San Josafat

Tito 2, 1-7. 11-14
Salmo 36, 3-4. 18. 23. 27. 29

Jesús dijo a sus discípulos: Supongamos que uno de ustedes tiene un servidor para arar o cuidar el ganado. Cuando este regresa del campo, ¿acaso le dirá: «Ven pronto y siéntate a la mesa»? ¿No le dirá más bien: «Prepárame la cena y recógete la túnica para servirme hasta que yo haya comido y bebido, y tú comerás y beberás después»? ¿Deberá mostrarse agradecido con el servidor porque hizo lo que se le mandó?
Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: «Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber».

En nuestra vida cotidiana, es fácil caer en la trampa del reconocimiento y la autovaloración excesiva por nuestras acciones y logros. Sin embargo, este pasaje nos recuerda la importancia de realizar nuestras tareas y responsabilidades con humildad, sin buscar recompensas o agradecimientos. Nuestro servicio y dedicación deben nacer de un corazón dispuesto a servir a los demás, sin esperar nada a cambio.

Esto implica reconocer que nuestras acciones no son meritorias por sí mismas, sino que son parte de nuestras obligaciones y compromisos. En el trabajo y en los movimientos apostólicos, esto se traduce en servir a la comunidad, participar en las actividades y colaborar en las iniciativas sin buscar el reconocimiento personal.

Además, este pasaje nos invita a reflexionar sobre nuestra actitud hacia el trabajo y el servicio. A menudo, podemos sentirnos tentados a considerar nuestras contribuciones como algo extraordinario, esperando elogios o gratitud. Sin embargo, la verdadera humildad radica en reconocer que nuestro servicio es parte de nuestro deber y que, al cumplirlo, simplemente estamos haciendo lo que se espera de nosotros.

En conclusión, la lectura de Lucas 17,7-10 nos ofrece una valiosa lección sobre la humildad y el servicio desinteresado… Esta enseñanza es fundamental para vivir una vida plena y significativa, centrada en el servicio a los demás y en el cumplimiento de nuestros deberes con humildad y amor.


MÁXIMA
Sirve sin esperar nada a cambio


Les he dicho, a menudo, que prefiero no tener más que tres Hermanos muy humildes a trescientos que no tuvieran el espíritu de su estado. No será el número el que haga la fuerza de la Congregación, sino la humildad. (Apuntes del Hno. Luis de un sermón del fundador en 1823) 

Amarte a ti, Señor
en todas las cosas
y a todas en ti;
en todo amar y servir,
en todo amar y servir.

Tu amor me ha dado vida,
tu amor me ha dado ser,
de ti me viene todo
y a ti debe volver.

Gustoso pues te ofrezco
mi haber, mi poseer.
Tu amor y gracia dame,
demás no es menester.

Presente en las creaturas
y activo en todo estás;
en mí como en un templo
te dignas a habitar.

De ti, bondad y gracia
me llueven sin cesar.
Mi oficio ya no es otro
sino servir y amar.