Domingo 28º durante el año

Sabiduría 7, 7-11
Salmo 89, 12-17
Hebreos 4, 12-13

Cuando se puso en camino, un hombre corrió hacia él y, arrodillándose, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?
Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno. Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre.
El hombre le respondió: Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud.
Jesús lo miró con amor y le dijo: Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme.
Él, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes.
Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: ¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!
Los discípulos se sorprendieron por estas palabras, pero Jesús continuó diciendo: Hijos míos, ¡Qué difícil es entrar en el Reino de Dios! Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios.
Los discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos a otros: Entonces, ¿quién podrá salvarse?
Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él todo es posible.
Pedro le dijo: Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.
Jesús respondió: Les aseguro que el que haya dejado casa, hermanos y hermanas, madre y padre, hijos o campos por mí y por la Buena Noticia, desde ahora, en este mundo, recibirá el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas, madres, hijos, campos, en medio de las persecuciones; y en el mundo futuro recibirá la Vida eterna.

El texto lo podemos dividir teniendo en cuenta el vocabulario y los personajes en tres partes. Los versículos 17-22 contienen la pregunta del hombre rico sobre cómo entrar en la vida eterna y la llamada de Jesús a seguirle y entrar en el Reino. Los versículos 23-27 son el centro: La dificultad, para los que poseen riquezas, de entrar en el reino de los cielos. Los discípulos se asombran ante esta enseñanza de Jesús y creen imposible el seguimiento. Jesús les muestra que el seguimiento es un don del Padre. Y los versículos 28-31 muestran la actitud de Pedro y la respuesta de Jesús sobre el ‘dejar’.

El encuentro del hombre rico y Jesús se da en el camino, en marcha, es decir en la vida misma. El hombre corre al encuentro en actitud decidida, se arrodilla en actitud de sumisión ante el Maestro y pregunta por ‘la herencia’: qué debo hacer para heredar la Vida Eterna, como si esta fuera un bien comercial. La pregunta revela la lógica en la que se mueve el hombre rico (heredar y hacer). Jesús tiene otra lógica, la cual quedará clara más adelante y también quedará claro que ambas no pueden convivir, o adhieres a la lógica de Jesús o a la lógica del hombre rico.

En el texto tenemos todos los elementos de una llamada: mirar (lo miró con amor), llamar (ven), dejar (vende lo que tienes y dalo a los pobres), seguir (sígueme). Es el relato de una llamada fracasada. La llamada fracasa por no tener la capacidad de dejar las riquezas, por entender que la lógica es la posesión y no la gratuidad (dar).El texto nos muestra también que no es lo mismo cumplir los mandamientos que seguir a Jesús. Es necesario comprender el seguimiento como un tesoro por el que se deja todo. El seguimiento es la puerta de entrada al reino.

El ‘dejar’ no es una simple actitud ascética, sino el signo de que se comprende el don del reino. El dejar es el signo de que se quieren establecer las nuevas relaciones del reino caracterizadas por el compartir y no por la posesión, y por la confianza puesta totalmente en el Padre. Sólo el que deja, bienes o personas, se capacita, se abre, se dispone para recibir, porque el Reino es don, no posesión. 

Juan María hará observar al Hno Joseph Boschet cómo la posesión de los bienes hace que la confianza sea puesta en otro lugar. ‘Un despreciable espíritu de apego a los bienes de la tierra ha hecho que seas infiel a tu vocación. Bendigo a Dios por haberte abierto los ojos y por haber tocado tu corazón con un sincero arrepentimiento. Vuelve, pero antes de volver reflexiona seriamente para no tener que arrepentirte’. (Ploërmel, 30 agosto de 1837)

En el reino las relaciones son mucho más ricas: céntuplo de madres, hermanos, hermanas, hijos… pero un solo Padre. No es lo mismo reino de Dios que vida eterna, ni trabajar por la vida eterna y trabajar por el Reino. (Hno Merino)

Jesús con su Padre: El Padre es el único bueno, es la bondad por esencia. Es un Padre que todo lo puede, pero en el amor. Lo puede todo, pero no fuerza la respuesta del hombre. La respeta y le sigue queriendo. Dios es un Padre que llama porque ama y porque ama, llama. El Reino es la mesa común, con el Padre en medio.

Jesús y el hombre: Jesús lo invita al seguimiento, lo mira con amor. El texto pone de relieve este elemento de la mirada de amor. El hombre no se atreve a entrar en la vía del seguimiento, prefiere seguir en la lógica del cumplimiento.

Jesús con los discípulos: Jesús continúa enseñándoles. Ellos siguen a Jesús, pero sus deseos no están purificados. Sienten la seducción de las riquezas, de ahí la pregunta de Pedro y la respuesta de Jesús: el que ha dejado está capacitado para recibir.


Renunciar a los bienes de este mundo, a sus honores, a sus riquezas, es la vocación común a todos los cristianos, incluso de aquellos a quienes la Providencia llama a gozar de ellos. No deben poner su corazón en ellos y según la palabra del apóstol es preciso que gocen de ellos como si no gozasen. Es esto lo que hace difícil la salvación para la mayor parte de los hombres y es esto lo que llevaba a decir a nuestro divino Maestro que es más fácil que un camello pase por el agujero de una aguja que un rico entre en el reino de los cielos.
Comprometiéndose a no poseer nada como propio, quitamos el más peligroso de los obstáculos que podría oponerse a nuestra santificación y nos alejamos de todas las preocupaciones e inquietudes que lleva consigo la propiedad de las cosas de la tierra. Este sacrificio ha podido costarles, pero encontrarán en él demasiadas ventajas como para poder darle ese nombre. Pero hay otro que todos los días debemos renovar y que el alma no hace sin experimentar un cierto desgarramiento, hablo de esta pobreza de espíritu que Jesucristo nos presenta como la primera de las bienaventuranzas y que es la primera característica de la vida religiosa”. (A religiosas sobre la pobreza y la obediencia)

Maestro bueno, dime ¿qué debo hacer
para tener la vida, para ser feliz?
Lo he tenido todo, lo he cumplido todo,
recorrí montes y mares
y aún no sé lo que es vivir.
¿Dónde está el amor?
¿dónde está la libertad?
nada me basta, yo quiero siempre más.

Oh oh oh oh oh oh oh
eres el Camino,
eres la Verdad y la Vida.
Oh oh oh oh oh oh oh
¿De qué me sirve el mundo
si te pierdo a ti,
si lo pierdo todo?

Si quieres vivir, si quieres ser feliz,
vende lo que tienes y dalo a los pobres.
Ante un mundo roto, triste y cansado
vive y siembra paz, en fraternidad.
Un tesoro en el cielo te estará esperando,
luego, ven y sígueme, ven y sígueme.

Ven, ven y sígueme,
tu Tesoro yo seré.