Beato Ambrosio Ferro

Job 19, 21-27
Salmo 26, 7-9. 13-14

El Señor designó a otros setenta y dos y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde él debía ir.
Y les dijo: La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha.
¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos. No lleven dinero, ni alforja, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino.
Al entrar en una casa, digan primero: “¡Que descienda la paz sobre esta casa!” Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes.
Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario. No vayan de casa en casa.
En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan; curen a sus enfermos y digan a la gente: “El Reino de Dios está cerca de ustedes”.
Pero en todas las ciudades donde entren y no los reciban, salgan a las plazas y digan: ¡Hasta el polvo de esta ciudad que se ha adherido a nuestros pies, lo sacudimos sobre ustedes! Sepan, sin embargo, que el Reino de Dios está cerca.
Les aseguro que en aquel Día, Sodoma será tratada menos rigurosamente que esa ciudad.

Así como Jesús fue enviado por su Padre a traer la Buena Noticia al mundo, él envía a sus discípulos. Así como él vino en la sencillez y la pobreza, quiere que sus enviados vayan sin nada, sin seguridades, “como ovejas en medio de lobos”, impulsados por la fuerza del espíritu. No llevarán cosas, sino la paz en el corazón y una gran noticia en los labios: El Reino de Dios está cerca. Imaginemos lo que habrá significado para aquella gente sufrida de los pueblos, la esperanza de una vida nueva, el anhelo de siempre vislumbrado como posible.

En tiempos en que Lucas escribió este relato, la Iglesia se expandía por el imperio romano y la fuerza del Espíritu se hacía notar en la actividad de los misioneros como Pablo, que lo recorrían llevando la Buena Noticia. Seguramente ya estaba la tentación, muy nuestra, de creer que para que la misión fuese efectiva, se necesita mucho material. Y si no, veamos nuestras necesidades a la hora de misionar: ¡Tantas cosas que hay que llevar!  Y muchas veces al que no llevamos es a Jesús.

Lo que él nos quiere decir, más que nada, es que, cuando misionamos, cuando damos catequesis, no nos llevemos a nosotros mismos, que lo llevemos a él en el corazón, que con eso basta. 


MÁXIMA
Con llevar a Jesús basta


No te consideres un instructor profano, sino como un misionero encargado de establecer el Reino de Dios en las almas. Esa es, en efecto, tu vocación y es haciendo santos como te santificarás tú mismo. (Al H. Alfredo María, 07-07-1844

Misionar es anunciar
con la vida a los demás
a Jesús, quien humaniza
y nos da identidad.

No hay mayor felicidad
que vivir en libertad
si dejamos que el Espíritu
conduzca nuestro andar.

Superando el mal con bien,
sin abatirse, sin agobiarse,
dando vida a los demás
se acrecienta cuanto más se da.

Misión, un estilo de vida.
Es la vida bien vivida,
si emprendemos la misión.
Misionar, una forma de dar,
una forma de darse
a todos los demás.

Misionar es renunciar
a buscar comodidad.
No dejemos que nos roben
el gozar de la unidad.

Lo que vi y lo que oí,
eso tengo que anunciar.
Ya no puedo más guardarme
en lo oculto la verdad,

Vivir las obras con fe
es importante, es importante,
sin temor a fracasar,
en salir afuera a misionar.

Misión, un estilo de vida.
Es la vida bien vivida,
si emprendemos la misión.
Misionar, una forma de dar,
una forma de darse
a todos los demás.

Siempre encuentro una razón
para no seguir tu voz.
Pero siempre son más fuertes
tus caminos, mi Señor.

Mucho tiempo me obstiné
en hallar mi vocación
y ahora sé que a donde vaya
anunciarte es misión.

Dulce Madre del Amor,
a Tí acudimos, a Tí miramos.
Ayúdanos a anunciar
el mensaje que nos salvará.

AMBROSIO FRANCISCO FERRO fue un sacerdote oriundo de las Azores, martirizado en Brasil. Después que los holandeses hubiesen masacrado a decenas de católicos en Cunhaú, mientras estaban celebrando la Misa, muchos buscaron refugio en Uruaçú, cerca de Natal. Sin embargo, fueron descubiertos y unos 80 de ellos fueron reunidos por los invasores junto al río del mismo nombre, donde asesinaron a todos los que no renegaron de su religión. Ambrosio Ferro era en ese entonces vicario y lideró al grupo de católicos que buscó refugio en Uraçú. Fue beatificado por Juan Pablo II en el año 2000 y canonizado por Francisco en el año 2017.