno podía amar a Dios y no amar al hombre. Podía rezar muy piadosamente en el Templo y después dar un rodeo al hombre que se desangraba en el suelo” (Parábola del samaritano). Jesús une estos dos mandamientos de modo que sean vasos comunicantes que, si uno sube de nivel, debe también subir el otro. Lo dice muy bien San Juan: ”El que dice que ama a Dios y no ama a su hermano es un mentiroso” (1Jn. 4,20).2) En tiempo de Jesús, los mandamientos que debían saber y cumplir los judíos ascendían a 365. ¿Quién se podía acordar de todos? Y, sobre todo, ¿quién era capaz de cumplirlos a todos? Porque para ellos todos eran importantes. Jesús reduce a dos todos los mandamientos: Amar a Dios y amar a los hermanos. ¡Qué alivio!…Jesús nos presenta, en palabras del Papa Francisco, “el doble horizonte que da sentido a la vida, el criterio para ir en la dirección correcta. Primero Cristo nos habla de un horizonte hacia lo alto. “Amarás al Señor tu Dios…”. Es verdad que hay muchas responsabilidades, necesidades y problemas en nuestra vida. A veces demasiados, y a veces como si nos estiraran en todas las direcciones… Sin embargo, en medio de ese aparente desorden, existe un punto firme, central, que pone en la proporción todo lo demás: «…con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente».En segundo lugar, tenemos el horizonte alrededor de nosotros, con todos aquellos hombres y mujeres que encontramos a nuestro lado. Cristo nos invita a amarlo también en nuestros hermanos y hermanas, buscando el bien de ellos como si fuera nuestro propio bien.”Señor, hoy no quiero acabar mi oración sin darte gracias por haber hecho del amor el mandamiento más importante de la vida, el único importante. Yo amando cumplo con Dios y con los hermanos. Yo amando, puedo realizarme como persona y ser feliz. No necesito más. ¡Gracias, Señor!
MÁXIMAEl mandamiento principal es el amor
Es necesario ayudarnos unos a otros a servir, a alabar a nuestro divino Maestro; es una parte de la comunión de los santos, que no será, es cierto, plenamente consumada más que en el cielo, donde todos los corazones no serán más que uno sólo en el corazón de Jesucristo, pero que debe comenzar en la tierra, por la comunión de nuestros sentimientos, de nuestros esfuerzos y de nuestras oraciones” (R 438)
Cuando el pobre nada tiene y aún reparte,cuando un hombre pasa sed y agua nos da;cuando el débil al hermano fortalece:¡Va Dios mismo en nuestro mismo caminar!Cuando sufre un hombre y logra su consuelo,cuando espera y no se cansa de esperar;cuando amamos, aunque el odio nos rodee,¡Va Dios mismo en nuestro mismo caminar!Cuando crece la alegría y nos inunda,cuando dicen nuestros labios la verdad;cuando amamos el sentir de lo sencillo:¡Va Dios mismo en nuestro mismo caminar!Cuando abunda el bien y llena los hogares,cuando un hombre donde hay guerra pone paz;cuando hermano le llamamos al extraño:¡Va Dios mismo en nuestro mismo caminar!