Virgen de la Merced

Proverbio 21, 1-6. 10-13
Salmo 118, 1. 27. 30. 34-35. 44

Su madre y sus hermanos fueron a verlo, pero no pudieron acercarse a causa de la multitud. Entonces le anunciaron a Jesús: Tu madre y tus hermanos están ahí afuera y quieren verte.
Pero él les respondió: Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la practican.

“Mi madre y mis hermanos son aquellos que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica”.
Para escuchar la Palabra de Dios, la Palabra de Jesús, basta abrir la Biblia, el Evangelio. Escuchar la Palabra de Dios es leer y decir: ¿Esto qué le dice a mi corazón? ¿Qué me está diciendo a mí, con esta palabra? Y así nuestra vida cambia. Cada vez que hacemos esto es escuchar la Palabra de Dios, escucharla con los oídos y escucharla con el corazón.

Los enemigos de Jesús escuchaban la Palabra de Jesús, pero estaban cerca de él para encontrar un error, para hacerlo resbalar y que perdiera autoridad. Pero nunca se preguntaban: ‘¿Qué me dice Dios en esta Palabra?’ Y Dios habla a todos: sí, habla para todos, habla a cada uno de nosotros. El Evangelio se ha escrito para cada uno de nosotros.

Por otro lado, poner en práctica lo que se escucha no es fácil, porque es más fácil vivir tranquilamente sin preocuparse de las exigencias de la Palabra de Dios. Algunas pistas concretas para hacerlo son los mandamientos y las bienaventuranzas. Contando siempre con la ayuda de Jesús, también cuando nuestro corazón escucha, pero finge no entender. Asimismo, Cristo es misericordioso y perdona a todos, espera a todos, porque es paciente. Jesús recibe a todos, también a aquellos que van a escuchar la palabra de Dios y después lo traicionan. Pensemos en Judas. (Papa Francisco, 23-09-2014)


MÁXIMA
Somos familiares de Jesús.

Cada comunidad se esfuerza por llegar a ser una Comunidad evangélica, signo de la presencia ya efectiva del Reino, donde la caridad destruye toda barrera y reconcilia a todos los hombres, hijos de un mismo Padre y hermanos de Jesucristo que los reúne en un solo cuerpo.

Somos familia menesiana 
que quiere seguir a Jesús.
Con alegría anunciar su Palabra
a los sedientos de un agua nueva.

Por eso estamos aquí, la la la la.
Conmigo puedes contar, la la la la.
Y dejaré mi equipaje a un lado 
para tener bien abiertas las manos
y el corazón lleno de paz.

Somos ciudadanos de un mundo
que fue creado como casa de todos,
como el hogar de una gran familia
donde todos vivimos en paz.

Porque tuve hambre, porque tuve sed
y me diste pan y agua de beber.
Porque estuve enfermo y me viniste a ver,
un poco de cielo pude conocer.
Porque andaba triste, cansado y con frío
y me diste alegre tu calor de amigo,
porque me sanaste cuando estuve herido,
yo sentí en tus manos las de Jesucristo.

Yo te digo eres mi hermano.
Tú, porque supiste amar.
No es tiempo perdido,
tiempo que se da.
No es tiempo perdido,
tiempo que se da.

Porque al niño solo llevas a tu hogar
y pan de los hijos tú le sabes dar,
porque a quien te ofende sabes perdonar
la bondad de Dios me has hecho encontrar.
Porque con tus ojos suscitas lo bueno,
porque miras siempre mi mejor anhelo,
porque siempre escuchas mi clamor sincero.
descubrí en tu rostro todo un mundo nuevo.