Viernes de la 29ª semana durante el año

Efesios 4, 1-6
Salmo 23, 1-6

Jesús dijo también a la multitud: Cuando ven que una nube se levanta en occidente, ustedes dicen en seguida que va a llover, y así sucede. Y cuando sopla viento del sur, dicen que hará calor, y así sucede.
Hipócritas! Ustedes saben discernir el aspecto de la tierra y del cielo; ¿cómo entonces no saben discernir el tiempo presente? ¿Por qué no juzgan ustedes mismos lo que es justo?
Cuando vas con tu adversario a presentarte ante el magistrado, trata de llegar a un acuerdo con él en el camino, no sea que el adversario te lleve ante el juez, y el juez te entregue al guardia, y este te ponga en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.

Nos sorprenden estas palabras del Evangelio: “¿cómo es que no saben discernir el tiempo presente?” El evangelio se adelanta a lo que el Concilio Vaticano II dirá sobre los signos de los tiempos. «Es propio del Pueblo de Dios… discernir e interpretar con la ayuda del Espíritu Santo, las múltiples voces de nuestro tiempo y valorarlas a la luz de la Palabra de Dios» (G.S.44). El Concilio nos invita a situarnos en la época concreta en la que nos toca vivir, sin añoranzas paralizantes del pasado y detectar todo lo que hay de bueno y positivo en esta época, a la luz de la Palabra de Dios.

El presente tiene grandes riquezas, que hay que saber ver y valorar. No siempre ‘cualquier tiempo pasado fue mejor’. La vida no es ni ayer, ni mañana, es y se desarrolla hoy. Es hoy que debemos ver la mano de Dios entre nosotros, es hoy que debemos valorar a las personas que nos rodean. Porque podemos ser de la gente que vive añorando un pasado que ya no volverá o que sueña despierto con un futuro hermoso, que no sucederá si no nos ponemos a trabajar en el aquí y ahora. No siempre creemos que Dios pueda ser tan concreto, tan cotidiano, tan cercano y tan real, y menos aún que se haga tan presente en el ‘ahora’ de cada día.

Un Dios cercano y cotidiano, un Dios amigo y hermano nos pide aprender de cercanías, de cotidianeidad y sobre todo de fraternidad. Él no quiso tener una manifestación angelical o espectacular, sino quiso regalarnos un rostro hermano y amigo, concreto, familiar. Dios es real porque el amor es real, Dios es concreto porque el amor es concreto. Y es precisamente esta concreción del amor lo que constituye uno de los elementos esenciales de la vida de los cristianos”. (P. Benedicto)

No hagamos como los judíos del tiempo de Jesús que tenían a Dios entre ellos en persona y no se dieron cuenta.


MÁXIMA
Dios está HOY con nosotros


Él no viene a ustedes en medio de relámpagos y truenos, de los que estaba rodeado cuando se apareció sobre la montaña del Sinaí… Sino que viene a través de los signos más admirables de dulzura. Sólo tiene en sus manos los tesoros y las gracias con los cuales quiere enriquecerlos. Donándose a ustedes toma la figura de cordero. Vayan, hijos míos, delante de este Dios de bondad. No imiten a la infortunada Jerusalén, que no quiso reconocer a su Dios, y que, en castigo por su crimen, es proscripta y cubierta de confusión. Abran las puertas de su corazón para recibir a este nuevo huésped” (Sobre la Primera comunión)