Domingo XXIX durante el año

Isaías 53, 10-11
Salmo 32, 4-5.18-20.22
Hebreos 4, 14-16

Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron: Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir.
Él les respondió: ¿Qué quieren que haga por ustedes?
Ellos le dijeron: Concédenos sentarnos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria.
Jesús le dijo: No saben lo que piden. ¿Pueden beber el cáliz que yo beberé y recibir el bautismo que yo recibiré?
Podemos, le respondieron.
Entonces Jesús agregó: Ustedes beberán el cáliz que yo beberé y recibirán el mismo bautismo que yo. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes han sido destinados.
Los otros diez, que habían oído a Santiago y a Juan, se indignaron contra ellos.
Jesús los llamó y les dijo: Ustedes saben que aquellos a quienes se considera gobernantes, dominan a las naciones como si fueran sus dueños, y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos. Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud.

Podemos dividir el texto en dos partes:
La primera, el diálogo de los hijos del Zebedeo con Jesús, centrado en la petición de estar sentados a la derecha y a la izquierda de Jesús en el momento de la gloria. Piden sentarse, no seguirle; piden acomodarse no dejarse moldear por la cruz anunciada; piden privilegios como los del mundo y no dejar, desposeer, compartir. Jesús les concedió llegar a ser pescadores de hombres, pero no les parece suficiente. Jesús les ofreció formar parte de una comunidad sin amos ni padres, pero ellos quieren gloria.

La segunda parte recoge la indignación de los diez y la enseñanza solemne de Jesús a los doce. La indignación de los diez no es porque no compartan la ‘ambición’ de los dos hermanos; sino porque estos les ganaron de mano; porque ellos sienten y piensan igual, pero les arrebataron la iniciativa; sus sentimientos y motivaciones se vieron descubiertas y eso los indignó. La promoción personal (sentarse a la derecha o izquierda) no equivale a seguimiento de Jesús. Seguirlo es ir dejándose moldear por los criterios, las opciones, los sentimientos y actitudes de Jesús. No hay que confundir seguimiento con acomodarse.

El texto presenta la contraposición entre dos mesianismos: el mesianismo de gloria y poder, por un lado, y el mesianismo del servicio, la humildad, la entrega de la propia vida, por otro. Dos mesianismos contrapuestos. No caigamos en la tentación de dar por supuesto que nuestro mesianismo, es el mesianismo de Jesús. Juan y Santiago están seducidos por el mesianismo de gloria y están dispuestos a beber la copa por ese mesianismo, no por el de Jesús. Y lo mismo le pasa a los otros diez. Por eso cuando llegue el momento de la pasión todos huirán. No es el mesianismo del Siervo el que ellos quieren y esperan.

Jesús condensa aquí toda la enseñanza sobre el sentido de la autoridad. Para los poderosos de este mundo, mandar es dominar y aprovecharse de los demás como si fueran sus dueños y hacer sentir su peso (sentarse). Esta búsqueda de poder destruye la vida de las personas y en la Iglesia tenemos cientos de ejemplos. El poder mal vivido se ha convertido en la antesala de los abusos. Por eso entre los discípulos de Jesús y en toda la Iglesia, no debe suceder así. Sin esta ruptura, no puede darse el discipulado. La nueva actitud de los discípulos que exige Jesús no es más que una ampliación de su propio gesto, que siendo Hijo del hombre, da la vida por todos. El único poder al que nos invita Jesús es el de abajarnos para servir, y servir a todos, a su ejemplo.

La pregunta que debemos hacernos es: ¿qué ‘gloria’ buscamos? ¿Podemos decir como Pablo: yo solo me glorío en Cristo y en Cristo crucificado? Otra pregunta que nos plantea la Palabra de Dios es: ¿Qué es lo que pedimos? Quizá también nosotros pedimos cosas que no nos convienen. Quizá no sabemos pedir o nuestra petición está motivada por nuestros deseos de acodarnos y no de seguirlo a él.

Jesús no sólo anuncia la Buena Noticia con su palabra, sino esencialmente con su ejemplo, con sus gestos. Es el Maestro, pero lo hace desde abajo, desde el lugar del servidor. Sólo el servicio es dador de vida y generador de autoridad. ¿Te entiendes en esta lógica? (Hno. Merino)

Los jefes y los hombres: Son lazos de dominación, y de opresión. Se hacen servir por los demás. No se preocupan del pueblo que está como ovejas sin pastor. Ellos celebran grandes banquetes y matan profetas. Están centrados en sus intereses, no en el bien común. Hacen sentir el peso de su poder.

Jesús y sus discípulos: Jesús les enseña, les hace descubrir cuáles son los valores del evangelio y cuáles deben ser las actitudes del discípulo. Ellos se resisten a aceptar esta enseñanza y no comprenden. Se van quedando ciegos, poco a poco. El mesianismo davídico los seduce más, que el del siervo sufriente.

Los lazos en la comunidad de discípulos: Son lazos de indignación. La búsqueda de gloria y poder traen siempre consigo la desunión y la disputa por lugares de poder. Los lazos de servicialidad son siempre generadores de vida. ¿Cómo se vive en tu comunidad?


Sí, lo repito; y sin duda ustedes lo repetirán conmigo: amemos a la Iglesia; el amor es fuerte como la muerte; y, en consecuencia, ningún sacrificio nos parecerá demasiado grande cuando se trata de servirla y de extender su reino. Sacrificaremos pues, nuestra fortuna, nuestra familia, nuestra vida; todo lo que tenemos de más íntimo; y unidos juntos por los lazos indisolubles de la religión, trabajaremos en acuerdo y con todas nuestras fuerzas, hasta la muerte, por la gloria de Aquél que habita en lo alto de los cielos, y por conseguir la paz, la paz de la verdad, la paz de la conciencia, y la alegría de la salvación, para todas las personas de buena voluntad”(En el retiro de la Congregación de Saint-Méen, S.VIII, 2398 – 2399)

Quien quiera ser grande,
quien quiera ser el primero,
sea el esclavo de todos,
sea el más pequeño.

No he venido a ser servido,
que he venido a servir
y a dar la vida por todos
para que todos puedan vivir
en plenitud.

Toda la providencia
es un anhelo de servir:
Sirve la nube,
sirve el surco,
sirve el viento.
Hay la alegría de ser sano
y la de ser justo.
Pero hay sobre todo
la hermosa, la inmensa
alegría de servir.

Donde haya un árbol que plantar,
plántalo tú.
Donde haya un error que enmendar,
enmiéndalo tú.
Donde haya un esfuerzo que todos rehúyen,
acéptalo tú.
Sé el que apartó del camino la piedra,
el odio del corazón.

qué triste sería el mundo
si todo en él estuviese hecho ya,
si no hubiera un rosal que plantar,
una empresa que emprender.
No caigas en el error de que
sólo valen los grandes trabajos.
Hay pequeños servicios:
arreglar una mesa,
ordenar unos libros,
peinar una niña.

Aquél que critica,
éste el que destruye.
Sé tú el que sirve,
sé tú el que sirve.

El servir no es tarea
de seres inferiores.
Dios que es fruto y es luz, sirve.
Pudiera llamarse ‘el que sirve’,
pudiera llamarse ‘el que sirve’.

Toda la providencia
es un anhelo de servir.