2º Timoteo 4, 10-17Salmo 144, 10-13. 17-18
El Señor designó a otros setenta y dos y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde él debía ir.Y les dijo: La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha. ¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos. No lleven dinero, ni alforja, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino.Al entrar en una casa, digan primero: “¡Que descienda la paz sobre esta casa!” Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes. Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario. No vayan de casa en casa.En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan; curen a sus enfermos y digan a la gente: “El Reino de Dios está cerca de ustedes”.
En la lectura de hoy oímos que Jesús envió a sus seguidores en misión, para que difundieran su palabra, por toda la Tierra y a lo largo de los siglos, incluso hoy. Envió a sus seguidores en parejas, para que juntos logren más que por sí solos. Así que todos somos pequeños embajadores que ayudan a difundir su Palabra. Pero cuando la gente nos conoce, ¿piensa de nosotros que compartimos la Buena Nueva? La privatización de nuestra fe en los últimos años, en la que la mayoría de los cristianos nos hemos vuelto bastante tímidos a la hora de compartir nuestra fe, y más bien vivimos y adoramos en privado, no es lo que se supone que debemos hacer en nuestra misión apostólica a la que nos llama Jesús en la lectura de hoy. Pero centrémonos brevemente en esa frase ‘La cosecha es abundante pero los trabajadores son pocos’, en el Evangelio de San Lucas de hoy. Para mí, esta imagen de la cosecha sugiere una «urgencia» respecto a nuestra misión apostólica que la mayoría de los cristianos ya no sentimos. Para un agricultor, la época de la cosecha es la estación más urgente del año, en la que los cultivos están completamente crecidos y sólo hay una ventana corta para cosecharlos. Aunque podemos cometer pequeños errores en muchos aspectos de nuestra vida, muchos de esos pequeños errores no tendrán grandes consecuencias. Sin embargo, cuando se trata de la cosecha (nuestra fe, nuestra salvación, nuestra misión apostólica), el hecho de no cosechar correctamente tendría consecuencias muy graves y desastrosas para el agricultor: hambre, bancarrota, desempleo… Hoy en día, a muchos cristianos nos cuesta creer que el hecho de no aceptar nuestras responsabilidades misioneras pueda tener consecuencias igualmente desastrosas.
MÁXIMALleva a Jesús a los demás
No te consideres un instructor profano, sino como un misionero encargado de establecer el Reino de Dios en las almas. Esa es, en efecto, tu vocación y es haciendo santos como te santificarás tú mismo. (Al H. Alfredo María, 07-07-1844)
¿Cómo invocarán a aquelen quién no han creído?¿Y cómo creerán en aquelde quien no han oído?¿Y cómo oirán si no hayquien les predique?¿Quién les predicará si no hayquien los envíe?Cuán hermosos son los piesde los que anuncian la paz,los que llevan Buenas Nuevas.