San Alonso Rodríguez

Efesios 6, 10-20
Salmo 143, 1-2. 9-10

Se acercaron a Jesús algunos fariseos que le dijeron: Aléjate de aquí, porque Herodes quiere matarte.
Él les respondió: Vayan a decir a ese zorro: hoy y mañana expulso a los demonios y realizo curaciones, y al tercer día habré terminado. Pero debo seguir mi camino hoy, mañana y pasado, porque no puede ser que un profeta muera fuera de Jerusalén.
¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados!
¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos, como la gallina reúne bajo sus alas a los pollitos, y tú no quisiste!
Por eso, a ustedes la casa les quedará vacía.
Les aseguro que ya no me verán más, hasta que llegue el día en que digan: ¡Bendito el viene en nombre del Señor!

El evangelio de hoy nos presenta a estos personajes, los fariseos, que se acercan a Jesús. A modo de advertencia o quizás de “apure” le quieren dar entender que tiene que alejarse de allí, porque Herodes lo estaba buscando para darle muerte. Es decir, el mensaje que Jesús va proclamando de cuidad en ciudad, los signos y los prodigios se hacen tan famosos, que crece la fama de Jesús y Herodes, que está del lado de los poderosos, del lado de los que piensan que Jesús le puede hacer sombra, del lado de los que piensan que la vida se comercia, se compra y se vende como un artículo más de baratija, quiere ponerle fin a eso. Entonces -por eso- nace la advertencia.

Sin embargo, la respuesta de Jesús es contundente: Jesús no se va a dejar influenciar por esa advertencia por parte de los fariseos. Jesús va a asumir con responsabilidad, con conciencia, pero por sobre todas las cosas, con coherencia el sentido de su misión aquí en el mundo. 

Este es un evangelio que indudablemente marca una línea. Y que nos hace pensar en nuestra propia vida; y en cómo queremos vivir. Si queremos vivir una vida en la “zona de confort”, tranquilos, seguros, asegurándonos la vida, y frente a cualquier tipo de advertencia o de amenaza, salir corriendo… O asumir nuestra misión hasta las últimas consecuencias, asumiendo incluso el costo de que vivir con conciencia y radicalmente el estilo de vida de Jesús nos pueda costar no sólo persecución sino la misma muerte.

Y por último tenemos los lamentos de Jesús para Jerusalén, la ciudad santa, la elegida de Dios y que, sin embargo, no ha parado de rechazar a los enviados de Dios. Nosotros también somos los elegidos y amados de Dios y podemos ser también los que lo rechazamos.


MÁXIMA
Jesús espera que lo escuches


¿No deberíamos estar constantemente ocupados y agotar la fuerza de nuestro corazón, dando gracias al que nos amó hasta el punto, no sólo de morir por nosotros, sino de ponernos en las manos de sus ministros una copa llena de su sangre, para que podamos beberla, y que quiere que comamos su carne, a fin de morar en nosotros y que moremos en él? ¡Cuánto amor el suyo!”. (Sermón sobre la Eucaristía)

Mira Jesús, yo te traigo una gran inquietud.
¿Qué debo hacer? Nuestro mundo sufre esclavitud.
Le falta paz y en muchos no hay esperanza.
Dime Señor, ¿cómo puedo sembrar más amor?

Sígueme, soy Camino, única ruta a seguir.
Sígueme, soy la vida, que con amor debes compartir.

Oigo tu voz en la calma de mi oración;
oigo tu voz, en el pobre que me pide pan.
Desde tu cruz, Tú me pides mayor compromiso.
Dime, Señor, ¿cómo puedo sembrar más amor?

Yo, como Tú, buscaré dar más que recibir.
No hay amor, sin sufrir, sin luchar, sin servir.
Mas si a tu amor, olvidando, lo pierdo de vista,
Grita, Señor, aún más fuerte que te pueda oír.