Efesios 6, 1-9Salmo 144, 10-14
Jesús iba enseñando por las ciudades y pueblos, mientras se dirigía a Jerusalén. Una persona le preguntó: Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?El respondió: Traten de entrar por la puerta estrecha, porque les aseguro que muchos querrán entrar y no lo conseguirán. En cuanto el dueño de casa se levante y cierre la puerta, ustedes, desde afuera, se pondrán a golpear la puerta, diciendo: «Señor, ábrenos». Y él les responderá: «No sé de dónde son ustedes». Entonces comenzarán a decir: «Hemos comido y bebido contigo, y tú enseñaste en nuestras plazas». Pero él les dirá: «No sé de dónde son ustedes; ¡apártense de mí todos los que hacen el mal!»Allí habrá llantos y rechinar de dientes, cuando vean a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, y ustedes sean arrojados afuera.Y vendrán muchos de Oriente y de Occidente, del Norte y del Sur, a ocupar su lugar en el banquete del Reino de Dios.Hay algunos que son los últimos y serán los primeros, y hay otros que son los primeros y serán los últimos.
Lucas dedica diez capítulos a contar el largo camino de Jesús hacia Jerusalén, donde va a encontrar su muerte. Camina buscando cumplir la voluntad del Padre. La meta es clara y, pudiendo escapar, tenazmente la busca, mientras va sembrando el mensaje de salvación.Dice a todos que la entrada al Reino es estrecha y nada fácil. Es la puerta del olvido de sí mismo, del abandono a la voluntad de Dios, de los hacedores del bien aun a costa de la comodidad y del placer. Jesús llama ‘benditos’ a los que se preocupan por la suerte de los demás. También nos dice claramente que el Reino de Dios pertenece a los que son capaces de ver el sufrimiento ajeno, compadecerse y ocuparse, aun en contra de sus propios intereses.Jesús aquí les advierte a sus contemporáneos que esta regla es para todos. No vale decir que tenemos todos los sacramentos y que fuimos a Misa todos los domingos. No vale decir que tengo un hermano cura. No vale decir que defendí con capa y espada la buena doctrina de la fe. Eso está muy bien, seguramente. Pero si sólo buscaste tu bien, si sólo hiciste tu voluntad, si te consideraste el centro del mundo, se hará complicada la entrada.¡Cuántas sorpresas nos llevaremos en el cielo! ¡Mirá quién está y parece ser un preferido del Padre! Muchos quizás nos preguntemos enojados: ¿Y mis méritos para qué sirvieron?
MÁXIMALos últimos serán los primeros
¡Ah!, en adelante sé más cuidadoso, querido hijo: el orgullo ha tendido mil lazos a tu alrededor, y para hacerte caer más fácilmente los ha cubierto de flores; los llamo así a los mil pretextos que te ofuscan y te hacen creer que no buscas más que el bien, incluso en aquellas mismas ocasiones en las que en realidad lo que haces está mal. Te suplico que, si no quieres extraviarte, desconfíes más de tu propio juicio: humíllate y humíllate cada vez más; nunca
Quiero que mi casa no sea mía,que digamos juntos:“Ella es nuestra”.Que esté pintada del color de la alegríay que tenga sus ventanas bien despiertas.Que tenga un caminito de piedritas,que acoja con cariño al caminante,y que el sol habite el patio y la cocinay te invite a la esperanza al despertarte.Que sea nuestra casa, casa amiga,abierta a recogerte cuando pases,con una mesa grandey decidida a compartir el pany los pesares.Que prenda por la noche lucecitas,Que rompan con tus miedos a arriesgartey que todos los más pobres, las guagüitas,respiren la confianza al quedarse.Y que cuando se nos dé por distanciarnoshaya quien nos llame para conversar,y nos demos el tiempo de perdonarnos,echándonos de nuevo a caminar.