Job 3, 1-3. 11-17. 20-23Salmo 87, 2-8
Cuando estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo, Jesús se encaminó decididamente hacia Jerusalén y envió mensajeros delante de él.Ellos partieron y entraron en un pueblo de Samaría para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron porque se dirigía a Jerusalén.Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?Pero él se dio vuelta y los reprendió.Y se fueron a otro pueblo.
Jesús manda a algunos discípulos para que le consigan alojamiento y entraron en Samaría, pero allí no los recibieron. Entonces aparece la reacción de los discípulos ante esta negativa del pueblo y quieren tirarle fuego desde el cielo para consumirlos. Jesús se da vuelta y los reprende, porque en realidad la misión de Jesús va más allá de la negativa de algunos. Jesús ofrece su vida por amor y ese amor quiere alcanzar a todos; es un amor que rompe barreras que entra en los lugares más olvidados, alejados, en las periferias donde el pecado está reinando. Él quiere penetrar allí con su amor.Para ello tiene que encaminarse hacia Jerusalén, que es el camino que conduce a la plena salvación de toda la humanidad. También nosotros tenemos que encaminarnos hacia nuestra Jerusalén, hacia el lugar donde necesitamos entregarle al Señor todo lo que tenemos y somos, aquellas situaciones que nos atan y que no nos permiten ser libres. A veces reaccionamos como los discípulos cuando encontramos negativas en el camino. Sin embargo, la enseñanza del Señor va más allá que cualquier negativa, su amor supera cualquier obstáculo y adversidad.Lo interesante del texto es la reacción de Santiago y Juan, dos de sus discípulos más cercanos. Ellos son conscientes del poder que el Señor les ha dado. El problema es que quieren usar ese poder no para sanar sino para destruir. ¡Cuántas veces nos pasa lo mismo! Ante el rechazo, ante las conductas seguramente injustas de los demás, nuestra reacción inmediata es responder con la misma o, incluso, mayor violencia. ¡Es la gran tentación! Por eso, Jesús los reprende.En un mundo tan violento como en el que vivimos actualmente, los cristianos estamos llamados a romper con esa dinámica y a responder como Jesús. Esto no es ser cobardes, ni resignarnos al mal. Se trata de vencer el mal a fuerza de bien, sin caer en su trampa que nos incita también a nosotros a la violencia. Y violencia no es sólo el uso de las armas, sino las agresiones verbales, la indiferencia, el despotismo, el poner mis derechos por encima del de los demás, etc…
MÁXIMA¡Digamos no a la violencia!
La religión es fuego, pero este fuego no quema más que la paja. Calienta, alimenta, vivifica, ha caído del cielo para animar la tierra. (Memorial 113-114)
Hay fuego en ti que puedes compartir,no debes esperar para servir.Fuego soy, no hay fuego sin amor.Yo quiero ser, Señor, tu servidor.Cuando te encuentres en la oscuridad,cuando creas que todo va mal,cuando tus pasos vayan marcha atrásy la tristeza te empiece a voltear,tú no debes temer; confía ya verás.¡Juntos podemos luchar!Tristeza, hambre, miedo y soledad.Las personas dejaron de amar.Sentados nada vamos a cambiar.¡Salgamos todos al mundo incendiar!María, aquí estoy, si lo pides, yo voy;te entrego mi corazón.