Santos Juan de Brébeuf e Isaac Jogues – Beato Luis Tezza

Eclesiastés 1, 2-11
Salmo 89, 3-6. 12-14. 17

El tetrarca Herodes se enteró de lo que Jesús hacía y enseñaba y estaba muy desconcertado porque algunos decían: Es Juan, que ha resucitado.
Otros decían: Es Elías, que se ha aparecido, y otros: Es uno de los antiguos profetas que ha resucitado.
Pero Herodes decía: A Juan lo hice decapitar. Entonces, ¿quién es este del que oigo decir semejantes cosas? Y trataba de verlo.

Herodes había perdido la cabeza por el baile de su sobrina y Juan la perdió por ser fiel a la misión encomendada por Dios. Uno, ensimismado en su egocentrismo, juguete de sus pasiones, ávido de poder y de gloria. El otro, entregado a la voluntad de Dios, capaz de dejar todo, hasta su vida, por seguir su vocación de profeta.

Herodes ahora se enfrenta a un nuevo Juan, que aparece en su reino. Está curioso por conocerlo y escucharlo, no seguramente para seguir sus consejos, sí para medir el riesgo que puede suponer para su corona. Así como la prédica y el ejemplo de Juan son la antítesis de lo que vive y cree Herodes, así también el Reino predicado por Jesús se confrontará directamente con el suyo.

Herodes que se creen lo más, hoy hay muchos en el mundo. Y buscan destruir todo lo que les haga sombra. Ruedan diariamente cabezas pensantes para mantener cabezas coronadas, que se creen dioses, dueños y señores de vidas y de bienes.

Y aunque no lleguemos a tanto, también en la Iglesia y en nuestras comunidades puede haber actitudes de esta naturaleza. Hay que mantener el poder cueste lo que cueste, aunque sea mintiendo, desprestigiando, ninguneando… Quiera Dios purificarnos de estas tentaciones tan nuestras y tan frecuentes. Aunque pongamos cara bonita, muchas veces nos sale el Herodes que todos llevamos dentro.


MÁXIMA
Busca y defiende la verdad


Duerman su sueño, grandes del mundo, sabios presuntuosos. Jesús, mi Salvador no viene para ser objeto de una vana curiosidad y para alimentar su orgullo con interminables discusiones. Su amor propio cegado y desenfrenado, su corazón roído por la avaricia y atormentado por la ambición, no pueden comprender y menos aún gustar la benignidad del Salvador, la pobreza, la dulzura y la humildad de Jesucristo». (Sermón sobre la Navidad)

Que corra tu río, que sople tu aliento,
que queme tu fuego por dentro.
Que caiga tu lluvia y refresque tu viento,
que traigas un avivamiento.
Y sea un torrente por el mundo entero.

Griten los montes con alegría,
vean los ciegos la luz del día.
Rómpanse yugos de esclavitud
y por los siglos reine Jesús…

Recorre las vidas carentes de amor,
consuela a tu paso el corazón.
Visita aun el más oscuro rincón
y ahí has brillar tu salvación.

Griten los montes con alegría,
vean los ciegos la luz del día.
Rómpanse yugos de esclavitud
y por los siglos reina Jesús.

Fiel, justo y verdadero,
soberano salvador del universo.

LUIS TEZZA (1841 – 1923) es un beato italiano, aunque la mayor parte de su sacerdocio la ejerció en Perú. Fue el fundador de la Congregación Hijas de San Camilo. En 1864 fue ordenado sacerdote y muy pronto se encargó de la formación de los jóvenes. Posteriormente fue enviado a Francia de donde fue expulsado. En 1891 conoció a Josefina Vannini, con la cual fundó la congregación de mujeres. Llegó a Lima en 1900 con el objetivo de reunificar a las comunidades religiosas del Perú de la Orden de San Camilo, que se había separado mucho tiempo antes. Dedicó mucho tiempo a la asistencia de los enfermos particularmente pobres, tanto en las casas privadas y en los hospitales como en las cárceles. Fue confesor y director espiritual del seminario de la archidiócesis y de diversas congregaciones religiosas. Fue beatificado por Papa Juan Pablo II en el año 2001.
ISAAC JOGUES fue un misionero francés que trabajó con los iroqueses, hurones y otros pueblos originarios en Norteamérica. En 1646 fue martirizado por los mohawks en el poblado de Ossernenon. Los jesuitas Renato Goupil y Juan de Lalande también fueron martirizados en este lugar.
JUAN DE BRÉBEUF (1593-1649) fue un presbítero jesuita que ejerció su ministerio sacerdotal primeramente en Francia y, posteriormente, trabajó sobre todo con los hurones. Aprendió su idioma y su cultura y escribió mucho sobre ellos para ayudar a otros misioneros. En 1649, Brébeuf y otros misioneros fueron capturados y asesinados por los iroqueses.