Santa Teresa de Calcuta


1ª Corintios 3, 18-23
Salmo 23, 1-6

En una oportunidad, la multitud se amontonaba alrededor de Jesús para escuchar la Palabra de Dios y él estaba de pie a la orilla del lago de Genesaret. Desde allí vio dos barcas junto a la orilla del lago; los pescadores habían bajado y estaban limpiando las redes.
Jesús subió a una de las barcas, que era de Simón, y le pidió que se apartara un poco de la orilla; después se sentó y enseñaba a la multitud desde la barca.
Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: Navega mar adentro y echen las redes.
Simón le respondió: Maestro, hemos trabajado la noche entera y no hemos sacado nada, pero si tú lo dices, echaré las redes.
Así lo hicieron, y sacaron tal cantidad de peces, que las redes estaban a punto de romperse.
Entonces hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que fueran a ayudarlos. Ellos acudieron y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían.
Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús y le dijo: Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador.
El temor se había apoderado de él y de los que lo acompañaban, por la cantidad de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: No temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres.
Ellos atracaron las barcas a la orilla y, abandonándolo todo, lo siguieron.

Hermoso el relato que nos propone el Evangelio Hoy. La misión de Jesús crece, “la gente se agolpaba para oírlo”. Jesús pide ayuda y encuentra en Simón Pedro, un humilde pescador la colaboración. Le ayuda a descubrir su verdadera vocación, su verdadera identidad.

Jesús transforma la persona de Pedro, de pescador de peces a pescador de hombres. Lo invita a vivir su misión, a seguirlo; a ser su discípulo. Pedro sabe que es “un hombre pecador”, pero Jesús que conoce su corazón lo invita a no tener miedo y la respuesta no se hace esperar: “Dejándolo todo lo siguió”.

El Papa Francisco nos dice: «Cuando se callan las palabras de nuestra propia experiencia, de nuestras previsiones y cálculos humanos (‘nos hemos pasado toda la noche pescando’); cuando hemos probado la amargura del fracaso o de la desilusión (‘no hemos pescado nada’), entonces puede brotar el milagro: «Pero, en tu nombre echaré las redes». Esto es lo más maravilloso de todo. Y ya sabemos lo que pasó después». (3-9-15)

Hoy Jesús sigue llamando a mujeres y hombres, niños y jóvenes a ser sus discípulas/os-misioneras/as.
Hoy Jesús también te dice a ti: “Rema mar adentro y echa las redes en mi nombre”; “No tengas miedo, yo te haré pescador de hombre”.
¿Qué respondes a la invitación que Jesús te hace?


MÁXIMA
Todos somos menesianos


Anímense mutuamente a emplear desde ahora los días que les quedan en la tierra, a sembrar mucho, con el fin de recoger abundantemente en el cielo. Para esperar alcanzar este final de nuestra esperanza común, y que es el fin de nuestros penosos trabajos, reafirmémonos más y más en la gracia, en la paz, en la caridad y en la humildad de Nuestro Señor.  (Última circular a los Hermanos, vísperas de Navidad de 1860)

Herederos del carisma
que ha dejado Juan María,
vivirlo es el desafío
en la escuela cada día.

Una escuela que sea Templo,
Hospital, Casa de Pan,
cual Taller para la vida,
Frontera, calor de Hogar.

Con el lema de Dios Sólo
y sintiéndonos hermanos,
compartamos la tarea:
¡Todos somos menesianos!

Dar a conocer a Cristo
con el ejemplo en la aulas;
y ser luz entre los hombres
predicando con el alma.

De los jóvenes y niños,
como ángeles custodios
velando por su futuro,
enlazando fe y estudio.