2ª Tesalonicenses 1, 1-5. 11-12Salmo 95, 1-5
Jesús dijo a la multitud y a sus discípulos:¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que cierran a los hombres el Reino de los Cielos! Ni entran ustedes, ni dejan entrar a los que quisieran.¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que devoran los bienes de las viudas y fingen hacer largas oraciones! Por eso serán juzgados con más severidad.¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que recorren mar y tierra para conseguir un prosélito, y cuando lo han conseguido lo hacen dos veces más digno de la Gehena que ustedes!¡Ay de ustedes, guías, ciegos, que dicen: «Si se jura por el santuario, el juramento no vale; pero si se jura por el oro del santuario, entonces sí que vale».¡Insensatos y ciegos! ¿Qué es más importante: el oro o el santuario que hace sagrado el oro?Ustedes dicen también: «Si se jura por el altar, el juramento no vale, pero vale si se jura por la ofrenda que está sobre el altar». ¡Ciegos! ¿Qué es más importante, la ofrenda o el altar que hace sagrada esa ofrenda? Ahora bien, jurar por el altar, es jurar por él y por todo lo que está sobre él. Jurar por el santuario, es jurar por él y por aquel que lo habita. Jurar por el cielo, es jurar por el trono de Dios y por aquel que está sentado en él.
La serie de denuncias que este capítulo de Mateo pone en boca de Jesús, todas empiezan con un “¡¡Ay!” Esta especie de grito no se ha de interpretar como un lamento por una situación triste. Se trata, más bien, del anuncio de un castigo, incluso una maldición. Maldición que anuncia y avisa que lo determinante en la vida no son las palabras, sino únicamente las obras. En este caso concreto, el enorme engaño que representa usar la religión (rezos, misas, funciones solemnes de culto, …) para sacarle el dinero a las personas más desamparadas, las viudas de aquel tiempo, o las gentes de buena voluntad, que da a la Iglesia o pagan una boda, un entierro, quitándoselo de la boca.El hecho común y repetido, en estas obras o formas de conducta, era siempre lo mismo. Se trata de verdaderas aberraciones que se producía en torno al culto religiosos y a las prácticas sagradas: templo, altar, juramentos, ofrendas… Pero lo más importante es que tales aberraciones se llevaban a cabo de tal manera que todo aquello era la justificación de formas de conducta en las que anteponías “las observarías religiosas” al “bien de las personas”. Lo importante era cumplir con la religión y tener una buena imagen ante la gente. El sufrimiento de quienes lo pasaban mal era asunto para el que – con demasiada frecuencia- los hombres de religión que no tenían especial sensibilidad.Jesús insiste en el tema de la ceguera en que viven estos hombres de la piedad, observancia y la sumisión religiosa: “¡Ay de ustedes, guías ciegos!” Jesús convirtió con frecuencias a ciegos en videntes. Cuando Jesús abría los ojos a la gente, para que viera la realidad de lo que estaba sucediendo en Israel y de lo que hacían los expertos en las cosas de la religión, los observantes del Templo (fariseos) decían que aquello era cosa del diablo. La religión no soporta que le pongan sus engaños al descubierto. Con demasiada frecuencia la religión vive de las medias verdades y del ocultamiento de sus numerosos engaños.
MÁXIMANo exijamos a otros lo que no somos capaces de hacer
«El espíritu de Jesús es espíritu de paz, de misericordia y de amor. Los que en su nombre persiguen, los que escrutan las conciencias con la espada, los que atormentan el cuerpo para convertir el alma, los que provocan las lágrimas en vez de enjugarlas, esos no participan del espíritu de Jesús. ¡Ay del que profana el Evangelio, convirtiéndolo en objeto de terror para los hombres! ¡Ay del que escribe la buena nueva sobre hoja ensangrentada!» (Palabras de un creyente XXVIII)
Señor de los afligidos,Salvador de pecadores,mientras aquellos señoresde solemnes encintados,llevan al templo sus dones,con larga cara de honrados.Ay que me gusta escuchartecuando les dices:‘la viuda, con su moneda chiquitaha dado más que vosotros,porque ha entregado su vida’.Señor de las Magdalenas,pastor de samaritanos,buscador de perlas finasperdidas en los pantanos,cómo te quedas mirandocon infinita tristezaal joven que te buscabay cabizbajo se aleja,por quedar con su dinero.¡Ay, qué difícil que pasepor esta aguja un camello!Amigo de los humildes,confidente de los niños,entre rudos pescadoresescoges a tus ministros;parece que todo fueraen tu Evangelio sorpresa;Dices: ‘felices los mansosy los que sufren pobreza;bendito son los que lloran,los sedientos de justicia,dichosos cuando os maldigan’.‘Es hijo de los demonios’,los fariseos decían,‘se mezcla con los leprososy con mujeres perdidas,el sábado no respeta.¿Dónde vamos a pararsi ha decidido sanara toda clase de gente?¡Es un hombre subversivo!Ante tanta confusiónyo me quedo con lo antiguo.Ellos miraban al cieloy Tú mirabas al hombre,cuando apartado en el montete entregabas a la oración;sólo buscabas a Dios,a tu Padre Santo y justo;en el secreto nombrabas,para que Tú los sanaras,al hombre uno por uno,y lo que el barro manchabatus ojos lo hicieron puro.