Deuteronomio 4, 1-2.6-8Salmo 14, 2-4b.5Santiago 1, 16b-18.21b-22.27
Los fariseos con algunos escribas llegados de Jerusalén se acercaron a Jesús, y vieron que algunos de sus discípulos comían con las manos impuras, es decir, sin lavar.Los fariseos, en efecto, y los judíos en general, no comen sin lavarse antes cuidadosamente las manos, siguiendo la tradición de sus antepasados; y al volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones. Además, hay muchas otras prácticas, a las que están aferrados por tradición, como el lavado de los vasos, de las jarras y de la vajilla de bronce.Entonces los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: ¿Por qué tus discípulos no proceden de acuerdo con la tradición de nuestros antepasados, sino que comen con las manos impuras?Él les respondió: ¡Hipócritas! Bien profetizó de ustedes Isaías, en el pasaje de la Escritura que dice: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinde culto: las doctrinas que enseñan no son sino preceptos humanos. Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres.Y Jesús, llamando otra vez a la gente, les dijo: Escúchenme todos y entiéndanlo bien. Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es aquello que sale del hombre. Porque es del interior, del corazón de los hombres, de donde provienen las malas intenciones, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, los engaños, las deshonestidades, la envidia, la difamación, el orgullo, el desatino. Todas estas cosas malas proceden del interior y son las que manchan al hombre.
En el evangelio de hoy nos plantea Marcos la concepción de pureza de Jesús. Desde siglos, los judíos, para no contraer la impureza, tenían prohibido entrar en contacto con los paganos y comer con ellos. En los años 70, época en la que Marcos escribe su evangelio, algunos judíos convertidos decían: ‘¡Ahora que somos cristianos debemos abandonar las antiguas usanzas que nos separan de los paganos convertidos!’. Pero otros judíos convertidos pensaban que se debía continuar observando las leyes relativas a la pureza. Las palabras de Jesús, en el evangelio de hoy, nos ayudan a entender dónde poner el acento.En el tiempo de Jesús había muchas cosas y actividades que volvían impuras a las personas. Imposibilitaban ponerse delante de Dios, por ej. tocar un leproso, comer con publicanos, comer sin lavarse las manos, tocar la sangre o el cadáver, el parto y la menstruación, entre otras. Todo esto volvía impura a las personas y el contacto con ellas contaminaba, por eso, debían ser evitadas. Vivían bajo el miedo, temerosos de todo y de todos. Esta es una buena manera de oprimir.Los escribas y los doctores de la ley eran los encargados de la doctrina. Los fariseos (los separados) formaban una especie de hermandad, cuya preocupación principal era la de observar todas las leyes relativas a la pureza. Y así, los fariseos, insistiendo en las normas de la pureza, vaciaban de consistencia los mandamientos de la ley de Dios. Estaban más aferrados a las tradiciones que a la Palabra de Dios. Las normas que se dieron eran más importantes que los mandamientos que el mismo Dios, por mediación de Moisés, les había otorgado, para que al practicarlos fueran un pueblo sabio y una prudente nación. También nosotros padecemos el mismo mal. Y terminamos, como ellos, honrando a Dios de labios para afuera, porque el corazón está en otra sintonía.Jesús invierte las cosas: lo que es impuro no viene de fuera hacia dentro, como enseñan los doctores de la ley, sino de dentro hacia fuera. Y así, ninguno tiene necesidad de preguntarse si este alimento o bebida son puros o no. Jesús coloca lo que es puro o impuro en otro nivel, en el nivel del comportamiento ético. Abre un camino para llegar hasta Dios, y así, realiza el deseo más profundo de la gente. Los discípulos no acaban de entender lo que Jesús quería decir. Y entonces insiste y con más claridad: es del interior, del corazón de las personas, de donde provienen las verdaderas impurezas, y las enumera. Todas ellas tienen que ver con nuestros prójimos.La pureza o impureza nos la jugamos en el estilo de relaciones que tejemos con nuestros hermanos y hermanas y es el corazón (el interior, el hondón de cada uno) el que hace impuro o no las relaciones que establecemos. La pureza o impureza no está fuera. Está dentro. Mírate en el espejo de Jesús y actúa en consecuencia.
Jesús y los fariseos: Jesús es claro con ellos y no anda a medias tintas. Les expresa lo que siente y piensa. Los va conociendo poco a poco y cuál es la lógica de relaciones que llevan adelante. Son controladores, quieren tener bajo su pie a los más demás, se apoyan en la Ley que es su fuerte y su fuente de dominio. Jesús en la relación con ellos, se apoya en el fuerte de ellos y les hace ver sus incoherencias. Dicen observar la ley, pero la ley que les conviene. Jesús no los desprecia, quiere que sean coherentes. En la relación con ellos, siempre se pone del lado del más débil, en este caso, de los discípulos.
Quien lo calcula todo para su bienestar personal y se sustrae de los deberes de la sociedad y de las cargas de la vida, se encuentra con una carga más pesada de la de aquellos de los que se ha aprovechado. Indiferente a todo, su alma se acartona y se seca. Todo movimiento generoso, todo sentimiento amable, se apaga en su corazón petrificado por el egoísmo. Como no tiene relación con nadie, nadie tiene relación con él. Parece que ha dejado de pertenecer a la humanidad. (A un amigo, 1811)
Queremos seguir tus huellas,caminar por tus caminos,sembradores de estrellas,y norte de lo divino.Desde la infancia tu mirada se pobló,de urgencias, mares, primaveras y de sed,son muchas sombras que llenar del sol de Dios,así pensaste, Juan María la Mennais.Amor ardiente, la esperanza vertical,el pulso tenso, siempre indómita la fe,proa al futuro y a sembrar de fuego el mar,tal navegaste, Juan María la Mennais.Como familia que se anuda en el amor,honda la entrega y soterrada en sencillez,los ojos altos, la mirada en «Sólo Dios»tal nos soñaste Juan María la Mennais.Extenderemos tu palabra germinal,combatiremos sin jamás desfallecer,seremos yunque, hoguera, viento, manantial,como tú fuiste Juan María la Mennais.