Paternidad carismática

Hijos míos muy amados, reciban con una humilde sumisión mis reprimendas paternales: las dirijo a todos en común, ya que antes que reproches son advertencias de las que todos pueden aprovechar, y aprovecharán, en efecto;  tengo en ello una dulce confianza. (JMLM a los HH de las Antillas, Brest, 5 de octubre de 1841)

Juan María de la MennaisSusana Bonaventura

Qué dulce encanto tiene
conocerte Juan María,
Aprendiendo de tu vida,
disfrutarte día a día.

Sé muy bien que soñabas
que vivieran como Hermanos
Muy cerca brindando amor
en los hechos cotidianos.

Y así nació tu gran verdad,
con mucho amor en comunidad
Y ahora sé, cada vez más,
que tu palabra me da paz.


Para sembrar con mucho amor
lo que tu huella me dejó,
Hacer el bien y transitar
por los caminos del Señor.


Abramos los oídos,
nuestro corazón pendiente
Tu palabra es un tesoro
para brindarle a la gente.

Vivamos como Hermanos
y estrechemos nuestros lazos
Pues somos los encargados
de continuar con tus pasos.

Antífona 1
¡Hijos míos, demos todo! No pretendamos guardar la menor parcela de nuestra voluntad, la menor paja.

Salmo 103 A
Himno al Dios creador

Bendice, alma mía, al Señor: 
¡Dios mío, qué grande eres! 
Te vistes de belleza y majestad, 
la luz te envuelve como un manto. 

Extiendes los cielos como una tienda, 
construyes tu morada sobre las aguas; 
las nubes te sirven de carroza, 
avanzas en las olas del viento; 
los vientos de sirven de mensajeros; 
el fuego llameante, de ministro. 

Asentaste la tierra sobre sus cimientos, 
y no vacilará jamás; 
la cubriste con el manto del océano, 
y las aguas se posaron sobre las montañas; 

pero a tu bramido huyeron, 
al fragor de tu trueno se precipitaron, 
mientras subían los montes y bajaban los valles: 
cada cual al puesto asignado. 
Trazaste una frontera que no traspasarán, 
y no volverán a cubrir la tierra. 

De los manantiales sacas los ríos, 
para que fluyan entre los montes; 
en ellos beben las fieras de los campos, 
el asno salvaje apaga su sed; 
junto a ellos habitan las aves del cielo, 
y entre las frondas se oye su canto. 

Desde tu morada riegas los montes, 
y la tierra se sacia de tu acción fecunda; 
haces brotar hierba para los ganados, 
y forraje para los que sirven al hombre. 

Él saca pan de los campos, 
y vino que le alegra el corazón; 
y aceite que da brillo a su rostro, 
y alimento que le da fuerzas. 

Se llenan de savia los árboles del Señor, 
los cedros del Líbano que Él plantó: 
allí anidan los pájaros, 
en su cima pone casa la cigüeña. 
Los riscos son para las cabras, 
las peñas son madriguera de erizos. 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 1
¡Hijos míos, demos todo! No pretendamos guardar la menor parcela de nuestra voluntad, la menor paja.


Antífona 2
Hijos míos, el tiempo de un retiro es el tiempo de los milagros.

Salmo 103 B
Himno al Dios creador


Hiciste la luna con sus fases, 
el sol conoce su ocaso. 
Pones las tinieblas y viene la noche, 
y rondan las fieras de la selva; 
los cachorros rugen por la presa, 
reclamando a Dios su comida. 

Cuando brilla el sol, se retiran, 
y se tumban en sus guaridas; 
el hombre sale a sus faenas, 
a su labranza hasta el atardecer. 

Cuántas son tus obras, Señor, 
y todas las hiciste con sabiduría; 
la tierra está llena de tus criaturas. 

Ahí está el mar: ancho y dilatado, 
en él bullen, sin número, 
animales pequeños y grandes; 
lo surcan las naves, y el leviatán 
que modelaste para que retoce. 

Todos ellos aguardan 
a que les eches comida a su tiempo: 
se la echas, y la atrapan; 
abres tu mano, y se sacian de bienes; 

escondes tu rostro, y se espantan; 
les retiras el aliento, y expiran 
y vuelven a ser polvo; 
envías tu aliento, y los creas, 
y repueblas la faz de la tierra. 

Gloria a Dios para siempre, 
goce el Señor con sus obras, 
cuando Él mira la tierra, ella tiembla; 
cuando toca los montes, humean. 

Cantaré al Señor, 
tocaré para mi Dios mientras exista: 
que le sea agradable mi poema, 
y yo me alegraré con el Señor. 

Que se acaben los pecadores en la tierra, 
que los malvados no existan más. 
¡Bendice, alma mía, al Señor!

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 2
Hijos míos, el tiempo de un retiro es el tiempo de los milagros.

Mis queridísimos Hermanos: Lo que ha pasado en su establecimiento desde hace algún tiempo me causó un dolor demasiado intenso para que pueda expresarlo tal como lo siento.
Algunos de entre ustedes han olvidado que un superior tiene siempre derecho al respeto y a la obediencia no solamente exterior, sino a la obediencia de espíritu, aun cuando se evidencien en él defectos o faltas, porque no es al hombre a quien se obedece, sino a Dios. (…)
Si entre ustedes hay hermanos que, cansados por tan duras pruebas, desean retornar a Francia, no los obligaré de ningún modo a quedarse en la colonia por obediencia; pero les prohíbo, en virtud de su voto, dejarla sin mi permiso, bajo cualquier pretexto que sea.

Que se me escriba y entonces tomaré en cuenta sus deseos y aún sus miserias, tanto como pueda; pero exijo una entera sumisión, porque ella es para cada uno de ustedes, un deber riguroso; y quien les dijese lo contrario estaría en el error y ustedes caerían con él.
No dudo, hijos míos, que reconocerán en la franqueza de mi lenguaje, la amistad cristiana de su anciano padre; consuélenlo con la rigurosidad en seguir sus consejos y ejecutar sus órdenes, sea que se las dé él mismo o que les sean dadas de su parte.
No crean, mis queridos hijos, que estoy enojado con ustedes: no, no es así, y los amo siempre tiernamente en Jesucristo Nuestro Señor. (JMLM a los HH de Fort-Royal, 23 de julio de 1842)

Antífona
Intentemos, mis queridos hijos, ayudarnos unos a otros a ser santos; y para esto que cada uno dé a sus hermanos ejemplo de dulzura, de paciencia, de humildad, de fidelidad a la regla.

Mi alma glorifica al Señor, mi Dios,
gózase mi espíritu en mi Salvador.
Él es mi alegría, es mi plenitud,
Él es todo para mí.

Ha mirado la bajeza de su esclava,
muy dichosa me dirán todos los pueblos
porque en mí ha hecho grandes maravillas
Él que todo puede, cuyo Nombre es Santo.

Su clemencia se derrama por los siglos
sobre aquellos que le temen y le aman,
desplegó el gran poder de su derecha,
dispersó a los que piensan que son algo.

Derribó a los potentados de sus tronos,
ensalzó a los humildes y a los pobres,
los hambrientos se saciaron con sus bienes
y alejó de sí, vacíos a los ricos.

Acogió a Israel, su humilde siervo
acordándose de su misericordia,
como había prometido a nuestros padres,
a Abraham y descendencia para siempre.

Antífona
Intentemos, mis queridos hijos, ayudarnos unos a otros a ser santos; y para esto que cada uno dé a sus hermanos ejemplo de dulzura, de paciencia, de humildad, de fidelidad a la regla.

A cada intención respondemos:

Bendícenos Padre, por intercesión de Juan María

-. Por la obra menesiana que se desarrolla en el Cono Sur, para que crezca en fidelidad carismática
-. Por los jóvenes que están viviendo distintas etapas formativas, para que encuentren en sus hermanos mayores modelos de identidad carismática.
-. Por los Hermanos mayores para que en el compartir con los jóvenes descubran que su vida sigue siendo significativa según las claves del Reino.
-. Por la Familia Menesiana para que crezca en número e identidad, según los rasgos del carisma.
-.  Por los niños y jóvenes que habitan nuestras aulas para que encuentren en los educadores menesianos ángeles guardianes de la inocencia de sus vidas.

Señor, tú que nos has dado en Juan María de La Mennais un padre según tu corazón, apasionado por la educación cristiana de los niños y jóvenes, haz que vivamos como hijos tuyos y hermanos entre nosotros, haciendo de la fraternidad un signo profético del Reino. Por Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo, en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén